ESTUDIO INTRODUCTORIO
La Enfermería española y sus libros.
El Recetario Medicinal Espagírico es la obra póstuma de Fr. Diego
Bercebal, Enfermero Mayor que fue del Real Convento de S. Francisco de
Zaragoza, y la dedicó el mismo autor a los enfermos. La edición de la obra
corrió a cargo de D. Miguel Pascual, Síndico del mismo convento, y fue impresa
por Diego de Larumbe en Zaragoza en el año 1713, en la calle de San Pedro.
Es el Recetario una obra más que viene a
enriquecer el panorama, hasta hace pocos años bastante desconocido, que
constituye el Patrimonio documental y
bibliográfico de la Enfermería Española (proyecto de recuperación de la
memoria escrita de los enfermeros españoles en el que estamos trabajando desde
hace ya más de una década), y una tesela más del mosaico que representa la
cultura escrita de este grupo profesional. Con esta obra, la Enfermería
española recupera una página más de su Historia y pone en manos de los
investigadores, profesionales de la docencia
e interesados en general un texto completo del siglo XVIII que le
ayudará a comprender el trabajo enfermero de la época.
Fr. Diego Bercebal, el autor.
Pocos años
después de la muerte de su autor, fray Diego Bercebal, ve la imprenta la obra
que presentamos, Recetario Medicinal Espagírico.
Escasas son las noticias que poseemos sobre la vida de este fraile
franciscano, Enfermero Mayor del Convento de San Francisco de Zaragoza. En una
de las aprobaciones que introduce la obra, la debida al R. P. Fr. Joseph
Antonio de Hebrera, Predicador General, Ex-secretario General de la Orden y
Cronista de la Provincia aragonesa, se hace una breve reseña de la vida de fr.
Diego, que nos ayuda a situar al autor.
Nace en
Zaragoza, lugar donde cursa las primeras letras, destacando como un buen
estudiante. Estudia Filosofía en la Universidad zaragozana y, posteriormente,
con 24 años de edad, ingresa en el ejército y es destinado al Regimiento de
Aragón. Tras una breve estancia en Barcelona, entra en combate contra los
franceses y participa posteriormente en la guerra contra Hungría, donde
demuestra gran valor e iniciativa, logrando el grado de coronel. Con el paso
del tiempo, y tras sucesivos desengaños, regresa a su tierra, donde ingresa
como fraile lego en la Orden franciscana. Destacó por su gran caridad hacía los
pobres y enfermos en los conventos en los que estivo destinado, en los que
ejerció como enfermero. Para mejorar la calidad de la asistencia adquirió una
notable formación en materias como química y medicina: «En todos se aplicó tan
llenamente a la mayor satisfacción de esta obediencia que, como de propósito,
se puso a estudiar la Química y la Medicina con tanto consuelo de los
religiosos enfermos, y aun de los seglares devotos, que se tenían por
prodigiosos los efectos de las medicinas y remedios que con aprobación de
grandes médicos aplicava [...]»1.
Sus grandes
conocimientos en esos campos y su dedicación durante varias décadas al
ejercicio de la enfermería, hicieron que sus superiores le encargasen la
redacción de su Recetario Medicinal, el
cual no pudo ver impreso por haber fallecido unos años antes, octubre de 1707
—la primera edición de su obra esta fechada en 1713—.
Por último,
Fr. José Antonio de Hebrera señala que la preocupación de fray Diego por los
enfermos fue tal que llegó a preparar distintos medicamentos para aliviarles
las dolencias y sufrimientos y, además, «no bien satisfecho con todo esto, hizo
una larga instrucción para los enfermeros, que si se aplican a estudiarla no ay
duda en que será de notable consuelo para los enfermos, y aun de los enfermeros
mismos, por la mayor satisfacción de su obediencia y oficina»2.
El censor y
escoliador del Recetario Medicinal,
D. Atilano Thomás Manente, recoge en sus Notas
o Advertencias a la presente obra, que fray Diego era «[ ...] Estudiante
ingenioso, discreto, fuerte, valeroso y militar con señalados créditos en
Cataluña, en la Armada Real de España y en la Hungría»3. Continúa diciendo que
tras su ingreso en la Orden franciscana como religioso lego, fray Diego
comienza su formación en las materias química y médica en la ciudad de Huesca,
en la Casa de los señores Lastanosas, donde tuvo oportunidad de contactar con
gente formada en esos temas. Cuando regresa a Tarazona fue enviado por sus
superiores al Real Convento de San Francisco, donde ejercería hasta su muerte
el empleo de Enfermero Mayor.
La obra, Recetario
Medicinal Espagírico. Estructura y contenido.
Dos son las
ediciones que conocemos del Recetario
Medicinal Espagírico4, ambas
realizadas en Zaragoza, separadas por 21 años. La primera de ellas data de 1713
y fue impresa por Diego de Larumbe en la calle zaragozana de San Pedro5; la
segunda, de 1734, sale de los talleres del impresor de la Universidad Luis de
Cueto, sin ninguna modificación con respecto a la anterior. El hecho de
realizarse dos ediciones de la obra en un período de tiempo relativamente corto
hace pensar en la utilidad y uso de la misma, tanto para los enfermeros
religiosos, como para los seglares.
En la portada
se resalta la circunstancia de tratarse de una obra póstuma del autor y que fue
sacada a la luz gracias a la intervención del síndico del Real Convento de San
Francisco, D. Miguel Pascual.
La obra está
impresa en formato de octava y se estructura en diez capítulos y éstos en
diversas secciones, con un total de 178 páginas de texto, antecedidos de una introducción,
dedicatoria, aprobaciones, notas del censor e índice, que suman 85 páginas más
(conformando la obra un total de 263 páginas impresas).
Comienza con
la Dedicatoria «A los enfermos de
este Convento de San Francisco de Zaragoza», con una extensión de siete
páginas. El autor, consciente de su cercana muerte, expone la necesidad de enfermerías
y de medicinas para la asistencia de los enfermos, animando a éstos a
sobrellevar las dolencias y enfermedades y a confiar en Dios, además de en los
médicos y enfermeros:
«[
...] pero en la enfermedad obra Dios, con ella nos busca o enmendados o
perfectos y preponderan sus misericordias a los dolores en los enfermos que se
dexan hallar de la consolación y paz interior; ésta es un bálsamo de los
Cielos, especial y especioso para las llagas mas dolorosas de los justos»6. «[
...] Tendremos fee en los Médicos y Enfermeros de la Comunidad, y los tendremos
gratos, porque se compone mal con lo austero y lo pobre, lo delicado y lo
melindroso»7.
La obra lleva
dos Aprobaciones: una, a cargo del ya
mencionado R. P. fr. José Antonio de Hebrera, paisano y amigo de infancia del
autor, y otra del Dr. D. Nicasio Marcellán y Ordóñez, catedrático de Prima de Curso en la Universidad de
Zaragoza, el cual declara en su exposición con respecto al libro:
«[ ...] no solamente es de mucha utilidad y
provecho para socorrer y curar los pobres y afligidos enfermos de varios
accidentes, sino aún de los más desesperados, pues en él se hallan remedios tan
seguros y eficaces que han sacado victoriosamente de las últimas agonías a
muchos moribundos»8.
Las correcciones científicas corren a cargo
de D. Atilano Thomas, que da su parecer a cada uno de los diez capítulos y
secciones, documentándolos muy detalladamente con citas y referencias a autores
clásicos, médicos y químicos, con un total de 48 páginas de anotaciones y
sugerencias.
Finalmente,
fray Diego Bercebal se dirige a los enfermeros en forma de Consejos
o Avisos, con un total de 30 páginas,
en donde les alerta ante distintas situaciones —enfermedades infecciosas,
enfermedades graves, fiebres, accidentes, situaciones de urgencia, etc.— y les
indica la forma de actuar. Sobre el oficio de enfermero, el autor refiere: «Él
es un cargo pesadíssimo, de sumo cuydado y de conciencia, pero si miras a Dios,
a lo que dize N. P. S. Francisco y a lo que obliga la caridad, es un yugo muy
suave y una carga muy leve [...]»9.
Interesantes,
pues, son estos 30 “Avisos”, que en sus 17 páginas recoge lo fundamental del
trabajo enfermero en el convento. Fray Diego remite al lector interesado en
adquirir los conocimientos para hacerse un buen enfermero al Padre Murillo10,
fraile franciscano igualmente, autor de varias obras que vivió en el siglo XVI,
y a su obra Escala Espiritual, en la
cual encontraría más ampliamente desarrollado todo lo relativo al cargo de
enfermero.
Los títulos de
los diez capítulos de Recetario Medicinal
Espagírico y el número de secciones en que se estructura cada uno de ellos,
son los siguientes:
- Capítulo 1: “De un tesoro
medicinal”. Se estructura en ocho
secciones.
- Capítulo 2: “De purgantes”. Cuatro secciones.
- Capítulo 3: “De astringentes, corroborantes y
resolutivos”. Dos secciones.
- Capítulo 4: “De febrífugos”. Dos secciones.
- Capítulo 5: “De anodinos”. Seis secciones.
- Capítulo 6: “De sudoríficos, aperitivos y
diuréticos”. Una sola sección.
- Capítulo 7: “Medicinas de varias especies”.
- Capítulo 8: “De bálsamos, emplastros y
unguentos”. Tres secciones.
- Capítulo 9: “De azeytes essenciales aromáticos”.
Dos secciones.
- Capítulo 10: “De la utilidad y uso del thee, café
y chocolate”. Tres secciones.
En definitiva,
Recetario Medicinal Espagírico es una
obra importante para conocer la enfermería practicada por los religiosos
enfermeros, al recoger un amplio número de compuestos medicinales y
preparaciones químicas, algunos de ellos debidos al propio autor —tal era el
caso de una medicina con efectos analgésicos para enfermos en situación
terminal y moribundos—. Se trata, pues, de un manual químico-farmacológico,
útil para enfermeros y cuidadores, en el que se explica no sólo la composición
del medicamento, muy pormenorizada por cierto, sino, también, y ahí radica el
interés para los enfermeros, su forma de administración y posibles efectos
secundarios. Si importante es el contenido denso de sus 178 páginas de texto,
no lo es menos la información contenida en sus páginas prologales sobre el
trabajo, tareas y funciones, de los religiosos que se ocupan de la enfermería.
Nuestra edición.
Siguiendo las
pautas de anteriores números de Híades,
y con objeto de facilitar la lectura y comprensión del texto, incluimos su
reproducción íntegra, actualizando los signos de puntuación y acentuación. Por
lo demás, se ha respetado la grafía original, no creyéndose necesaria la
introducción de más modificaciones. La paginación original del texto se señala
con una barra (/), antecedida del número de página correspondiente.
Recetario
Medicinal Espagírico
Obra
Pósthuma.
De Fr.
Diego Bercebal, Enfermero Mayor del Real Convento de S. Francisco de Zaragoça.
Dedicada
por el mismo autor a los enfermos, y encomendada
a los
Religiosos Enfermeros.
Sácala
a luz D. Miguel Pasqval, Síndico del mismo Convento.
En
Zaragoza: por Diego de Larumbe, en la Calle de San Pedro,
Año
1713
/A los enfermos de este Convento de San
Francisco de Zaragoça.
A vuestra necessidad, como a
centro (amantíssimos míos) se va este Recetario, siendo lo natural que las
medicinas se ordenen y se dediquen a Enfermos.
Dize obsequio
también la dedicación y la de esta obra pequeña estará menos expuesta a
desdenes ofrecida a Enfermos, a quienes solo puede servir su contenido.
Dedicoosla, además de esto, a vista de mi muerte, para satisfacer después de
ella las faltas de enfermería que he cometido viviendo y para dexar como por
testamento ordenados alivios de un Purgatorio. Y, por último, lo hago con
reflexiones de que en el opúsculo solo atiendo a medicinar al cuerpo, pudiendo
salir corta la medicina, y en esta Carta intento, para sanar el cuerpo,
disponeros el ánimo./ Assiento los trabajos de la enfermedad que, o más o menos
grave es, o indisposición o cessación de todo gusto, y por essencia o por
consentimiento turba, y desazona todos los sentidos.
Esto, tan
brevemente dicho, parece que expressa algo a favor de vuestro desconsuelo, pues
esto y quanto puede dezirse de la enfermedad, todo se cifra, todo, para en no
tener salud, la qual es un embeleso, aunque se tiene por un gran bien. Dentro
de la enfermedad se cauteriza para despertar a los dormidos, y se estima y
tolera como medio que nos cure, pues, ¿por qué los embelesos de la salud no han
de lograr, con mucho consuelo nuestro, el cauterio de la enfermedad que nos
salve?
Al que goza
una buena salud y la arregla a la razón necessariamente ha de costarle una
batalla acerba, aunque vitoriosa, con sus sentidos, pues, ¿qué más padecerá el
que está enfermo y lleva su trabajo con consideración? Lo que no sabré dezir
(aunque muy acostumbrado yo) es lo que padece una salud / libre con los
remordimientos, que es trabajo sobre toda enfermedad, y tanto mayor el no
tenerlos como paz falsa de los prescitos. Pero hablemos con Enfermos Religiosos
y Religiosos nuestros, y veamos qué cosa es su salud y su enfermedad
brevemente.
La salud
contraída a un Religioso nuestro sólo tiene de felicidad el ser medio para
seguir la vida común, componiéndose la diferencia de nuestras Obediencias con
la uniformidad de este Voto. Esta vida común es de todos modos penal, puesto
que sumamente pobre, y de la pobreza inseparable lo incomodo; y, si alguno se
distrae acia cuidar de sí, buscando en el mundo lo que renunció, halla más
sonrojos que regalos y le quedan más remordimientos que gustos.
Pues, ¿qué
tenemos con la salud sino los bienes y consuelos espirituales que resultan de
emplearla fielmente en servicio de Dios y de la Relión [sic], en toda cosa
austeros, en todo caso obedientes? Cierto que la salud assí / arreglada,
enfermedad es a lo temporal. La enfermedad en nosotros executa (aunque no
queramos) la renunciación de gustos y elección de austeridades que hizimos;
conque viene a sernos la enfermedad un indispensable cumplimiento de nuestra
obligación. Lo uno es penal si lo otro es penoso; si aquí falta el gusto, allá
falta el regalo, y si allá se obedece a Dios en el Prelado, aquí se obedece
inmediatamente a Dios.
A los sanos,
permitiéndolo su Magestad, se les atarea muchas vezes sobre sus fuerças, que al
fin es govierno de hombres y no pueden mandar ad pondus; pero en la enfermedad obra Dios, con ella nos busca o
enmendados o perfectos, y preponderan sus misericordias a los dolores en los
Enfermos que se dexan hallar de la consolación y paz interior; esta es un
bálsamo de los Cielos, especial y especioso para las llagas más dolorosas de
los Justos.
Finalmente,
desde la Professión vivimos amortajados y deviéramos vivir muertos, siendo / el
mucho sentimiento de nuestros accidentes un recuerdo importante de estar muy
vivos. Si moderáremos este desorden, se logrará la medicina en nosotros, no
impedida de la turbación que causan las desconfianças y los deseos; tendremos
fee en los Médicos y Enfermeros de la Comunidad y los tendremos gratos, porque
se compone mal con lo austero y lo pobre, lo delicado y lo melindroso.
Tengo por
felicíssima esta moderada assistencia de nuestras Enfermerías, que parece corta
a muchos, sin atender a que en todas partes, y de limosna, nos assisten los
mejores Médicos y Cirujanos, hallamos unos Enfermeros deseosos y que un señor
se consuela en sus dolencias de que le assista alguno de ellos, y las
Comunidades, si quiera, dan lo preciso para alimentarnos y nos assisten
conforme a lo que padecemos.
No admitáis la
tentación que veo en algunos con el disimulo de sernos gravosos; que para el
Enfermero Religioso solo el Enfermo que / quiere serlo es pesado, en el
supuesto que pueda serlo algunos, que como es vuestro Hermano y no vuestro
siervo y obra con tan fuertes brazos como la Obediencia y la Caridad, está
interiormente fortalecido contra vuestra tentación.
Los muy
achacosos o enfermos habituales suelen ser sugeridos con la representación de
no ser de servicio ni de provecho en la Comunidad y de que se los notan y los
tienen por ociosos. Esto, quando tal vez sucediera entre tantos como vivimos
juntos, ha de entenderse que es el segundo leño de la cruz lenta de su
enfermedad, y siempre deve entenderse de Religiosos y juiziosos, que se
compadecerán mucho de el que ven irse
muriendo a execuciones de un cuchillo de palo, y alguna divisa hemos de tener y
desear de ser de Christo los que somos Christianos y Apostólicos, por su gran
misericordia concedida a los menos.
Concluyo
rogándoos admitáis este desvelo mío, en que se hallarán no ordinarios alivios a
vuestras dolencias, y me encomendéis a Dios nuestro Señor, pidiendo a su
Magestad me perdone mis grandes pecados por esta pequeña buena obra en que me
he aplicado por amor suyo al beneficio vuestro.
Vuestro
Hermano en el Señor que os desea la verdadera salud. Fr. Diego Bercebal.
/A los religiosos y caritativos enfermeros.
Quando me tenía mi conocimiento
más confundido en lo profundo de mi estado, me mandaron escrivir la presente
Obra los que tenían derecho a mandarme. Quedó a mi arbitrio la Dedicatoria y,
como no tenía otras personas más de mi obligación que los mismos enfermos, por
quien trabajava, me pareció que les devía a ellos más que a otros dedicar estas
observaciones medicinales y cortíssimos desvelos. Dixéronme que este Recetario
no avía de salir nunca de nuestra enfermería y que precisamente devía andar
siempre en las manos de los enfermeros. En essa seguridad tomé la pluma con
algún consuelo, porque no han llegado mis estudios a tanto como merecer salir
al público. Esta es la razón que me precisa a dexarte este prólogo, con las
advertencias que verás en él, para que con reflexión las comprehendas y con
claridad las executes, /sin que me tengas por vano, porque yo te deseé
prevenido. Ha muchos años que la santa obediencia me puso en el oficio de
enfermero y esse grande cargo me hizo observar muchas cosas que fraternalmente
te diré aora, para que tan fácilmente las sepas, como no costarte el trabajo de
adquirirlas con el afán de experimentarlas.
1.
Primeramente.
Quando llega un religioso (de qualquier grado que sea) a buscar su remedio a la
enfermería, deves considerar que para venir a la Religión y professar en ella
hizo una general renuncia de padre, madre, hermanos y parientes y de todos los
bienes de este mundo. Con esta reflexión te harás cargo de que para assistirlo
y consolarlo en sus dolencias y conflitos deves tú considerarte más que su
hermano, pues has de hazer las vezes de su padre y de su madre.
2.
Al religioso
que llegare sin fiebre, embestido de algún dolorcillo o accidente menos grave,
lo has de socorrer prontamente con algún remedio casero o de aquellos que sin
mucho estudio enseña la experiencia, sin llamar al médico, porque en tanta
variedad de genios y de complexiones hallarás a cada passo que no corresponde
el lamento a la enfermedad.
3.
Si viniere con
fiebre declarada, tendrás obligación de examinarlo con blandura y habilidad
sobre algún excesso antecedente de comida, bebida o otra cosa que pueda ser
causa moviente. Sabrás fixamente el día y hora en que se halló con la novedad y
tú mismo has de hazer la relación /al médico, porque ni el enfermo más
advertido la hará quando al médico hablare con la satisfacción y confianza que
te la dirá a ti, si sabes interrogarlo.
4.
Antes que el
enfermo vaya a la enfermería y aya venido el médico, es muy dable que aya
tenido tres o quatro accessiones, y ellas con vómitos, fríos, &c. y es muy
importante saber las horas de la accessión, declinación y demás accidentes, y
todo esto ha de estar bien averiguado para informar al médico tú mismo.
5.
Por lo mucho
que ayuda a la sanidad /la limpieza, deve ser muy grande la que aya en las
celdas de los enfermos, ropa, camas y vasos, cuydando no aya mal olor, porque
el ambiente infecto es otra enfermedad y contra él ha de trabajar tu cuidado con
sahumerios, ventilación y limpieza de todo, &c.
6.
Aunque la
urbanidad, alago y blandura sean prendas precisas de un enfermero, para con
todos deves señalarte con ellas en el trato con médicos y cirujanos a cuenta de
nuestra pobreza y de su caridad. Para tenerlos más gratos y para cumplir tú con
tu conciencia, no has de aplicar nunca sin su parecer ninguna medicina
exquisita, ni alterar con otros ingredientes las que ellos ordenaren.
Especialmente te encargo que si hizieres alguna manipulación de lo contenido en
este Recetario, lo consultes con médico de tu gran satisfacción y no te dexes
engañar de tu amor proprio, porque tal vez no podrás reparar el daño.
7.
Mientras el
médico pulsa y ve los vasos, has de informarle de las novedades que huviere
avido en aquel enfermo, procurando /que las sepa antes de recetar por no
obligarle a borrar lo escrito y porque no haze gusto el mudar de dictamen
después de aver formado concepto.
8.
Procura
detener un poco al médico con el enfermo, porque el que deseó verle y oírle
mucho ha de desconsolarse de lo poco. Y después de averse desocupado de todos,
has de acompañarle hasta la portería y, sin serle impertinente, propondrásle
algunas dudas sobre las horas de los refrescos, de dar los alimentos, de dexar
dormir o no, y, en fin, de otros accidentes que te han suspendido sin saber que
hazerte. Y advierte que sin esto ni serás enfermero ni cumplirás con tu
obligación, porque sucederá tener el vaso en la mano para dar una bebida a un
enfermo y averla de suspender por algún accidente que, si ya lo tuvieras
consultado, obrarás sin algún estímulo.
9.
Quando se
sangra a algún enfermo, no se ha de permitir conversación alguna ni palabra que
arrebate la atención del sangrador, porque, de lo contrario, ha resultado el
/errar las sangrías y exceder o faltar en la efusión de la sangre.
10.
Ni en la
enfermedad ni en la convalecencia se han de permitir a los enfermos
conversaciones de cosas graves, de argumentos, disputas, ni de discurso. Con
habilidad deve el enfermero hazer estas advertencias, sosegar los gritos y
encaminar a los circunstantes a conversaciones honestas, blandas y religiosas,
y a que no sean indiferentes. Especialmente, delante de los médicos no se ha de
dezir: Esto no es nada; Esto no es cosa
de cuidado; Esto es cosa grave, &c. Ni con los mismos enfermos a sólas
se deven permitir conversaciones de algunos religiosos poco cuerdos, que no
sirven de provecho alguno ni para el cuerpo ni para el alma.
11.
Desde el
primer día que te hagas cargo de la enfermería, lo deves hazer de aplicarte a
entender alguna cosa de pulso y fiebre, no más que para saber con seguridad la
declinación y la quietud para los refrescos y comidas y cenas. Este es un punto
tan importante que no puedo ponderártelo bien con palabras /y, aunque te
parezca cosa muy difícil, si la caridad te moviere, no dudes en que lo
conseguirás.
12.
Luego que el
médico aya recetado, has de embiar las recetas al boticario para dar tiempo a
su operación. En las celdas de los enfermos no han de detenerse sino para
tomarse en el tiempo ordenado. Quando para ello mostrare el enfermo grande
antipatía, no le hagas mucha fuerça, sino avisar al médico para que piense otra
cosa. Después de averla tomado, deves cuidar de que ni coma ni beba el enfermo
hasta aver abrazado bien el estómago la medicina.
13.
Quando la
bebida medicinal amenaza bómito, es bueno dar al enfermo un sorbo de agua
fresca o que ponga las manos en un barreño de agua o aplicar vinagre a las
narizes y otras cosas más que sabrás con informe de los experimentados.
14.
Tomando
medicamento solutivo, como una minorativa, ha de mantenerse desvelado el
enfermo. Si tomare purga en forma, podrá dormir luego una hora. Y no pudiendo
/evacuar passado algún tiempo, ha sucedido dexarlo dormir un buen rato y
después aver tenido un efecto maravilloso.
15.
Si estos
medicamentos obrassen demasiado y no estuviere pronto el médico, es bueno dar
al paciente un poco de theríaca o un vizcocho empapado en generoso vino, con
una templanza de agua rosada. Si passado tiempo no obrare, se aplicarán paños
calientes y serviciales comunes o con grossura salada, &c. Para que estas
bebidas purgantes no buelvan a la boca y proceda vómito, entre otras muchas
cosas es muy singular el mazcar una o dos almendras amargas inmediatamente
después de la purga.
16.
Para las
quartanas, no suele ser remedio la sangría. Ni es bueno aver sangrado al
enfermo antes de tomar el antimonio. Antes de sangrar, tenga a mano el
enfermero con qué socorrer prontamente al paciente si se desmayare. Después de
la sangría ha de passar su tiempo antes de dar la comida. Las mismas desgracias
sucedidas te harán advertido para reconocer con frequencia los brazos /y pies
recién sangrados.
17.
En orden a la
comida de los enfermos, has menester grande paciencia y señalada caridad,
porque no hallarás otra cosa que extremos. Unos querrán comer mucho, otros poco
o nada y tal vez andarán encontrados, deviendo detener a unos y persuadir a
otros, no teniendo contento a ninguno, por no seguir a su apetito o
inapetencia. Aquí es menester gran cordura y cumplir con lo más conveniente al
enfermo, a costa de el sufrimiento y de la flema. Pero siendo regla general que
las palabras ásperas de el enfermo no ofenden al assistente, no es necessaria
en éste ni otros casos esta prevención.
18.
En las
enfermedades graves, sólo el médico ha de disponer la hora y la tal o qual
sustancia del alimento; más no por esso a los enfermos no graves les has de dar
quanto ellos quieran. Con el curso de la enfermedad y fatigas de los
accidentes, es lo común perder el enfermo enteramente el apetito. En este caso
te deves componer con el gusto de el enfermo, cuidando de que aquello que le
/dieres sea bien sazonado y fácil de digestión.
19.
Para no errar
en la hora de dar el alimento, has de hazerte cargo de las horas de las accessiones,
de los fríos de tercianas y quartanas y de que unas se adelantan y otras se
retardan, y con este conocimiento has de anticipar la comida como unas dos
horas y que ella sea noderada. Después se deve contar con la declinación bien
segura de la fiebre para dar el alimento, entreteniendo con cordura caritativa
al enfermo impertinente, que con ansias de beber dará prisa por el alimento,
sin reparar en el daño que se le sigue.
20.
En el tiempo
de dormir el enfermo, después de comer, ay también su más y menos. En el tiempo
del estío, ha de dormir menos que en el invierno. Los melancólicos en todo
tiempo han de dormir quanto pudieren. La vigilia de la noche y el día es cosa
tan reparable como se dexa conocer y es preciso consultar al médico. Tan malo
es el dormir siempre y, para uno y otro, deves estar advertido.
21.
Aunque parecen
remedios leves los /fomentos y las ayudas, has de advertir que deves andar
cautamente con ellos por no turbar ni encender demasiado al enfermo,
considerando que, al cuerpo agravado, qualquier desorden o comoción lo
fastidia. Quando el rigor de los dolores pide muchas ayudas, has de cuidar que
de una a otra passen (al menos) dos horas, aunque he visto observar que passen
quatro. A los que padecen fluxo de sangre, se dan las ayudas muy tibias. En
caso de no obrar, he experimentado una ayuda con una libra de agua caliente con
onza y media de sal y, sobre no ser dañoso, prueba admirablemente.
22.
Si la
enfermedad se agravare y necessitasse de consulta con otro médico, ha de ser
con parecer y gusto del ordinario, y éste, y no el otro, ha de llevar el
govierno y curación del enfermo. Las consultas han de ser en tiempo que
aprovechen, según aquello: Principiis
obsta, sero Medicina par atur. Cun mala per longas invaluere moras. Para
las consultas ha de aver estudiado el buen enfermero todos los passages de la
enfermedad, con la novedad de los /accidentes y complexión del enfermo, y hazer
relación muy verdadera de todo en la primera consulta, por no dexarla
enteramente al médico ordinario.
23.
En las
enfermedades de esta gravedad, deve aver dos o tres orinales muy limpios,
porque importaría mucho tener separada la orina de antes de la accessión, la de
la accessión y la de después de ella. En el invierno, se passa la orina más
aprisa que en el verano y, para mantenerla, se ha de poner el orinal con la
orina en agua tibia que no esté muy caliente.
24.
Si con la
fuerça de la fiebre o otro accidente cayere en delirio el enfermo, se han de
quitar de la celda cuchillos, tixeras, palos y otros instrumentos, teniendo (si
puede ser) bien cerradas las ventanas. Lo mismo quando la sed del enfermo es
muy grande, quitando no solamente la agua y el vino, sino qualquier otro licor
potable, hasta la misma orina. En estos casos se aplican remedios somníferos, porque
no ay cosa como el sueño para socorrer a los sitibundos. Este es un trabajo
/muy grande para un pobre enfermo; puedes socorrerlo con gargarismos de agua
tibia, para limpiar la boca, y luego otros de agua fresca, con unas gotas de
vinagre, para recrearlo. Assimismo, alguna ciruela passa que tendrás en agua.
Algunos bocadillos de limón conservados con azúcar y unas gotas de agua rosada,
granada agridulce, xulepe de agrios de limón o de cidra, o unas hojas de
azederas bañadas en agua, &c.
25.
A los que padecen
mal de asma, no se les permita estar en la cama supinos, sino de un lado y, más
en particular, si tienen accessiones, porque corre gran peligro de sufocarse.
Ni dexarlos dormir quando la tos es violenta y baxa de la cabeza el catarro,
por el mismo riesgo. Pero quando la tos es moderada, es remedio el dormir.
26.
A los que
toman el azero, no se les dexe hazer exercicio hasta aver reposado un buen rato
o aver dormido, si pudiere ser. Si se teme de vómito, es buena precaución tomar
primero una cosa ligera, como un mazapán, pasta real o un vizcocho mojado en
vino. /Sobre todo, para tomar este remedio ha de ir bien del cuerpo y, si no
fuere, es preciso advertirlo al médico. Después de un moderado exercicio, sin
sudar, ha de reposar un rato y no tomar alimento que no ayan passado quatro o
cinco horas después de el remedio. Mientras se toma el azero, no se ha de
dormir entre día ni se ha de beber, y las cenas han de ser ligeríssimas. Y esta
misma orden se ha de guardar con los que toman sueros, leches, &c., procurando
que estén alegres, porque en éstos y en los que toman baños, es más nociva que
en otros la enfermedad de el ánimo. Unos y otros estarán advertidos de
guardarse del aire, de hazer moderado exercicio, de no sudar, de no adormir
entredía, de beber templado, comer de enfermos y huir de frutas y cosas verdes
y crudas.
27.
En los
remedios fuertes, como vexicatorios, ventosas saxadas, botones de fuego,
&c., estará advertido el enfermero de las fuerças y virtud del enfermo para
proponerlo al médico, porque tal vez estos remedios passan de inútiles a ser
dañosos. /Pero si la enfermedad es somnífera o letargo, ya es otra cosa. Las
unturas, friegas, fomentos y remedios semejantes se hazen antes de la comida y
cena.
28.
En las
enfermedades sospechosas de contagio, no entre el enfermero estando en ayunas.
Huya del aliento y maneje al enfermo sin temor, pero lo menos que pueda sin
ofensa de la caridad; use mucho del vinagre rosado y lleve por las manos
algunas confecciones odoríferas.
29.
Quando la
enfermedad es muy grave y passa a peligro, deves estar muy sobre ti y sobre el
enfermo, observando las mudanzas del pulso, las respiraciones, los ojos y el
semblante para informar al médico. Deves observar los quatro tiempos del día,
esto es, quando sale el sol, al medio día, a la tarde y media noche, porque en
tales horas se ven varias mutaciones. En estos estrechos, no has de fatigar al
enfermo con que tome alimento, sino mantenerlo con cosas ligeras y frequentes.
30.
En quanto a lo
espiritual, no he querido /meterme sino solamente en lo que me parece muy
preciso para un buen enfermero. Porque como los prelados y otros religiosos
visitan frequentemente a los enfermos y oyen a los médicos y enfermeros, deven
hazer juizio y consulta sobre la pronta administración de los Santos
Sacramentos, del desengaño del peligro y de los cuidados del alma. Más no por
esto estarás tú fuera de esta obligación, deviendo advertirlo quando conocieres
el riesgo por los varios accidentes y distintas especies de enfermedades.
No deseo serte molesto, sino
hazerte advertido. Estos 30 Avisos me han parecido inevitables, aunque digas
que son impertinentes. Más no por esso has de omitir el ver y leer con cuidado
lo que dize nuestro Venerable Padre Murillo en su Escala Espiritual, tratando del oficio de enfermero. Él es un cargo
pesadíssimo, de sumo cuydado y de conciencia, pero si miras a Dios, a lo que
dize N. P. S. Francisco y a lo que obliga la caridad, es un yugo muy suave y
una carga muy /leve, porque todos los trabajos de esta vida son un breve momento
en consideración del premio de gloria en la vida eterna. Esta sola christiana
reflexión podrá animarte y consolarte, porque vivirás engañado si esperas o
piensas en otra cosa. Vale.
Tu
Hermano en el Señor. Fr. Diego Bercebal.
/Aprobación del R. P. Fr. Joseph Antonio de
Hebrera, Predicador General, Ex Difinidor y Chronista de la Santa Provincia de
Aragón y del mismo Reyno, Ex Secretario General de la Orden y Padre de las
Provincias de Santiago y de Aragón de la Regular Observancia de Nuestro Padre
San Francisco.
Que sea la
verdadera Caridad un sacro inextinguible ardor, que no se dexa apagar ni con la
violencia de los vientos ni con los ímpetus de las aguas, nos lo enseñan con
los Santos Padres las divinas y humanas letras. Aunque tenemos tan prácticos
como milagrosos exemplares para prueba de la vivacidad de esta amantíssima
llama, bastará por aora la Obra presente, que pocos meses antes de morir
escrivió por orden superior Fr. Diego Bercebal, religioso lego y enfermero
mayor de este Convento de San Francisco de Zaragoça.
Como paisano
mío y criados juntos en nuestra primera edad, condiscipulos de las /primeras
letras, puedo dezir que salió de las aulas más que mediano latino, con un Numen
poético tan valiente como contestaron algunas obras suyas quando de edad
adulta, y puesto en las erudiciones de las letras humanas. Estudió la
Philosophía en la Universidad de Zaragoza y, si no lo huviera dominado su
belicoso genio, no huviera sido menos plausible por la pluma que lo fue por la
espada.
Movido del
marcial impulso, quando ya tendría 24 años fue a Barcelona, sirvió de
aventurero en el Regimiento de Aragón y en aquella sangrienta guerra contra la
Francia (en el reynado de el Señor Carlos II) se adelantó tanto en los combates
y mayores peligros, que mereció con el común aplauso muy especiales
certificaciones de sus xefes. Sacáronlo de aquel exército sus grandes
travesuras en duelos de honra, en que siempre fue muy afortunado. Passó a
servir a la Armada Real, llamado de sus parientes, cavalleros bizcaynos, en
donde tampoco pudo mantenerse porque no tenía condición para /sufrir la menor
palabra, como imaginasse que le tocava en el punto. Él hizo de manera que no
estando seguro en los dominios de España, passó al Imperio, a la famosa Guerra
de la Hungría y, favorecido de el Marqués de Burgo Mayne, embaxador del Rey
Católico en la Corte del Señor Emperador Leopoldo, pudo mostrar su gran valor,
con distinción tan singular que mereció el noble grado de Coronel.
En la escuela
de tantos y tan graves peligros, quiso nuestro Señor que aprendiesse las
eficacias del desengaño y, ya con otros impulsos, depuso el exercicio de las
armas, sacó carta del Señor Emperador para el Rey Católico, no solamente para
vivir con seguridad en España, sino para lograr grandes honores. Truxo
certificaciones de sus xefes principales y cartas de mucho aprecio de el
Marqués, su valedor, para aquellos que más le podían favorecer. Con todas estas
prevenciones, vino a parar en su casa, sin pensar en ir a la Corte, mostrar los
papeles de sus servicios ni remitir ninguna carta de aquellas que /miravan a su
conveniencia y favorecían a su persona. Lo que hizo fue llenar de assombro con
su exemplaríssima mutación a los paisanos, amigos y parientes, disponer las
cosas de su casa, en que él era el único, y tratar de su vocación con personas
religiosas y espirituales, hasta que bien assegurado passó a pedir el santo
hábito de N. P. S. Francisco, para religioso lego.
Dexó en la
prefessión el nombre de Juan y tomó el de Diego, como empeñándose
religiosamente a imitar al glorioso San Diego, frayle lego también en nuestra
Religión. Imitó con gran fervor al Santo en sus más señaladas virtudes y,
especialmente, en la caridad con los enfermor, empleo que siempre tuvo en los
principales conventos de la Provincia. En todo se aplicó tan llenamente a la
mayor satisfacción de esta obediencia que como de propósito se puso a estudiar
la Química y la Medicina, con tanto consuelo de los religiosos enfermos, y aún
de los seglares devotos, que se tenían por prodigiosos los efectos de las
medicinas y remedios que con /aprobación de grandes médicos aplicava. Este fue
el motivo de mandarle escrivir este Recetario
Químico, quando, ya muy quebrantado de salud, porque no se sepultassen con
él sus grandes estudios, trabajos y experiencias que en beneficio de los
enfermos avía adquirido en tantos años de enfermero. Poco después de aver
concluido esta pequeña obra, con el ánimo de dexarla assí manuscrita, como
alaja de la Enfermería, para el uso de los enfermeros curiosos y aplicados,
murió con mucho exemplo en el año de 1707, en el mes de octubre.
Con estas
breves noticias de la vida del autor, de sus grandes talentos, estudios
químicos y médicos, fundados sobre competente latinidad y philosophía, con
muchos años de experiencia y de práctica, se haze muy recomendable esta pequeña
obra para ser más estimada de los hombres peritos y doctos en las facultades
sobre que se funda. Si la huviera escrito con la reflexión de sacarla a luz y
de imprimirla, no dudo que sería obra más magistral y dilatada, estendiéndose a
los /grandes secretos y experimentos químicos que tenía observados. Fue, en
fin, un argumento de su ardiente caridad, probándola ser inextinguible, pues,
continuamente y después de su muerte, está assistiendo a los enfermos como si
estuviera vivo. Hízoles en la Dedicatoria un elyxir espiritualíssimo para
confortarlos y consolarlos en sus dolencias y conflictos, animándolos a la
verdadera conformidad y resignación. Dexóles para su alivio quantos remedios
pudo alcanzar su estudio y su experiencia contra varias enfermedades, con el
modo y magisterio de extraerlos y manipularlos. No bien satisfecho con todo
esto, hizo una larga instrucción para los enfermeros, que si se aplican a
estudiarla, no ay duda en que será de notable consuelo para los enfermos y aún
de los enfermeros mismos, por la mayor satisfacción de su obediencia y oficina.
Todas esta
razones movieron el ánimo de nuestro devotíssimo hermano y síndico, D. Miguel
Pasqual, para dar a la estampa este Recetario. Avrá quien imagine que la
/grande amistad que tuvo con el autor, mientras vivió en este Convento de San
Francisco, pudo moverlo para hazer la impressión. Pero quien sepa y conozca los
fondos de su devoción y afecto cordialíssimo a nuestro seráfico Patriarca y a
sus religiosos hijos, dirá fácilmente que este es uno de los fervorosos
primores de su piedad, pues no bien satisfecha con lo que assiste y favorece al
Convento y a los religiosos sanos, passa a favorecer y assistir a los enfermos.
Por todo lo qual, y porque no hallo en la presente obra cosa contra nuestra
Santa Fé y buenas costumbres, la juzgo digna de la licencia que se suplica al
Muy Ilustre Señor Dr. D. Félix Perfecto Casalete y Abos, Arcipreste del
Salvador, Dignidad en la Santa Iglesia Metropolitana Cesaraugustana,
Cathedrático de Prima de Cánones en la Universidad de Zaragoça, Provisor y
Vicario General de este Arçobispado, &c. Assí lo siento. Salvo, &c. En
este Real Convento de San Francisco de Zaragoça, en 7 de enero de 1713.
Fr.
Ioseph Antonio de Hebrera.
IMPRIMATUR.
Casalete, Vic.
Gnlis.
/Aprobación de el D[r]. D. Nicasio Marcellán y
Ordóñez, cathedrático de Prima de Curso en la Universidad de Zaragoça y socio
de su Real Colegio.
De orden del
Ilustre Señor D. Francisco Aperregui, Cavallero del Hábito de Santiago y
Regente la Real Audiencia de Aragón, he visto el Libro intitulado Recetario Medicinal. Su autor, Fr.
Diego Bercebal, y no solamente es de mucha utilidad y provecho para socorrer y
curar los pobres y afligidos enfermos de varios accidentes, sino aún de los más
desesperados, pues en él se hallan remedios tan seguros y eficaces que han
sacado victoriosamente de las últimas agonían a muchos moribundos. Y prevengo
que no es querer ensalzar al autor (era humilde religioso) ni exagerar los
remedios, sino dezir la verdad, pues variaz vezes los he experimentado en casos
deplorados con felicíssimos sucessos. Y, por otra parte, no se encuentra en él
cosa que se oponga a las Regalias de su Magestad. Por lo qual se le puede dar
la licencia de imprimir. Assí lo siento. Salvo, &c. En Zaragoça, a 15 de
enero del año 1713.
D[r].
D. Nicasio Marcellán y Ordóñez.
IMPRIMATUR.
Aperregui,
Reg.
/Notas o Advertencias a la presente Obra, hechas con
singular reflexión por el inteligentíssimo Maestro D. Atilano Thomás Manente,
ciududano (sic) de Tarazona.
Todas las
graves razones que me proponía mi insuficiencia para no poner la mano en la
presente Obra, o bien como censor o sea como escoliador, se vieron vencidas por
la grande autoridad de quien me mandó que la viesse y (por lo que podía
sufragar a los dolientes y enfermos) la declarasse en aquellos lugares que se
necessitasse de más luz. Fuera de esso, me persuadía con tierna eficacia la
buena memoria del P. Fr. Diego Bercebal, mi caríssimo amigo desde su niñez y
florida mocedad y, más especialmente, después que professó en la Seráfica
Religión de mi Padre /San Francisco. Todos le conocimos seglar, estudiante,
ingenioso, discreto, fuerte, valeroso y militar, con señalados créditos en
Cataluña, en la Armada Real de España y en la Hungría, quando en el Imperio de
Leopoldo I era el famoso y triunfante Teatro de la Guerra contra el formidable
poder de los turcos. Señalóse en todas las funciones más arriesgadas en que se
halló, en tantas y tan sangrientas Guerras, saliendo con la vida, de otros no
menores peligros, de duelos particulares que, en España y fuera de ella, lo
hizieron tan ruidoso. Bolvió a la Patria y, quando parecía que avía de correr
con grande altura por la carrera militar, se declaró con admiración de todos,
herido su coraçón con la flecha del santo desengaño y con los soberanos
impulssos de tomar el Hábito de Religioso Lego en la Orden de mi Padre San
Francisco.
Ya professo en
la Religión, lo pusieron en el oficio de enfermero en que, sin olvidar las
eficacias de su natural, mostró con la aplicación y el estudio el cargo que se
hazía /para cumplir más exactamente con su obligación. Todo era efecto de su
caridad, y, por satisfacerla más bién, començó a comunicar y consultar remedios
con aquellos maestros y personas que le podían instruir.
Tomó su primer
principio en la ciudad de Huesca, en la Casa de los señores Lastanosas, donde
se introduxo por este fin, por ser tan notoria la afición de aquellos señores a
secretos y remedios exquisitos que alcançaron con la experiencia y comunicación
de los primeros hombres en la Química y Medicina, assí estrangeros como
naturales. Allí le revelaron el espíritu que pone en las ocho Secciones del
Capítulo primero de este Recetario,
bien que aquellas noticias las amplió después mucho más, como luego diré.
Vino a Tarazon
el P. Fr. Diego y comunicó conmigo lo que avía adquirido en Huesca y, con
ingenuidad, le dixe lo que mi cortedad alcançava sobre aquel assumpto, y lo
puse a mi modo en alguna práctica con las noticias que yo tenía de experiencias
propias. Quando más metido en estos estudios, en /Tarazona, y muy adelantado en
ellos, le mandaron sus superiores ir a San Francisco de Zaragoça con el oficio
de enfermero mayor de aquel Real Convento. Prosiguió allí con más oportunidad
con sus exercicios, consultando con hombres doctos y peritos en estas
facultades, y logró verdaderamente la ciencia y la experiencia que no han
alcançado ni logrado muchos que se tienen por maestros de esta prefessión.
Quando ya muy quebrado de salud, le mandaron escrivir la Obra presente, para
consuelo y remedio de los enfermos, movidos los prelados por las quasi
milagrosas curaciones que avía hecho con sus remedios en varios peligros y
aprietos de desauciados con el dictamen de los médicos.
Remitióme este
Recetario (como ya dixe) para que yo
lo viesse y dixesse alguna cosa sobre él, una persona de muy grande autoridad,
a quien yo respeto con singular veneración y huve de dar por vencidas las
escusas que me dictava mi proprio conocimiento y suma desconfianza, y tomar la
pluma para escrivir lo que se verá. Lo cierto es que estimé /mucho al P. Fr.
Diego por sus grandes virtudes y ardiente caridad con los enfermos, fuera de la
particular amistad que professamos desde la niñez y, juntando esta razón con
las que llevo dichas, tendré mayor disculpa con los que notaren el arrojo de
meter la mano en obras agenas.
Dividió su
Obra en diez Capítulos y los Capítulos en varias Secciones. Para dezir lo que
entiendo con claridad, seguiré el mismo orden, començando por el primer
Capítulo, cuyas ocho Secciones tiran a una misma medicina, dividida en un
espíritu y en una tierra.
Advertencias al Capítulo Primero.
Ya dixe cómo
los señores Lastanosas revelaron este secreto a nuestro autor, que lo guardava él
tan inviolablemente que no me lo huviera comunicado (en mi juizio) a no
avérmelo oído primero y hallarme trabajando en él por el siguiente motivo. Vi
yo unas palabras de Helmontio, citadas de Miguel /Hetmulero en el Comento de Ludovico Daniel, en la Dissertación primera, fol. 149, que
dize: Si nitrum figi, & converti in
terram insipidam possit emergere, inde egregium remedium. Confiesso se me
llevó la atención solo el considerar se podía sacar un gran remedio del nitro
convertido en tierra insípida, pero me quedó la duda para qué enfermedad podía
ser tan gran socorro y, passados algunos años, hallé mi deseo en Federico
Orffman, en el Libro 3, en el
Capítulo XXIII, que dize: Omne venenum
pestilens arsenicalis naturae esse, experientia constat. Iam nihil magis
arsenico contrariatur atque nitrum, non tamen communi, sed philosophico
praeparatum modo, dum in terram convertitur albissmam, omne venenum, instar
magnetis, in corpore humano attrahit, & expellit.
Y, como es
notorio a los versados que el nitro al arcenique le destruye su acritud, que es
la causa de su veneno, y lo reduce a insípido, pude assegurarme de ser medicina
admirable y mayormente quando le quita lo ultimado del sabor acre, pues todo lo
ultimado /de los sabores, según nuestro Hipócrates, son venenos: Fortissimum est inter dulcia dulcissimum,
inter amara amarissimum, inter accida accidissimum, &c.
También
nuestro Mesué, en el Canon XXIV,
enseña que: Iudicia, quidem, quae sunt de
esse saporum, magis sunt superinvestiganda malitia & bonitate medicinarum.
Y, en el Canon siguiente, pone en
primer lugar lo acre con todas sus operaciones que son venenosas. Y en el Canon XXXV, dize que deves saber, Quod deteriores sunt, in quibus est acuitas
pura, sicut euphorbium, & Mecereon, que éstas son venenosas.
También es
notorio que el arcenique es volátil, pues en el reino mineral es único, pues no
se halla otro volátil, y el nitro lo haze fixo, remedio grande en los
cancerosos, pues destruye todo su veneno, y el cómo es para otro lugar.
Estos fueron
los motivos que tuve para aplicarme a trabajar en el nitro para conseguir esta
tierra insípida de Helmontio, y como a estos grandes hombres se deve atender /a
su modo de hablar, que dize: Emergit, que es sacar del agua, empeçé su obra por
ella y, viendo algunos espíritus, puse cabeza en la olla para recogerlos, y los
primeros conocí en el color ser distintos que los segundos y, probando algunas
dissoluciones, hallé que los primeros eran los espíritus que dize nuestro Fr.
Diego. Llevéselos y vio su secreto ya en mi poder y, despúes de conseguir la
tierra insípida, le dixe el modo cómo se avía de hazer. Púsose en la obra y no
lo pudo conseguir, pero después la executaría en Zaragoça, según veo en su
librito.
Ya se
desengañó no ser lo que en Huesca le dixeron ser: el Anima mundi, la Avícula de
Hermes Trimegisto, el Alchaest, la Agua de la vida de Alderete, el Dissolviente
universal y tantos nombres como le han puesto diferentes autores, assí antiguos
como modernos, sino ser un espíritu excelente a muchas enfermedades y dissolviente
a sus materias homogéneas. Siempre he dudado lo aya conseguido alguno, pues
tendría una medicina universal, y lo he tenido siempre como /primera materia
del philosopho, que todos la dan por cierta y ninguno la ha visto: Una substantia quae fundamentum praehet
accidentibus, quae sine illa sustineri non possunt, que tampoco, porque
aunque a la razón sean ciertas, no las percibimos a nuestra vista.
Es, pues, este
espíritu, a mi parecer, el espíritu de la sal común, pues, aunque se extrae del
nitro, éste siempre tiene mucho de sal común y, mayormente, como lo hazía
nuestro Fr. Diego, porque siempre lo sacava de los caldos cansados de los
salitreros, que abunda mucho de ella o, por lo menos, de salitre informe, que
no acabo de recibir los átomos nitrosos que siempre volitan en el ayre para su
perfección; y éstos los arrojan por inútiles a su obra, o porque el nitro y la
sal tienen su principio de una misma tierra, que ésta es su primera materia,
con apetencia a recibir, o espíritus nitrosos que volitan en el ayre, o
sulfúreos, que vaguean en la tierra, y éstos constituyen o sal común o nitro,
aunque a estos mixtos alguna cosa no se les allegue de entrambos espíritus,
pues al nitro, por puro que /sea, se le hallan espíritus de sal y a la sal
espíritus de nitro y, por esta razón, crepita al fuego. Dízelo Miguel Hetmulero
in dissertatione I. Commentarii Ludovici Danielis, que Origo decrepitationis est, quia sali communi
adheret parum salis nitrosi; unde que madmodum nitrum quodvis strepitum edere
solet, ita & propter ejusdem annexum illud phoenomenon in sale communi
reperitur.
También lo
podrá ver el artífice que abstraiga estos dos espíritus de sal común y de
nitro, porque del nitro saldrá alguna porcioncilla de los espíritus de la sal,
y de la sal algunas del nitro, aunque no los percibirá sacándolos comúnmente,
sino con otro método sublimioris ordinis,
y que para que no pueda aver duda en ellos, el uno dissolverá el oro y no la
plata; dissolverá la plata y no el oro, el otro.
Vuilis, en el
Cap. X. de Fermentatione, hablando de
la distilación del nitro, dize que: Extillatur
liquor acetosus corrosivus, qui metalla pleraque, etiam aurum dissolvit. No
porque dexava de saber que al oro no lo podía /dissolver la reacción, sino la
homogeneidad y espíritu que dissuelve a los otros metales, no puede al oro,
sino que sabía que el espíritu del nitro tiene en sí algunos de la sal común
que constituyen Agua Regia, dissolviente proprio suyo y no de los otros. Siendo
como es tan notorio a todos que sin la Agua Regia no puede dissolverse metal
tan noble, y Agua Regia es la que tiene aderencia con los espíritus de la sal
común.
Entre los
espíritus de los minerales, el más noble y mejor es el de la sal común, porque
éste, para constituir este mixto, encontró con una tierra noble y pura, y la
aderencia de los otros encontró con otras que no lo eran tanto. Véase el
azufre, que la encontró pingue y oleosa, y constituye azufre, y en esta
aderencia perdió alguna cosa de lo que era. Y, si encontró algún mineral,
constituyó vitriolo, y su espíritu no es tan perfecto, porque aliquid adhaeret del metal. Y, si
encontró alguna materia faxea, hizo alún, y también fue lo mismo.
Es, pues, este
espíritu el mejor de los /minerales, y sus virtudes son muchas y buenas, pues
él es diurético perfecto, extingue la sed, refresca universalmente y se opone a
todo calor estraño, incidiendo y atenuando lo crasso de los humores; por fi se
le deve dar la primacía a todos los espíritus áccidos minerales por su
naturaleza. Y aora se resta el saber su manipulación, y para passar a su tierra
a dezir de ella alguna cosa de lo que es, y no del todo, aunque se ha escrito
mucho por experiencias.
La materia es
los caldos cansados que dizen los salitreros, que por inútiles los arrojan, y
éstos, evaporados, como dize nuestro Fr. Diego, hasta espisitud de miel se
pondrá cabeça de vidrio, y con poco fuego irán subiendo estos espíritus, hasta
que aparezca en la cabeça de vidrio algo de color rojo. Quita el recipiente y
pon otro, y continúa el fuego quanto quieras con más violencia y, quando no
veas subir vapores rojos, aparta el recipiente y cabeça y echa agua hirviendo a
la materia; evapora y da fuego fuerte y, en estando la materia bien calcinada,
sácala de el /fuego, que después te diré lo que deves hazer con ella.
Estos espíritus
son dos y los has sacado de una misma materia. El primero es el noble, que
tengo por espíritu de sal común, y el segundo por espíritu de nitro. Guárdalos
separados y haz prueba en el primero, echándole dos o tres panecillos de oro y,
si los dissuelve, es el espíritu que buscas, sin mezcla del segundo, y úsalo en
lo que tengo dicho. El segundo también por espíritu de nitro, en las
operaciones, tenlo como a tal, y vamos al remanente.
Toma essa
materia bien calcinada, muélela en el almirez o mortero y haz polvos, y los
echarás en barreños o cazuelas grandes y, sobre ellos, pon mucha agua y
rebuélvelos bien con la mano o cucharón; dexa aposar bien la agua hasta que
esté clara y sácala por decantación; buelve a echar otra, haz lo mesmo y, en
estando clara, viértela y repite esto hasta que el agua no tenga gusto de sal;
pon la materia a secar y, en estando seca, muélela y pássala por cedazo de
cerdas, y los polvos /ponlos en olla de tierra sin vidriar, rodéala de carbón
y, con mucho fuego, calcínala por seis o ocho horas, pues quanto más se
calcine, mucho mejor, advirtiendo que de poca calcinación no harás medicina
segura y, por mucho que sea, siempre gana para la seguridad en su obra. Sácalos
y lávalos otra vez sola, y ponlos a secar y, en estando secos, muélelos y
pássalos por cedazo de seda y guárdalos para el uso.
Te advierto
que dentro de una redoma se conservan mejor, por no estar tan expuestos a
recibir átomos que le buelvan a impregnar. En passando como seis meses, puedes
bolverlos a calcinar y lavar, y reducirlos a polvos, para tenerlos con tod el
seguro. Ya nuestro Fr. Diego da el modo y solo se advierte que las
calcinaciones sean grandes y de mucho tiempo, pues está la perfección en ellas.
Y también se advierte que la materia esté pura antes de entrar a hazer los
espíritus y las calcinaciones, y, con esto, te escusarás de que aya arenas ni
otra materia estraña, sino que saldrá la remanencia muy limpia y se hará más
pura la medicina.
/La dosis
serán dos dragmas para los adultos y, según fuere el enfermo en edad, quitarás
a discreción, según más o menos años tuviere.
En sus
virtudes, aunque yo no tuve más experiencias que fueron en tres enfermos; el
uno, de un dolor de costado, con una fiebre maligna que en tres vezes que los
tomó se libró de todo, con una larga evacuación de orina que passó los
colchones de la cama y corrió al suelo y, aunque el paciente tenía más de
setenta años, en día y medio quedó como si no huviera tenido tal enfermedad.
El otro, con
otra fiebre maligna y delirio y, aunque se desgració, hizo la operación tan
excelente que en menos tiempo se vio con fuerças para que el médico lo mandara
sangrar, lo que no pudo ser el día antes por las pocas fuerças que tenía, y por
la noche se desangró de modo que murió luego.
El otro fue un
niño del pecho con alferecía, que, dados desleidos en una poca de leche de la
madre, estuvo bueno. Pero nuestro Fr. Diego ya hizo alguna y aora tenemos
muchas /más, ya experiencias en Madrid, ya en Italia por aver traducido un
librito en español de Gerónimo Chiaramonte, médico siciliano, con el nombre de Elyxir vitae, y éste, sólo con
experiencias suyas autenticadas con autos de escrivanos, en los hospitales de
Florencia y Nápoles, y otras en Madrid por médico grande, en una Aprobación que
hizo mandado y en ella ocultó su nombre. La impressión fue el año 1706, en
Madrid, y puede ser aver tenido yo parte en aver salido al público remedio tan
grande por aver tenido comunicación con Don Juan de Cabriada, médico de Cámara,
y ver el secreto suyo revelado, que creo fue el que lo huvo por un médico
alemán, con quien tuvo estrecha amistad y no otro ninguno. Allí se podrá ver en
variedad de enfermedades que por su generalidad parece medicina universal,
aunque yo la tengo por una tierra virgen desposseída de áccidos nitrosos que
constituyen nitro, o sulfúreos, sal común y, por la apetencia que tiene de
bolverse a impregnar y constituirse mixto, recibe átomos que son /causa de la
enfermedad y, arrojándolos fuera, quedan libres, y, como es axioma común en la
Medicina que quitada la causa se quita el efecto, obran con esta maravilla;
pero, para mí, pure passive, por no
aver en ellos sabor ninguno, ni olor, causa de virtudes activas y por ver, que discessu temporis, que pueda recibir
algunos átomos, y por ver que la seguridad está en mucho fuego que despoje del
todo los átomos que tenía; la contemplo de esta suerte. Y, si por desgracia, no
están privados de éstos, ya por recibibar, ya por deficiencia en su
manipulación, no obran con aquella seguridad que se ha visto, echando la culpa
a la Medicina, teniéndola quien la dispensa, y assí encargo en su reposición,
sea en vidrio, que es materia menos porosa y se podrán más tiempo conservar con
perfecta virtud; y también que el fuego y calcinaciones sean muchas, pues por
él y por ellas no se pueden empeorar, antes bien, mejorarse mucho. Contemple el
lector esta particularidad, para darle a esta tierra virgen lo que merece, pues
en los mixtos sólo el oro tiene /tan gran prerogativa, que el fuego lo
purifique, quitando lo que tiene de estraño de otros metales.
Cada qual
puede a su modo llamarle como quiera, o Primer Materia, o Álcali que aguarda la
introducción del áccido para informarse, que yo sólo digo que es una tierra
despegada de los átomos que informavan a ella en salitre o sal común y, por
aquella apetencia, la llamo tierra virgen, y por la misma se introducen los
átomos del cuerpo humano, que son causa de enfermedades pestilentes, como dize
Orffman, que Omne venenum in corpore
humano arsenicalis naturae esse debet, experientia constat, y, introducidos
en ella, dexan las partes sin el veneno que le ofendían.
Advertencias al Capítulo Segundo.
El Capítulo
II. lo divide en quatro Secciones, y en la primera, que la intitula de Purgantes espagíricos o químicos, pone
las píldoras de ammoníaco de Quercetano, /composición muy buena y aprobada de
todos. Y, aunque es verdad, su autor dize que la mirra se dissuelva en vino,
pero tengo por mejor que se escoja y se reduzga a polvo sutil y con el
ammoníaco dissuelto como lo dize, y los demás polvos, se unan y forme masa de
píldoras en mortero de piedra con mano de madera. Dexo de poner la razón que
para esto ay, por no alargarme, y también el no ser composición espagírica sino
mero galénica en su práctica.
El magisterio
de Escamonea lo tengo por medicamento seguríssimo y perfecta corrección de este
simple por su manipulación, porque su malicia está en el sabor agudo y amargo
que tiene, y este sabor agudo le viene de la condición de substancia aquea, por
ser zumo inspisado de yerba que da leche, y estas yerbas que dan leche son
agudas y, por esso, cáusticas y maliciosas, y, después de quitado este sabor,
queda en benigno medicamento al purgar. Ya tengo citado a nuestro Mesué, y, por
el dicho que los medicamentos que tienen el sabor agudo, son del todo malos, y
/menos malos, los que son puré amargos, y, para explicarse mejor, dize que: Acetum est facile inflamabile, mordicativum,
penetrativum, adustivum, excoriativum, &c. En la dosis y modo de darlo,
me ha parecido bien. En la práctica de hazerlo, me parece que a la primera
dissolución y precipitación, queda perfectamente puro y benigno, por apartarse
la sustancia láctea de la resinosa, la que le haze a esta medicina ser
violenta.
La Purga del
Rey de Francia y Xarave incorruprible, que pone en la misma Sección, a fol.
35., no me parece bien, por ser dissoluciones con el espíritu de vino y no aver
precipitación y quedarse dissuelto con todo lo que antes tenían los mixtos.
El Régulo de
Antimonio, que pone en la misma Sección, al mismo folio, lo tengo por bueno por
ser como el stellato y dezir no mueve por vómito.
El extracto de
Eleboro es medicina admirable. El modo de hazerlo con perfección es como
Zuvelfero lo haze, que es del espisamento sacar la essencia con espíritu de
vino, /y, de ella, extracto, pues en estas operaciones se va lo volátil, que es
donde más reside su actividad y queda el extracto perfecto y seguro, que yo he
dado un escrúpulo en una enfermedad de manía, con felicíssimo sucesso. Y lo que
compone, con la masa de píldoras de ammoníaco de Quercetano, dos escrúpulos,
uno del extracto y tres granos del magisterio de escamonea; es compuesto de
Miguel Ettmulero, pero admirable por gran virtud y para el mismo efecto, y
mayormente si tiene su origen de alguna obstrucción en los hipocóndricos de humor
melancólico.
En la tercera
Sección, a fol. 46., trae el precipitado por sí; es de Zuvelfero en la Mantissa Spagyrica. Él trae pintada la
forma del vaso y lo haze con poco fuego, y igual, pero de muchos días, y
nuestro Fr. Diego, con mucho fuego, abrevia la obra, pero a mi parecer, aunque
su efecto sea bueno, sería mucho mejor quanto más puro pongas el mercurio en la
operación, porque no se puede dudar que él se lleva consigo quanto encuentra de
minerales, y, en particular, de los /metales, por ser pariente de todos ellos.
Aconséjase se
lave muchas vezes con vinagre y sal, y, después de enjuto, con los espíritus
del vino en un barral menearlo bien o agitarlo quanto se pueda. Pero, para
mayor medicina, sublimarlo siete vezes y otras tantas revivificarlo y, de esta
forma, amalgamarlo con el oro puríssimo, y se puede hazer la precipitación como
está dicho, y quedará medicina grande, que, a mi parecer, si passas adelante,
aún hallarás más que medicina para afectos varios.
En la Sección
4., a fol. 52., pone los Antigálicos Galénicos y administra nuestro Fray Diego
muy buenas recetas; pero las mejores son aquellas en que la zarza y palo santo
entran en polvo sin aver passado por cocimiento, porque en él pierden mucho de
su virtud contra este morbo. La razón es porque estas dos medicinas están
compuestas de unos álcalis volátiles que pugnan con los áccidos de este morbo,
y en el cocimiento se va su mayor parte y, por esto, no obran con la valentía
que los polvos por tenerlos todos.
/Está fundado
con la razón y experiencia, porque a estos mixtos les da la Naturaleza, con
estos álcalis volátiles, con poca adición de áccidos que en su incremación
pugnem y per liquationem formen la
sal fixa. Haz la experiencia y lo verás; y hazla también de los ajenjos y verás
como da mucha. La razón que ay para esto es que los ajenjos están compuestos de
álcali y áccidos volátiles, y en su incremación per liquationem ay pugna, y de ella resulta la sal fixa, nueva
criatura que antes no estava en la planta; y de la zarza, palo santo, eleboros
y otros muchos mixtos darán muy poca, o nada, y no es otro sino que la
Naturaleza les dio muy poco de áccidos y mucho de álcalis volátiles, y en su
licuación muy poca pugna, que de ella avía de resultar la sal fixa de entrambas
sales volátiles áccidas y alcálicas. De este parecer son Otón Taquenio,
Juanini, Ludovico Daniel, médico de Saxonia, y éste haze de todos los
vegetables sales volátiles, con el sabor y olor de ellos.
En lo común es
que los vegetables dan /mucha sal fixa y nada de volátil, y los animales mucha
sal volátil y nada de fixa; pero por la experiencia y por la razón se ve que
todos las tienen volátiles y, por no alargarme, no puedo darles la razón, pero
la podrán ver en los citados y la experiencia en la manipulación.
Encargo mucho
tomen para este accidente tan común los polvos, opiata y confección de nuestro
Fr. Diego con discreción y dispuestos, y verán su eficacia en obrar, y también
en los cocimientos su poca fuerça.
En la infusión
de coloquíntidas no lo aconsejo, pues para hazer esta tintura áurea no es
menester más que una dragma en agua común por espacio de dos Ave Marías y
después filtrarla por papel y darla con un poco de azúcar. La tengo de este
modo por muy buena en las fiebres intermitentes para purgas y sé que gozó de
mucho aplauso con dicha purga un médico en una epidemia de fiebres
intermitentes.
Advertencias al Capítulo Tercero.
En el Cap.
III. de Astringentes corroborantes y resolutivos, todo es bueno lo de la
primera Sección, solo que a fol. 60. Pone un Xarave o Elixir corroborante y
astringente y no pone licor o menstruo para sacar la essencia a los simples,
que sin duda fue olvido, y se deve poner algún espíritu, como el de enebro y,
más común, el de vino, y con él sacar su essencia y, después de hecho todo lo
que dize, se podrá usar.
En la segunda
Sección, habla de los opiados y pone que los autores tratan variamente al opio,
pues unos lo precipitan y que éste obra más tardo, y que otros lo castran, con
que obra más corto; otros lo mezclan y que obra menos libre, y que Nicolás
Lemery lo purifica y, por esso, obra con el lleno de su virtud.
Al opio, todos
los autores, assí antiguos como modernos, lo han tenido y tienen por
medicamento venenoso y de los más exiciales y fuertes, y los primeros con
variedad, /atribuyendo su virtud venenosa en la qualidad caliente, por su sabor
amargo, pues a él se le davan. Otros por frío, por fixar los espíritus y por
esta fixación dar el sueño, que con él matava, causa de su frialdad, por ser
efecto suyo de condensar y apretar. Los químicos lo atribuyen a unas partículas
sulfúreas fétidas volátiles, y otros a la configuración de los átomos que
componen al mixto y veneno; y otros han trabajado para hazerlo benigno y suave;
los unos, exalando y fixando estos átomos sulfúreos y fétidos, y los otros
invirtiéndolos a otra configuración, y con esta inversión hazer medicina de
grande utilidad. Los unos se han valido de la obra de la fermentación,
considerando aver en ella y en su movimiento bastante fuerza para levantarlos
al ayre y desvanecerlos, sacando otros benignos que estavan ligados en el
mixto, que no podían lucir, como sucede en el vino, pues en su fermentación se
levantan unos espíritus sulfúreos, muy parecidos a estos que llaman Gas
silvestre, y otros benignos y suaves, que llaman espíritus de vino /aqua vitae otros. Éstos estavan en el
mixto, pero implicados de modo que no se percibían, y por medio de la
fermentación, referando sus materias, se exaltaron y dexaron ver.
A este modo
han tratado al opio para apartarle lo venenoso y sacarle lo balsámico, que
importa a tantas enfermedades.
Otros han
pensado que con la adicción de estos espíritus podían corregir esta
volatilidad, pensando que en ella consistía su malicia, y hallaron los
espíritus áccidos que se oponen y los destruyen, aunque también a la materia
balsámica y, por esso, los llama Ettmulero castración de virtud.
Otros, con
adicción de medicinas, que se opongan al daño que hazen, y a éstos les llama
curar su mala operación; otros, abaxando la volatilidad, presumiendo estava en
ella su condición mala, y se valían de la digestión con las sales fixas, como
de tártaro; otros con materias oleosas para embotar su narcosi.
Unos y otros,
a mi parecer, han adelantado mucho esta corrección tan importante, aunque he
tenido por mejor aquella que ha /procurado apartar aquel espíritu sulfúreo
fétido, que contiene el mixto, y después ponerle medicamentos, que sus álcalis
sean fixos, y para esto me he valido de la torrefacción, no como la han hecho
otros, y Zuvelfero dize que sobre una lámina de yerro, sino en horno de arena,
y en ella una vasija de tierra y con lento fuego que caliente bien la arena;
ésta calienta con moderación la vasija donde está el opio cortado, y con tiempo
a tan dócil fuego va exalando aquel azufre volátil y fétido, y retiene el opio
lo perfecto, de modo que la residencia ha de quedar, para estar bien, con un
olor perfecto a violas moscanas, lo que antes a su lleno era sobrado horrible,
indicio cierto averse despojado de mucha parte dañosa, y con él sacava su
essencia, mezclando en el menstruo alguna porción de sal de tártaro, reteniendo
la materia algo de tiempo para que se reconcentrara y fuera como una
fermentación.
Este ha sido
el modo que he tenido para hazer esta medicina tan excelente en muchos casos y
que saca a tantos enfermos de los /brazos de la muerte y a los médicos de
muchos casos inopinados, pues, con su gran dirección y prudencia les avrá
sucedido, no siendo para todos el uso dél, ni tampoco para executarlo, por ser
menester artífice, que con razón siga su práctica, no contentándose sólo con
verlo hazer sino con razones que satisfagan a su práctica.
Zuvelfero haze
su láudano opiato líquido, en nombre de essencia anodina, muy celebrada de
Miguel Ettmulero, pues dize que la tiene por lo más precioso que contienen sus
obras, pues cierto que bien pone reparos en la corrección del opio y en la
composición del láudano de muchos autores; véase en su primer tomo a fol. 196.
Nuestro Fr.
Diego dize bien, que hecho el extracto del opio, puro bien y corregido, está ya
hecho láudano, pues para cada afecto se le añade lo que conviene a dicho
extracto y se haze láudano, es a saber, que para cada dosis no sea más que un
grano de dicho extracto. Dízelo Ludovico Daniel y comentándolo Miguel Ettmulero
a fol. 209. /Comentarii dicti Ludovici: Extractum
opii cum aliis mixtum vocatur laudanum; sic v. g. misceatur illud cum extracto
castore, calamo aromatici, vel pulvere analeptico, vel pulvere praecipitante,
aut etiam pulvere cranii humani, cornu cerbi, unicornu vero, vel etiam pro
scopo pectorali, cum extracto Helenii, & Hederae Terrestris, ita idem
diversi mode specificari poterit.
Advertencias al Capítulo Quarto.
En el IV. Cap.
y primera Sección de él, pone nuestro Fray Diego los febrífugos y, los
primeros, los de la quina quinae y, con mucha razón, han de ser preferidos a
todos, que se esmeró la naturaleza contra este veneno de las fiebres
intermitentes, más en ella que en quantos mixtos hasta oy son descubiertos y el
arte ha podido trabajar. Ricardo Morton lo dize muy bien: Verum sicut oriente Sole stellae minores disparent; ita caetera
febrifuga e tribu amarorum, aut alia quavis petita, huic unico locum cedere
oportet.
Pone en la
primera Sección recetas varias de la quina quinae que recogió y con su /aliño
las ornó con excelencia, y en la segunda trae algunos experimentos muy buenos y
de los que ha dado el arte lo mejor. Lo que dize a fol. 78., en donde pone
observación en quanto a los febrífugos de la quina quinae, no me contenta,
porque la adicción del láudano opiato no puede dar eficacia ni corrección en
donde no ay que enmendar, y se deve dexar al escopo del médico prudente, que
sabrá el fin de su adicción.
Advertencias al Capítulo Quinto.
En el Cap. V.
y en todas sus Secciones, trae varias recetas muy buenas y fáciles a la
execución para poderse valer prontamente a algunos accidentes sobrado penosos,
pero en la tercera Sección pone los antipleuríticos y todos muy aprobados por
la experiencia, con el azeite azerado y unturas. También trae el modo de
aplicarlos, que es el todo en su buen efecto, porque si no se aplicaran muy
calientes y se cubrieran con la servilleta quatro doblada, y muy caliente, no
podrían llegar a la parte ofendida, y nótese que si el dolor pleurítico se
mudare a otra parte, síganlo con la misma untura hasta que se /consuma todo. Ya
sé que ay muchos que tienen poca fee en unturas, por parecerles obran tarde,
pero para esso con el modo dicho hazen luego su operación y se puede dar toda
fee a las experiencias de nuestro Fr. Diego; y yo he tenido varias con el
azeite y untura y, en particular, conmigo propio, en una noche. Helmontio, para
dar alguna fee a la incredulidad de algunos, dize: Vidi enim sepius, quartanam; uteri exundationes; melancholiam; dolores
colicos, &c. solis unguentis superata.
Del azeite de
calabaza, con la essencia del yerro, no se puede tener duda en su excelente
modo de obrar, sabiendo tiene el sulphur tan anodino, pues Zuvelfero en su Pharmacopea Regia haze una composición
de laudano opiato sin opio, sólo con el sulphur Martis, más seguro que las
otras composiciones, según su dictamen, y también en su apéndice una essencia
Martis Aperitiva, que después de puesto las limaduras de yerro con los
espíritus de nitro y vitriolo y diluir la masa antes que se ponga compacta, con
la flema de los espíritus de la sal ammónica, haze essencia roja y dize de
ella: Memini enim me tumorem /durissimum
in carpo manus, quam ganglion vocant, sola hujus essentiae applicatione abe
gisse, & sanasse, y todos saben que el Marte se opone a todos los
áccidos preternaturales del cuerpo humano que producen obstrucciones,
esquirros, flemones, estagnando la sangre, &c. y, por esto, es tan eficaz
medicina a todos estos males originados de los dichos áccidos, por ser tan
excelente álcali.
En el ungüento
se pone el hisopo húmedo para resolver con su virtud alcálica a los tumores que
piden resolución; este es medicamento antiguo y lo apreciaron mucho por su
virtud, y aora buelve a su estimación primera por saber ser un alcálico animal
muy familiar nuestro, para oponerse a los áccidos coagulantes que nos infestan
y por obrar tan prontamente y con tanta suavidad en la resolución. Esto lo
saben por la experiencia las mugeres, pues en los tumores que se hazen en las
glándulas del cuello ponen la lana sucia que, aunque lleva tan poca porción de
la materia, han conocido el beneficio, pues, ¿qué será donde está recogida
tanta en el espisamento, que es donde se saca de ella, apartando todo lo /que
se le puede allegar de estraño, a modo de extracto en la depuración?
Me ha parecido
poner a la Sección quinta de colirios uno mío, experimentado, que se compone de
la agua de la cal primera, segunda y tercera partes iguales, es, a saber, de
cada una, una libra, sal ammoníaco media onza y, después de dissuelta, echarla
en una vasija de cobre por espacio de una noche o algo más; sacarla y ponerla
en vasija de vidrio. Esta es la agua saphirina, celebrada, que a mí me ha
probado también; pero mejor a la misma cantidad de las aguas de cal y sal
ammoníaco, sin ponerla en la vasija de cobre, añadirle del azúcar de Saturno y
trociscos blancos de Rasis, sin opio, de cada uno dos dragmas, de blanquete
lavado y preparado en la losa una dragma, de espíritu de vino dos onzas, de
cocimiento de meliloto seis onzas.
Esta es la que
he visto grande efecto, advirtiendo se ha de echar en el ojo de esta manera:
ponerse el paciente en un assiento baxo y levantar la cabeça y ponerla en las
piernas de quien le ha de echar el agua y éste tener un pañito blanco y traído,
y hazer de él un coginete y ponérselo en el estremo del ojo, al /lado del pulso
y, con una vinagera, por el lagrimal echarle unas gotas y advertirle que abra y
cierre el ojo, para que se introduzga todo el colirio dentro dél y, passado
algún poco tiempo, ponerle el coginete encima y que lo tenga buen rato.
Se puede hazer
dos otres vezes cada día y, si huviere nube, se pueden echar estos polvos; con
la punta de un cuchillo o otro instrumento tomar unos pocos de ellos y echarlos
dentro, y que se tenga el coginete buen rato y los polvos son estos. De los
trociscos blancos de Rasis, sin opio, una dragma; de blanquete lavado y
preparado y azúcar de Saturno, ojos de cangrejos, dos escrúpulos de cada uno;
azúcar candí, de sal ammoníaco y estiércol de lagarto subtilíssimo, de cada
cosa otra dragma, y, si tuviere alguna ulcerilla, poner media dragma de azíbar.
He visto hazer
prodigios este colirio y polvos, que los usava un oculista de Madrid que vino a
quitar las cataratas al Señor Obispo D. Blas Serrate, y usó de este colirio a
quantos pobres vinieron y también de los polvos, y su Ilustríssima con su gran
caridad los pagó, y, si eran forasteros, se llevavan de éstos quantos /avían
menester; vi admirables sucessos, pues oy están con vista algunos que antes
estavan ciegos, y por dezir el modo con que los usava y ser recetas muy estimables,
las añado.
En la Sección
sexta de este Capítulo pone diferentes recetas para distintos achaques, todos
muy especiales y suaves para su aplicación y para los accidentes; se pueden
usar seguras por su experiencia y por ser todas medicinas benignas.
Advertencias al Capítulo Sexto.
En el Cap. VI.
de Sudoríficos, aperitivos y diuréticos, pone recetas varias muy provechosas,
con su práctica razonable, para poderlas executar con facilidad, porque la
tintura primera es muy excelente y sin ninguna duda en hazerla; el aperitivo de
Adriano Aminsich, que él le dio nombre de Magisterio, muy apreciable; el
diaforético que no tiene duda en hazerlo, también razonable; vino azerado y
todos los demás que a poca costa y con poca práctica y nada dificultossos en construirlos,
se hallará el alivio a varios casos que en una enfermería pueden ocurrir y, por
ello, preciosos, para que el enfermero, a cada cosilla /no moleste los médicos;
no digo para que sin dirección suya se hagan, sino para que a pocas vistas
suyas se dispongan.
Advertencias al Capítulo Séptimo.
En el Cap.
VII. ay muy pulidas recetas para distintas enfermedades, aunque en la del
cáncer pone nuestro Fray Diego que se disuelva para aplicarlo en agua de
plantaina o llantén (que son estos dos nombres una misma cosa) y en lo que
dize, que le parecía poderse fixar y dulcificar con el Arcano passivo del
primer Cap., no lo podría conseguir por no tener acción activa para oponerse a
su acritud ni volatilidad, porque sólo en el nitro se halla especificada esta contrariedad
y, aunque es verdad que el Arcano es una parte principal del nitro, pero no lo
es el todo, por faltarle aquellos átomos que se constituyen nitro y, por esso,
se dize medicina passiva y obra como tal hasta que se buelva a impregnar de
nuevos átomos y, entonces, obrará como medicina activa.
A mi parecer,
quien haze fixar el Arzenique son los espíritus áccidos, que al tiempo de la
detonación se introducen en su cuerpo y, por la reacción que ay entre ellos en
essa /pugna, resulta la fixación, y mudando de contestura sus átomos, ser
preciso mudar de sabor por la nueva configuración. Sucede lo mismo en las sales
fixas de las plantas que per liquationem
accidi cum alcali se hazen fixas, las que antes eran volátiles y por mudar
sus átomos de contestura mudan también de sabores, porque los sabores dependen
de la configuración de átomos, pues vemos que una misma cosa muda de sabor,
pues en los frutos se experimenta y se ve claro el mudar de sabor en pocos
días, porque en la uba en pocos días se ve esta finomena y no es la causa otra
sino mudar de configuración sus átomos, y en la miel, que discessu temporis, se haze amarga, aviendo sido tan dulce, y la sal
de ajenjos puré salsé, siendo tan
amarga.
Los áccidos no
todos son unos, aunque están comprehendidos en áccidos, ni los álcalis tampoco;
son diversos y, por esso, no todos los álcalis destruyen a todos los áccidos,
ni tampoco todos los áccidos se oponen a todos los álcalis, sino unos tienen
conformidad con unos y otros con otros. El álcali del Arzenique tiene
conformidad o diformidad con los áccidos /del cáncer. Esto se entiende
generalmente en todos; si su obra es por ser conforme o disforme, se ve claro
que se haze por su efecto, pero no el cómo, porque por entrambas cosas puede
consistir la curación; si, por conforme, unidos los dos, preciso ha de ser
passar a otro ente y no dañar; si, por disforme, ha de ser destruyéndose los
dos, y también passar a lo mismo. Lo que vemos es que cura; pero el por qué de
esta acción es dificultoso averiguarlo.
Lo que sabemos
es que el Arzenique es el antídoto del cáncer, de cualquiere modo que se
aplique, ya dulzorado, ya con toda su acritud, el uno con suavidad, el otro con
grave dolor; en fin, se ve la operación perfecta a este grave daño.
Véase en los
polvos con que aquel médico curava este accidente fuerte, que le llamaron el
Médico de los Cánceres, que su receta la pone Harmmonio en su Práctica, que se compone de Arzenique,
ollín y serpentaria, ésta con gran dolor. Véase también a Ettmulero referir la
historia de la Reyna Madre de Francia, Madre del Esclarecido Luis XIV, que oy
vive y viva muchos años, por Juan Aliot, médico y consejero del Duque de
Lotaringia, que de el medicamento /que aplicava, dize: An phenomena carcinomata curari possint, arcano Alchali remedio.
Tengo por muy
constante que su secreto no era otra cosa que el Arzenique fixo y endulçado,
por aver visto curar a un hombre de un cáncer, después de avérsele comido todas
las narizes, a un herbolario nación, con sólo el Arzenique con unos polvos de
azufre embueltos, por aver podido sufrir tan excessivos dolores en las vezes
que se los puso, pues ¿qué harán puestos con el aliño del arte y quitado el
violento modo de obrar? Y assí tengan por gran remedio el de nuestro Fray
Diego, aunque no se atienda al otro modo de fixarlo, por idea suya, y para mí
lo tengo de fee humana ser el Arzenique fixo, por aver visto algunos autores y
sacar de ellos ser el primer remedio para este tan grave mal, el Arzenique
fixo.
Los remedios
que pone para los carbunclos en dicho Cap. los tengo por muy violentos, por ser
cáusticos y no oponerse al veneno de esta enfermedad, con virtud magnética, sino cauterizando al grano y a la
parte. Válganse, pues, del pegado magnético de Angeli Sala o de el Butiri
Antimonii, que qualquiera /de los dos los extirpa brevemente y con gran
seguridad. El primero abstrahendo su veneno, el otro cauterizando sin peligro.
Advertencias al Capítulo Octavo.
En el Cap.
VIII. escrive muy buenas recetas y pone algunas en práctica con muy buen aliño,
aunque en la primera sección escrive un bálsamo solutivo antimaligno, que no
puedo comprehender de donde le viene tal virtud, considerando tal farrago de
yervas de distintas cualidades y tan contrarias unas de otrasm que no se podrá
alcanzar por ellas su virtud. Yo creo que es un bálsamo que en Daroca hazía un
mercader, tal vez dado de alguno de los que corren el mundo, y puesto a
algunos, han podido ver algún buen efecto a fuerça de la naturaleza y no por el
medicamento, por no hallarle de donde le pueda venir tan grande virtud, pues no
tiene ni aún igualdad con el azeite, con ellas, para extraerles sus virtudes,
tan contrarias unas de otras; valga lo que pueda y lo advierto para el que lo
haga, que sepa que los compuestos, especialmente cordiales, corroborantes, epilécticos,
&c. son mejores aquellos que tan /solo miran sus simples al escopo de su
obra, y, por esso, se dize bien en estos versos: Felix simplicibus novit qui tollere morbos, pro quovis morbo est una
vel herba satis; cui tamen ex uno multorum noscere vires, concessum medicas;
ille beatus homo est.
No se deve
entender tan solamente numerice, sino
effective, que estos compuestos,
aunque se construyan de muchos, pero que todos sean para un mismo fin y efecto,
como si son cordiales, con cordiales, si son corroborantes con corroborantes,
porque sería disformidad al compuesto corroborante ponerle simples laxantes,
por ser contrarios al escopo del compuesto.
Tampoco ésta
es regla general en todos los compuestos, pues ay muchos que necessitan de
simples que no miren al escopo del compuesto. Pongo el exemplo en un compuesto
purgante, que en él se necessita de tener presentes cinco consideraciones para
que este compuesto esté perfecto: el vasis o escopo desta obra, que es el
purgar; la conservación de muchos días, que es el azúcar; simples que dirijan a
la parte donde ha de obrar, y correctivos que quiten el daño que hazen los
medicamentos purgantes, y adyuvantes, que son simples /más válidos que ayuden a
los floxos purgantes.
Estas
consideraciones son muy racionales en estos compuestos, pero en aquellos que no
ay que corregir, dirigir, ni adyuvar, porque los simples que le componen son
benignos, ellos se van a la parte a donde han de obrar; ellos tienen toda su
virtud entera; no necessitan de otros simples que les ayuden en su obra, ni
quien les lleve a la parte, ni de correctivos, pues no tienen nada que
enmendar.
Advierto esto
para que el enfermero no tome tanto trabajo para hazerlo y ser de tan poco
útil. De todas las otras recetas, digo que son muy buenas y fáciles para
poderse executar y, por esso, son muy útiles a los enfermeros, que hallan en
este libro lo que a su autor le costó mucho de buscarlas.
Advertencias al Capítulo Nono y Dézimo.
Los dos
Capítulos IX. y X. últimos del Recetario
de nuestro Fray Diego pongo juntos por aver poco que notar en ellos, pues en el
primero que pone los Azeites essenciales son notorias sus manipulaciones a los
medianos versados en el arte químico; sólo el advertir se haga a poca digestión
su abstracción, porque, si es larga, se sacarán pocos, por aver alguna
fermentación, que con ella se reserán los azeites y passan a ser espíritus,
porque éstos son azeites reserados, que por medio de la fermentación se hazen:
véese en el espíritu del vino, que antes de ser vino fue mosto, y éste no tiene
espíritu sino azeite; y después de la fermentación que se hizo vino, se resera
y se hizieron espíritus y, por /este motivo advierto sea poca su digestión para
lograr el sacar mucho, porque yo por la tarde pongo la materia y a la mañana le
doy fuego, y con esta práctica sale mucho y muy claro, mayormente si la materia
de que se sacan está recién cogida, sin desecación, que de este modo se logran
más diáfanos y trasparentes.
En las vayas
del enebro, en las rosas y en todas las cosas que avemos de menester espíritus,
precede primero fermentación y, de esse modo, sacamos espíritus y, si avemos de
sacar azeites essenciales, leve digestión; ya nuestro autor lo advierte, sea
luego la destilación, pero me ha parecido el poner esto assí para que se sepa,
salen los espíritus y los azeites con unos mismos instrumentos y un mismo modo
en la execución; sólo el aver diferencia en el tiempo de la digestión o
fermentación.
En la segunda
Sección del Cap. IX. trae las sales y espíritus oleosos que se hazen con estos
azeites. Esta es medicina célebre y de mucha virtud, y algunos han querido
dezir ser la sal volátil de los vegetables, siendo, como es, distinta, por no
ser éstas otra cosa que una impregnación en la sal ammoníaco y de tártaro, de
la essencia de los vegetables, teniendo unión con las dichas y en la
sublimación, por su unión, subir todas essentificadas con su virtud.
Es medicina
apreciable, pero no es sal volátil de los vegetables, pues ésta sólo Ludovico
Daniel la hizo y prueba como éstos no tienen sal fixa, sino que es nueva
criatura que resulta de dos que tienen los /mixtos: es, a saber, una álcali y
otra áccida, entrambas volátiles y que mediante el fuego per liquationem de entrambas resulta la sal fixa, nueva criatura.
En el Cap. X.
y último, que dize de la utilidad y uso del tee, cafee y chocolate, no tengo
nada que advertir, solo que lo común en estas bebidas tomadas con orden y modo
son muy buenas, pero con abuso pueden ser dañosas, porque en nuestros alimentos
lo vemos, que siendo como son tan familiares nuestros, el abuso los haze malos
y causan graves daños. ¿Qué exemplares no tenemos de esta verdad y qué más de
ordinario vemos en el vino, pues siendo una bebida tan connatural y familiar
nuestra, qué haze el abuso?, ¿qué enfermedad no excita?, ¿cómo pone al que con
excesso lo toma? Es común a todos. Lo mismo digo de estas bebidas, que el abuso
es causa de muchos males, aunque ellas sean buenas. Gerónimo Pipuri Jatrias
trae el uso, el modo de hazer el chocolate y sus virtudes, con gran extensión y
son muchas, pero también pone los males que atrae el abuso dél, pues dize que:
nimia copia sumpta, multos male se habuisse. Pudiendo asegurar que a algunas
personas entregadas con abuso al chocolate, averles visto algunos accidentes,
que con la abrinencia de él y a poco remedio verse libres, siendo tan
beneficioso a nuestra naturaleza y tan proporcionado que dize ser: sumum nutrimentum, & una medicamentum;
non solum sumentes, & qui huic potui nimis indulget, nutrit, &
impinguart; sed a multismorbis praeservat, & curat. Senibus, &
decrepitis maxime proficu est; /quia vitam prorogat, & omnes, qui hoc
indico utuntur Nectare, firma fruutur valetudine, imo absque aliorum
alimentorum ope, vitam incolumen prorogare possunt, ob maximum nutrimentum,
quod corpori supedditat, ac exhaustas vires reparat; que no se puede dezir
más de mixto alguno en que más beneficio halle nuestra naturaleza que en el
chocolate.
Hasta aquí de
Notas o Advertencias sobre el presente Recetario.
No dudo de maestros más inteligentes y peritos que dirían más y mejor. He
querido parecer obediente y caritativo, para que, con tan seguros Nortes,
pudiera encontrar con algún acierto. Podía dilatarme fácilmente en cada una de
las Secciones y amontonar doctrinas, prácticas y opiniones de autores muy graves
y de algunos pocos conocidos. Pero qué haríamos con tanta vanidad, con la que
ningún enfermo se socorre ni ninguna enfermedad se cura. Heme ceñido
precisamente a los límites de lo que he sido mandado, quedando muy seguro de
que no he errado en lo que he obedecido. Con la misma ingenuidad que professo,
devo assegurar que me ha admirado esta obra y que la caridad de su autor
solamente pudo enseñarle tanto. Ella está muy bien fundada, contiene remedios
muy seguros, sin faltarle lo exquisito, lo secreto y lo experimentado. Si
cayere en manos de buenos artífices, será más beneficiosa, porque este género
de medicamentos requieren singular estudio en la manipulación. Este es mi
sentir. Salvo, &c. En Tarazona a 12. de enero de 1713.
Atilano Thomás
Manente.
1/
Recetario
medicinal
Introducción brevíssima.
Aunque ya he
dicho alguna cosa (hablando con el lector) en quanto a resolverme escrivir, y
no sólo a lo mecánico, sino deteniéndome en tal o qual obra, con uno u otro
discurso, me ha parecido protestar aquí más abiertamente, que, como mi
intención es ingenua acia manifestar lo lo oculto, por bien común, lo es
también el discurrir a mi modo práctico, sin agravio, sino con subordinación a
los especulativos, 2/ siendo el proponerles especies tales, tan natural como
cierto, que la Medicina comenzó en experiencia. De ella resulta lo poco que yo
sé y lo comunico, porque se me aconseja, haziéndomelo escrúpulo, y no pienso
quedar dependiente de la censura, porque ni el desprecio ni el aplauso pueden
sacarme, ni quiero que me saquen, de la esfera de Lego.
Capítulo I
De un tesoro medicinal.
Sección I.
De el archivo donde se oculta este tesoro.
Ansia ha sido
de los artífices un dissolviente universal, con el nombre de Espíritu de los elementos de Anima mundi,
de Agua de la Vida, de Alcaest, &c. y lo buscan en varios
medios y por distintos caminos, hallando 3/ en los autores acia su fin mucho
misterio y mucho más de su encanto.
Don Luis de
Alderete, en Madrid, fue quien en nuestro tiempo blasonó más de tenerle con el
nombre de Agua de la Vida, y no
admitiéndola los médicos, sin que manifestasse su obra, respondió ser el
Espíritu de los Elementos, atraído de el ayre por acción de el Sol, y con
Magnete, a un instrumento especial de su inventiva.
Esto, demás de
parecer efugio con que quiso zelar su secreto, concibo que, necessitando de
Magnete que le atraiga y absorva, de quien después aya de separarse, no dará
medicina más pura ni tan abundante como otros medios, lo qual haremos conocer
en su lugar.
Otros lo
buscan en el Manná, rocío, agua, &c., pero, aunque los cuerpos fluidos son
propios para abrir y extraer de los secos las sustancias de que estos
estuvieren impregnados, pero no tienen propensión, ni desnudez para absorver
copiosamente (lo qual sólo es natural a los secos y vacíos) y, por
consiguiente, ni 4/ ser materia especial de esta extracción.
En todos los
mixtos naturales ha de contemplarse esta sustancia, recebida y contraída en
cada uno de ellos a su modo, por lo qual no puede separarse con facilidad, con
abundancia y con indiferencia.
Yo, ni
pretendo medicina universal ni universal dissolviente, pero lo que pueda
hallarse de lo uno y de lo otro pretendo tenerle en la tierra y en ella lo
busco; en ella se haze la generación de los mixtos naturales y para ello ha de
concurrir toda la naturaleza con el mayor y más universal agente.
Ella es
elemento firme y fixo, donde ha de quietarse (si en alguna parte) el Mercurio
de los filósofos; es seca y mere passiva y, por ello, absorve y retiene la
virtud de los elementos activos.
Por último, es
álcali y, por esso, imán de los áccidos que se le proporcionen, y, como
elemento alcálico, ha de tener la proporción con el áccido de los elementos.
Pues, ¿para qué han de marearse los artífices ideando materia que le atraiga e
instrumentos que le reciban 5/ y retengan para conseguirlo, si la misma
naturaleza próvida tiene ya dispuesto un elemento en quien se reciba la virtud
de los demás y de quien pueda extraerla el arte?
Sección II.
Con qué llave y cómo se abre este archivo.
Aún sería
corta la Naturaleza si parara en lo dicho, pues de la tierra no podía extraerse
el espíritu sin inficionarlo in summo,
como se intentará inmediatamente.
Ya la
sequedad, en que consiste su virtud de atraer el espíritu, lo inficiona en
parte, siendo necessaria la arte que diremos para tenerle puro, y, si de ella
inmediatamente se hiziera la extracción, crecería el corrosivo con la violencia
de el fuego, passando a ser veneno la triaca. Pero la misma Naturaleza, en
quien se halla todo, tiene prevenido otro elemento que se saque de la tierra,
facilitando y purificando la obra.
6/ Ya, sin
dezirlo, se avrá entendido que hablo de el agua, que es llave de la tierra. En
ella sueltan los cuerpos secos las sustancias que han recibido y atraído, sin
virtud que lo resista, de suerte que pueda hazerse nuestra extracción y
lograrse el espíritu puro y arto indiferente.
Hasta poner en
este estado la inteligencia de la obra, me ha parecido obscuro el entrar en la
elección de la tierra, y aora buelvo a essa y otras especies, con deseo de que
no quede razón de dudar a los artífices.
Pudiera dar
por supuesto que sea más absorviente la tierra más árida y más expuesta al
ayre, de el qual en forma de átomos recibe los espíritus, pero me ha parecido
passar a dezirlo en estos términos, para dar todo el lleno de la noticia a los
versados. Quien ya no lo huviera entendido, no se querelle de mí, sino de sus
potencias.
Digo aún más,
que esta tierra no ha de ser actualmente seca, sino que ha de tener marcada su
nativa sequedad con la abundancia de la impregnación. Y, en quanto al modo, 7/
basta dezir que para nuestra obra ha de saturarse la agua, separarse pura y sin
mezcla de tierra y, con ella, proceder a la extracción.
Sección II.
De la extracción de el espíritu.
Aviendo dicho
que el espíritu que buscamos es áccido, entenderán los artífices que sale
después de la flema, y, por el consiguiente, que no se necessita de destilar,
sino de evaporar hasta lo último. Assí se dispone con más libertad la materia y
se detienen mejor sus subidas que son violentas, y removiéndola con algún
bastón, para que respire y se assiente, y, por la misma causa, ha de ponerse en
muy poca cantidad.
Ya assentada,
y en estado consistente, se ordenará la destilación, poniendo cabeça de vidrio
con recipiente no unido, porque, si salieren humos, se vayan, que serán
corrosivos.
La olla ha de
ser de tierra y no es preciso 8/ que tenga figura química, porque sube menos la
materia en la capacidad de las ordinarias, como sean grandes. Ni es necessario
que el cuello de la cabeça encaxe en el de la olla; basta que assiente el relox
en la boca, haziendo una congrua lectación de arina y claras de huevos, sin
paño ni papel.
La destilación
ha de correr suavemente, porque la corrosión que se aposa en lo más fixo, no se
mezcle con el espíritu primero y más noble, malogrando un trabajo grande y una
medicina singular.
He supuesto
primero y último espíritu, por modo de explicarme, que es mi fin en este
discurso, sin ínfulas de magisterio, porque ni yo ni otros muchos podemos
determinar, ni aún opinar, en esta materia. Parece que ha de ser uno sólo, al
principio más suave y al fin más radicado, por ser obra de un mismo preciso
influxo, impressionado en una misma número materia y extraído en una sóla
continuada destilación. Y parece que han de ser dos, porque el primero es más
dissolviente, más suave y más medicinal, y le 9/ uso en sus casos felizmente,
sin correctivo alguno.
Experimentalmente
sé que la materia residente tiene mucho de saliva y de cáustica, y que la gran
dificultad de destilar la sal común se vence con la afusión de algún corrosivo,
y puede la Naturaleza como tan maestra aver hecho la mezcla en el influxo para
que tengamos un espíritu especial o filosófico de sal, que sin dar señas
ingenuas de él, piden los autores para dissolviente de el oro, lo qual haze el
nuestro, pudiendo no dudarse que sea el suyo.
Finalmente,
esta destilación ha de comenzar quando despunta el áccido y ha de correr en un
grado muy lento. Nunca han de salir humos por el pico de el alambique, ni en la
cabeça se ha de ver color que passe de dorado hasta muy rojo, porque esso
señala despunte de el corrosivo por excesso de fuego. Y, quando ya a lo último
suceda, sin descuido de el artífice, cesse la destilación, porque el químico
que lo quiere todo suele perderlo todo, y será cuerda prevención el apartar 10/
el espíritu de el recipiente de rato en rato. Pero concluyamos la obra en la
materia residente, dexando para después las dissoluciones de este espíritu.
Sección IV.
Calcinación de la materia residente y conclusión de
la obra en un medicamento passivo.
La materia
residente, a vaso abierto se le aumentará el fuego hasta que no arroje humos y
quede perfectamente blanca. La operación es fejuga, pero ni aquí ni hasta aquí
es costosa, y las cosas grandes no se logran sin trabajo o gasto. Tenga el
artífice paciencia, que a mí me ha costado mucha el traerla a fin desde un
escaso principio y se la franqueó por amor de Dios.
Después de tan
calcinada, que se aya evaporado todo el último corrosivo, sin quedarle a la
materia más gusto que el de sal grata y de tierra calcinada, se sacará de el
vaso, despreciando 11/ alguna porción menos dispuesta, porque no inficione al
todo, la qual suele quedar en las paredes de la olla de color amarillo.
Herbiráse la blanca en agua común competente, hasta su total dissolución y
quedarán en términos de separación la sal y la tierra.
Assolárase
alguna materia blanca en esta lexía, y se ha de cuidar de no perderla, sino
ponerla en el filtro quando se disponga la filtración, porque es la medicina
que buscamos. Pero ha de observarse que queden en el vaso de la elexiviación
las hezes térreas impuras y no calcinadas, que siempre avrá algunas, lo qual se
haze removiendo blandamente la vasija donde estuviere todo, para que se levante
y mezcle con la lexía lo calcinado y no lo demás, yéndolo poniendo en el
colador.
De esta lexía
se haze una sal muy grata, pero no es álcali de el espíritu, ni yo he tenido
ocasión de experimentarla, por ser ocurrencia reciente ni ya me pondré en cosas
nuevas por falta de salud, que aún el escrivir esto 12/ me es de arto trabajo y
me esfuerzo por caridad. Quien aya oído nombrar a la sal de la tierra, puede
discurrir sobre ésta o apurar si es sólo sal común. Y en el filtro quedará la
materia blanca, que ha de exicarse a blando fuego y estimarse como grande
arcano.
Sección V.
Virtud y uso de esta medicina.
Es
poderosíssimo absorviente y precipitante radical que, eficaz y lentamente,
evaqua por secesso en las enfermedades horribles de infección notrosa. Y tan
singular febrífugo de esta especie de fiebres, que dándole a un enfermo
(sangrado con discreción) le dexa libre y fuera de peligro al siguiente día,
aunque esté muy peligroso, como no llegue a desauciado. Esto es hablar de esta
medicina con cordura, pero no intento que dexe de usarse, aún en los casos de
mayor 13/ fallecimiento, porque en ellos he visto alguna resurección.
A esta
medicina no le hallan los sentidos principio activo alguno, porque ni tiene
olor ni gusto, ni introducida en él ofende al oído. Obra con tanta eficacia en
las enfermedades dichas, por ser causa de ellas un corrosivo coagulante, de la
condición de aquel último espíritu de esta obra, que estuvo tan radicado en la
materia fixa, y como la tenemos totalmente sin él, le atrae y absorve dentro de
el cuerpo humano con natural propensión, resultando de la impressión de el
áccido en su álcali y de la atracción de el álcali a su áccido un movimiento o
precipitación en que salen ambos, pero muy a pausas, por no resultar esta
precipitación de fuerça purgante sino de suavidad magnética.
He
experimentádola en dichas fiebres inflamatorias, cuya curación consiste en
desatar el vínculo venenoso que concretó la sangre y humores, como he dicho,
por lo qual es felicíssima en los dolores pleuréticos, en los quales obra
igualmente, por tener una misma 14/ causa, pero, aunque no se me ha ofrecido el
caso, espero que se logre de el mismo modo en los accidentes apopléticos y
otros tales, como el enfermo pueda tomarla, que puede ser dificultoso por la
privación e insensibilidad que suele acompañarlos casi siempre.
No porque obra
con lentitud se entienda que dexa de sentirse la evacuación; antes bien cansa
mucho, como medicina radical y purificación suma de la sangre.
El modo de
darla es desatada en un poco de agua natural a modo de leche, o con azúcar o
sin ella. El tiempo es el que pudiere elegirse más apartado de la fiebre. La
dosis, dos dragmas a los adultos, y, después de dos horas, repetir la misma
cantidad, y, si passadas ocho horas de la segunda vez no ha comenzado a obrar,
se dará tercera. En algunos casos bastan las dos primeras; por lo más, se da la
tercera y alguna vez se necessita de la quarta a la mañana siguiente, como una
vez sóla me ha sucedido.
La razón de
esta variedad en repetir la dosis es que, assí como ha de aver proporción 15/
de poros y puntas en los álcalis y áccidos para que se abracen, la ha de aver
también de cantidades en el álcali y su áccido, para que éste quede totalmente
extinto, no pudiendo atraerse mucho yerro con poco imán ni embeberse mucho
licor en poca tierra.
Los álcalis
activos no pueden usarse en enfermedades de vicio alcálico, pero de éste como
de medio passivo, parece que podría usarse con alguna abertura, porque obrará
felizmente en los casos áccidos que se le proporcionen, y en los demás parece
que no podrá dañar como cosa que no tiene acción; con que he dicho lo que
entiendo.
También me
ocurre que se le podría fiar la curación de los cánceres ulcerados y carbunclos
escarificados, &c., por su propensión de atraer venenos, o aplicada en
polvo o mezclada con nuestro ungüento de litarge, que tiene atracción dulce y
es especial en los malos granos. Póngolo en su lugar.
Sección VI.
Facultades de el espíritu.
Dióseme la
primera noticia de esta medicina con el nombre de Espíritu universal. Yo estimé la dádiva como cosa singular y en
estos términos entiendo averle proporcionado el aprecio. Ya en la primera
Sección dixe de su naturaleza lo que ha podido alcanzar mi cortedad, y aora
diré (también con ella algo de sus efectos.
Este espíritu
es (como dexo dicho) áccido, y assí, como la tierra álcali, es singular auxilio
en las fiebres que traen coagulación de sangre por áccidos nitrosos; ha de ser
éste específico para las que resultan de algún veneno álcali, que dissolvió la
sangre o induxo podredumbre en ella. Y no queda esto en términos de discurso,
porque lo he experimentado, añadiendo unas gotas de él a los cordiales
astringentes que se ordenen a tal malignidad con cierto efecto, y aún adextra 17/
instilado en una sangre diluida y podrida de tal especie, la concreta.
En estos
términos es regular su operación, pero lo exquisito es que alguna vez obre con
tanta eficacia, que (como me ha sucedido) passé a trasmutar la raridad en
densidad de humores, y, entonces, se muda de medio, apelando a la medicina de
la Sección passada, con la qual mueve el morbo por abaxo y, al segundo día,
queda el enfermo sin otra necessidad que la de convalecer.
Un afecto de
cabeça exaltado y de especie habitual curó cierto médico pidiéndome este medio
y dándole pocas vezes en caldo, pero sé el efecto y no el motivo. Y a otro
gravíssimamente enfermo le socorrí de el mismo modo un gran dolor de cabeça y
le benefició en la enfermedad, trayéndole a estado de poder curarle una
recidiba violenta.
Finalmente, un
médico de crédito, en unas fiebres epidémicas que le traían confusso, apeló a
este medio y, mezclándole discretamente la flor de el azufre y sal de ajenjos,
dado en agua de chicorias, curó quantas se 18/ le ofrecieron en adelante. He
traído brevemente estos exemplares para que los médicos en sus ahogos sepan que
tienen a qué apelar, echándose a una experiencia nada indiscreta con un enfermo
que conocen se les ha de morir, pero sin esperar a que no aya naturaleza en él.
Olvidávame de
dezir (y no es para escusado) que los dolores de muelas de causa ardiente o
álcali se socorren in instanti,
tocándolas con el estremo de una pluma mojada en él, y, si tal vez no sucede
assí, es indicante (por lo más) de purga, con la qual se logra vencerlo, como
siempre me ha sucedido.
En los
accidentes de refluxo epático se consigue gran beneficio añadiendo este
específico al agua de epática o chicorias, aunque con el oro disuelto en él,
sin trasmudarle de él, se logra más, como diremos en la Sección siguiente.
Sección VII.
Dissoluciones de este espíritu y primera de el oro.
19/ Espíritu
universal se da en la Naturaleza, pero no se puede dar en el arte, porque,
aunque todo espíritu fue el universal, contraído en varias especies passa a ser
particular en cada mixto y quien de estos u de cada uno le extraiga, lo ha de
llamar assí.
El que yo he
manifestado es más indiferente porque no se extrae de mixto, sino de elemento,
y aún assí ha de saber a tierra. Dieronmele, como he dicho, por universal, pero
deduciendo este renombre de su virtud acía dissolver muchas cosas, ya sólo, ya
acompañado; yo no le tengo por tal. El lector le llamará como quisiere, después
de dezir yo las dissoluciones que he hecho con él.
Dissuelve al
oro, sin necessidad de cominuirlo, pero yo le acrisolo y tiro a martillo para
poder cortarlo con tixera, y, de este modo, le dissuelve fácilmente, con calor,
tiñéndose ya el espíritu luego que se calienta el vaso; y, en frío, también,
hallándose ya tintura el siguiente día, pero esto último es bueno para saber en
crédito suyo que lo hize y no para gastar tiempo sin necessidad. Ni la ay 20/
de hazerlo en vaso cerrado, porque lo que puede vaporear en una digestión sólo
llevará algún poco de flema, que no ay inconveniente en que el licor la gaste y
es enfado que la tenga el artífice sin motivo.
Hasta aquí se
me dio la dissolución de el oro y la noticia de el espíritu, lo uno y lo otro
sólo en práctica. Assí ha socorrido el oro inflamaciones internas a punto de supuración,
felicíssimamente, juntando a unas gotas de él unos granos de piedra bezoar.
Assí socorre en los síntomas nefríticos, en austos especiales y en afectos de
hígado, dado sin la piedra. Y assí quieta el síntoma hercúleo, tocando con una
pluma mojada en él la lengua y dientes, y del mismo modo restituye en los
desmayos y fallecimientos; de todo lo qual tengo experiencia, fuera de el
romper inflamaciones internas, que no he apelado en ellas a él, sino a otros
medios. Verdad es que algunas de estas curaciones las hará el espíritu sin el
oro, y es bien que demos al César lo que es del César.
Yo, para los
casos en que no tienen cabimiento 21/ los áccidos, he passado adelante la obra
del oro, por el modo de Adriano Aminsicht, que le trasmuda el menstruo. Házese
evaporando el espíritu hasta consistencia de la materia áurea, en color rojo y
espesez de extracto, sobre la qual se instila a gotas un poco de azeyte
essencial de canela, el qual exalta la tintura, y la purga de las últimas y más
agrias impressiones de el espíritu; y con espíritu de vino muy puro se
dissuelve; pónese muy poco para que salga lleno y añádase, si fuere menester.
Lógrase con calor y sin él, y se filtra.
Mejor se haría
la obra precipitando al oro, pero ni Adriano habla de esto, ni yo he hallado
precipitado, de que infiero quán natural sea esta dissolución, pues no suelta
el espíritu al oro para abrazar álcali alguno, de modo que se pueda separar, y,
también, porque no se gasta su accididad en la obra, en medio de ser el agente,
sin que baste axioma alguno filosófico contra esta evidencia.
Y, por último,
prueba ser dissolviente propio el llevarse la tintura si se evapora en 22/
mucha cantidad y no se templa el fuego mucho acia lo último. Estése en esta
noticia para governar la evaporación y en que también se irá en humos, si tiene
azogue el oro, que lo haze volátil.
Adriano
atribuye una máquina de milagros a este oro suyo, en quien podrá verlos quien
tenga intención de creer largo, que yo sólo la tengo de escrivir verdadero. Lo
cierto es que el azeyte filosófico de sal (que él pide, sin enseñarlo) es el
nuestro, conocido sólo de los verdaderos químicos (que él dize) y, si sólo los
verdaderos lo conocen, yo voto he de tener por verdadero, aunque no por
químico, y me contento con la mejor parte, bien que dimidiado mi voto.
Estará bien
comenzada la obra si el espíritu (teñido y lleno ya de oro) tiñere la mano en
color rojo exaltado, y estará bien concluyda en la trasmutación de menstruo si
ya no la tiñere. Quando se aya evaporado el menstruo dissolviente, se
contemplará imperfecta la dissolución si se viere el oro en átomos, y, estará
perfecta, si quedare como una 23/ goma roja, deviendo repetirse la dissolución
con el primero espíritu hasta este estado.
Haziendo la
obra con el primero espíritu áccido generoso, saldrá perfecta si no ocurriere
alguna ignorancia u desgracia, y saldrá imperfecta si se hiziere con el
espíritu más radicado y corrosivo, el qual más devora que disuelve, al modo de
las aguas regias.
De un príncipe
estrangero me dijeron que llevava un oro especialíssimo, que le avían
presentado por grande regalo, con el qual pocos días antes se avía curado un
síntoma más horrible, in instanti.
Mostré deseos
de ver esta medicina y lo conseguí de su boticario, que me permitió verle,
tocarle y gustarle; era muy rojo, no teñía la mano, no le percebí gusto
espirituoso de ninguna especie y tenía cuerpo como de extracto líquido.
Comprehendí
gran proxilidad en su fábrica, pero no dissolución hecha con el licor mismo que
tenía entonces, porque un menstruo insípido hazer tal obra, sólo parece podrá 24/
dezirlo a los autores de misterio, algún artífice de encanto.
No por esso
quiero dezir que fuera el de Adriano, corriendo la obra como yo la traigo,
porque es secreto muy venerable el que acabo de referir; pero, para imitarlo,
aconsejo que, después de afundir en el nuestro el azeyte essencial, se haga
evaporar un poco con un dedo de espíritu de vino para desvanecer el gusto de el
azeyte y se tenga por especial medicina.
En mi
experiencia, el oro de Adriano, si en vez de el azeyte de canela o el de anís
(con que yo lo suplo) se le pone poca cantidad de el de la salvia, de suerte no
pierda toda la última aspereza de el áccido y no se evapora la virtud de dicho
azeyte, sino que assí se le pone el espíritu de vino, &c. Resulta, o da, un
purgante suave y prodigioso para en casos de cirugía, que se originan de hígado
y podredumbre, pero primero deve purgarse el enfermo ligeramente.
Dosis, pocas
gotas en un vizcocho algunas mañanas continuas, obra por abajo, pero más 25/
eficazmente por transpiración sensible, que sin sudor obliga a mudar camisas.
No es el
efecto muy limpio y yere en el sentido mucho, pero da tan segura curación de la
causa universal que luego se ve en la úlcera un efecto casi milagroso, que casi
nunca me ha faltado. Et haec de auro.
Sección VIII.
De otras dissoluciones que se hazen con este
espíritu.
Parecióme,
quando huve este dissolviente, que le tenía ocioso en una obra sóla, y le eché
a otras con felicidad, entre las quales fue primera y utilíssima la de las
perlas. Dissuélvelas, pues, co como el oro, en quien no pierde su accididad,
sino perdiéndola (si se quiere) toda, sin que quede subyugada, sino extinta.
Házese,
teniendo el espíritu en vaso abierto y hechándole las perlas en frío y poco a
poco, o molidas o enteras, y assí se ve dissolverlas 26/ sensiblemente. Si le
ponen quantas puede dissolver, adquiere la medicina un sabor ingrato, y si se
cuida de cessar antes que se pierda toda la accididad, queda de grato gusto; de
ambos modos me ha probado bien, pero satisface a la razón el primero, por más
lleno de el bálsamo de las perlas y de el todo puro de el espíritu áccido, que
tienen los autores por impropio para en algunas especies de fluxos.
En medio de
que nuestra más preciosa margarita es la pobreza evangélica que professamos,
siempre he trabajado perlas finas orientales, y las más preciosas que he
podido, sin malograr el dissolviente ni perder el tiempo en perlas de Portugal,
ni madre perla, las quales sólo tienen facultad de absorver sin poder lograrse
en pocas gotas, y no la balsámica que experimento en las finas.
Ni como a cosa
álcali pudiera exaltar la dissolución, aviendo de gastarse en el menstruo
áccido; mi fin y mi logro ha sido extraer la essencia de entre las impuridades
de su mixto, exaltándola y trayéndola a estado de 27/ obrar y comunicarse sin
impedimento.
Su utilidad en
mi experiencia es socorrer con eficacia el fluxo crudo y el dissentérico, dando
algunas gotas en algún austo especial. Quien quisiere muchas virtudes de
perlas, vea a Adriano y a Pedro Juan Fabro en las suyas, que le llenarán los
deseos, sin ser más preciosas que las nuestras.
Y el que
quisiere concebir más a lo seguro, filosofee esta especie y con un dictamen de
razón que estrive en estas experiencias, que le asseguro passé a otras, que la
medicina comenzó, prosiguió y para en experiencia.
Demás de estos
dos modos de dissolver, como agente que obra sin algún coadyuvante en ambas
cosas, dissuelve como auxiliar o como auxiliado, otras cosas de que daremos
exemplares arto exquisitos, con que se entra su virtud dissolviente en los tres
reynos.
Ya hemos visto
en el oro y pudiéramos ver el marte que dissuelve minerales, y el metal más
indissoluble y perfecto, y en las perlas un semilapideo, y aora le veremos en
el 28/ ámbar dissolver un vetumen de naturaleza vejetable, pero tan
indissoluble como el oro y la piedra bezoar, que es cosa animal en su origen.
Dissuelve,
pues, a estos últimos, no él sólo, ni el espíritu de vino a sólas, pero sí el
espíritu de vino animado con este dissolviente, no más que hasta que se perciba
el áccido. El modo es moler el bezoar y digerirlo en los espíritus, de que
resulta tintura roja; y, en frío, filtrar la tintura.
El ámbar se
muele con un poco de polvo de azúcar candi, passado por cedazo, y, con los
mismos espíritus mezclados, digiriéndole en vaso cerrado, suelta la tintura
rubra y el olor, pero ha de ser de buena elección el ámbar, porque no puede dar
olor ni tintura si no las tiene.
Su elección es
que lo exterior de el grano sea de color gris o subcineríceo, y lo interior
vituminoso y de el color que por esso llaman de ámbar los tintoreros. Siendo
assí, da un bálsamo o tintura preciosíssima y suavíssima, gran corroborante,
capital específico 29/ (si no se le mezcla almizcle) y que se comunica en
qualquier licor dulce, mezclado en pocas gotas a los adustos convenientes en
tales casos.
El mejor
aderezo y muy capital de el tabaco, se haze en almirez; molido el ámbar con el
azúcar, gotear algo de la mezcla de dichos espíritus hasta dissolverle en color
rojo, que luego se consigue assí en frío, con sóla la agitación de la mano de
el almirez, y poniendo un poco de tabaco limpio en ella, remoliendo hasta que
se embeba en él la dissolución, queda el tabaco con toda su virtud para
aderezar mayor cantidad, según el gasto de cada uno.
A mí me ha
sucedido sacar de quatro granos de ámbar precioso aderezo para más de media
arroba de tabaco, y me salió más suave, más animado, más constante, olor y
gusto que quantos avía visto en muchos años, pero nunca he tenido igual ámbar.
Conviene hazerlo de este modo para el tabaco, porque siendo tan pocos los
espíritus que le dissuelven, no resaltan en excesso, y sólo y sin impedimento, 30/
se percibe y goza el aroma.
La otra
dissolución del ámbar, para tenerle en tintura líquida como medicamento
interior corroborante, se haze (como he dicho) con más cantidad de espíritus;
se digiere y filtra, quedando pura y muy vivificante. Compone la cabeça a los
que la tienen fatigada por mucho estudio, como lo haze también el tabaco, y
socorre los fallecimientos, dada en vizcocho, cordial o aguas especiales, en
pocas gotas.
El bezoar
dissuelto assí haze de mejor modo lo que el polvo; daráse de diez gotas hasta
veinte. Adriano trae uno de más fatiga y menos pureza, y quiere que haga milagros,
pero en mis manos no ay cosa que obre con mi experiencia sobre lo que tengo
dicho.
Tengo
dedicadas todas mis tareas de enfermería a San Diego, mi especial patrono; me
es de gran consuelo el esperar, que Dios se sirva de esta obra ruda. Deseo
concluir en día de este glorioso santo este especial Capítulo, en que dexo
manifestado lo más útil y secreto que tengo, y por lo qual me he puesto 31/ a
escrivir, aunque ya empeñado, me dilato a otras medicinas útiles.
Aunque sin
experiencia, me ha parecido añadir a las noticias de este dissolviente, que
hará lo que el espíritu de sal común y el de azufre en las gangrenas, y es
estrecharlas y vencerlas, passando una pluma mojada en qualquiera de estos
licores, por una sóla que ha de averse hecho con navaja alrededor de ella,
cortando sólo la piel.
Assí se va
estrechando la malignidad al centro, y, en estando notablemente retirada de el
primer círculo, ha de sajarse más a lo estrecho y bolver a mojarse con la
pluma, para estrechar más la gangrena, y, en estando muy recogida, se cortará o
se hará otra curación a juizio y discreción del artífice.
Concluyo
diziendo que con los sobredichos tres modos de dissolver puede hazer muchas
pruebas el curioso, mayormente si fuere rico, con advertencia de que no
dissuelva la plata.
32/Capítulo
II
De purgantes.
En los
Capítulos siguientes traeré obras, ya químicas, ya galénicas, pero todas
selectas, muchas de mi experiencia, y, las que no, dignas de experimentarse.
Sección I.
De purgantes espagíricos o químicos.
Píldoras de ammoníaco.
Toma acíbar
hepático, dissuelve con zumo o infusión fuerte de flor de violas; coagula el
licor puro hasta estracción; añade a (z). Iiij. de él, de goma ammoníaco
dissuelta en vinagre scilítico colada y depurada, (z). B. y otra tanta mirra
dissuelta en vino por baño, colada y depurada, pero la colatura sea caliente y
la evaporación suave; de maste y de 33/ las especies de los tres sándalos, (z).
B.; de cada una de ambas cosas; de azafrán, (e). Ij.; de sal de ajenjos, (e).
Iiij.; misce y, en almirez con habilidad y suficiente cantidad de zumo de
rosas, harás masa de píldoras. Dosis de (e). j. hasta (z). B.
Es medicina
antihipocondríaca y su uso en esse afecto es muy útil precediendo sueros y
sucediendo marciales, pero entre estos últimos se han de dar las píldoras
quando se notare alguna indisposición ventral, que será de obstrucciones
movidas.
Magisterio de escamonea.
Toma la
cantidad que quisieres, dissuélvela por digestión en espíritu de vino, filtra,
abstrae hasta película bien quaxada, precipítala en cantidad de agua común,
déxala dos días sin mover el vaso y sácala lavándola mucho con otras aguas
entre los dedos, y, en varquillos hechos de naipes limpios, ponla a secar.
Yo suelo
tenerla para los polvos cornaquinos y, según los casos, doy de ella de cristal
tártaro 34/ y antimonio diaforético iguales partes, de veinte y quatro hasta
treinta y seis granos de todo.
Para el uso de
mi oficina, buelvo a dissolverla después de lavada en espíritu de vino,
poniendo de él no más que el preciso para su dissolución, y doy de ella lo que
cabe en una cuchara de plata de las más pequeñas que se tienen para los niños
al más robusto, poniendo esta cantidad en un vizcocho y disponiendo que le
tomen con una xicara de chocolate no muy sustantífico; assí me obra famosamente
y es cosa grata.
También la doy
en la misma cantidad, sin más obra que dissolverla en el preciso espíritu de
vino, y filtrar la dissolución, sin passar a la precipitación, y me prueba
igualmente. Estos dos modos líquidos de darla son secreto mío. La essencia de
la escamonea sólo necessita de purificarse y no de corregirse, siendo el
purgante más suave de la medicina, aunque tantos la han tenido por un veneno.
35/ Purga que se discurrió en París para el Rey
de Francia.
Tómese de
xalapa, (z). iij.; de escamonea, (z). ij.; de anís, (z). iij.; de canela, (z).
ij.; mezcla en polvo, dissuelve en lib. ij. de espíritu de vino, añadiendo de
azúcar (z). viij.; cuela la dissolución estando aún caliente por un paño
delgado y espeso. Dosis, dos cucharadas.
Estoy cierto
de esta noticia, pero no he hecho la obra, no teniendo afecto a la xalapa y
comprehendiendo que es purga violenta.
Xarave incorruptible Panchimagogo o Universal
purgante.
Toma de
escamonea, (z). j. y otra de xalapa; de hojas de sena y ruibarbo electo, â.
(z). ij.; de raíz de lirios cárdenos, (z). ij.; de sándalos citrinos, 40 granos
y de vaias o frutos del enebro, n. 60, estas gruessamente trituradas, lo demás
pulverizado; digiere por dos días en matraz de reencuentro con tres 36/ libras
de un muy buen aguardiente; cuela caliente con expressión; pon el licor en
cazuela vidriada con una libra de azúcar de pilón pulverizado sobre un poco de
fuego; en estando caliente, enciende con un papel el aguardiente y remueve con
espátula de madera, no más tiempo que el que fuere menester para que se
dissuelva el azúcar; apáguese la llama y apártese de el fuego la vasija y, poco
después, se añadirán de tártaro vitriolado en polvo, (z). ij., removiendo
siempre para que se comunique y, si se quiere aromatizar, puede ponerse antes
de el tártaro un poco de canela, colarle, poner el tártaro después y, en
estando frío, estará concluida la medicina. Dosis, dos cucharadas, y dos horas
después un poco de caldo, aunque esto de dar caldo, agua o nada ha de
determinarlo la discreción de el assistente en todos los purgantes.
Purga tan
benignamente, como si lo hiziera la misma naturaleza a sólas sin estorsión ni
nausia, sino es que lo traiga la enfermedad.
No tiene par
en purgar la idropesía, repitiendo esta medicina según el sugeto. Es especial 37/
para en los reumatismos, vilis, pituita y para todos los vapores, obstrucción
de bazo y, finalmente, purga con toda perfección la melancolía o, por mejor
dezir, es purgante universal.
Régulo de antimonio sin vómito.
Toma de antimonio
crudo lib. j.; de azeyte de tártaro por deliquio, (z). iij.; digiere en vaso
cerrado; después lo mezclarás en almirez con (z). vj. de sal común, quatro de
miga de pan y cinco de limadura de hierro. Todo bien mezclado se pondrá en
crisol inflamado y se dexará assí, sobre tanto fuego, que lo conserve en horno
de viento hasta que muevan unas ampollas como que yerve, quando poco a poco se
le irán poniendo (z). iij. B. de salitre. Concluida ya la calcinación, se
escudillará en almirez bien caliente untado con un poco de azeyte y moviéndolo
para que se asuele el régulo; después, quitadas las escorias, buelve a fundirse
por sí sólo para hazer pastillas, y, si se quiere vaso, se añadirá una quarta
parte 38/ de su peso de plata, para que tenga bastante fortaleza.
Dosis, de el
vino infuso en el vaso o pastilla, hasta (z). iiij., si sólo él se diere, y
algo menos si se le añadiera algún purgante.
No he hecho
este Régulo pero satisface la virtud de fixar su azufre vomitivo que tiene el
azeyte de tártaro y algunos de los otros ingredientes, sin castrarle la de
precipitar y obrar por abaxo, acia lo qual no hallo impedimento sino estímulo
en el azeyte de tártaro que coadyuva a los purgantes, ni en el Marte, que tiene
facultad de abrir como de corroborar.
Arto sabidas son
entre los aplicados las virtudes grandes de el antimonio y sus régulos y
vidrios, pero ésta es secreta y muy apreciable el tenerle sin las violencias de
el vómito, por lo qual la pongo aquí, aunque me lleva el afecto la escamonea y
no los antimoniados ni mercuriales.
39/ Extracto de el eleboro negro.
Toma, no el
tronco de la raíz de este eleboro, sino las ramas de el tronco de dicha raíz;
lávalas bien en agua fría; infunde en olla de tierra con mucha agua común, que
no llegue a hervir, hasta sacar toda su tintura, sin que pueda cocerse el
centro o corazón de las raízes; filtra, cuece hasta espisamento; dissuelve éste
en espíritu de vino muy rectificado, porque no admita feculencia, hasta sacar
toda su tintura; fíltrala y evapora con un poco de vigor, para que el espíritu
se lleve lo más volátil del eleboro y llegue a consistencia de extracto
pilular, concluyéndolo en baño, porque no se queme. Dosis como ocho granos por
sí a sólas y, para en composición, el modo siguiente.
R. Massae
pilular. Ammoniaci Coercetani (e). ij.; extracti elebori nigri, (e). j.;
magisterii seamoneii, gr. vj.; misce & fiant pilulae ad magnitudinem
piperis, & exhibeantur septem pro dosi, repetendo eam aliquoties.
Cógense estas
rayzes en el creciente de 40/ mayo o menguante de setiembre, y mejor es lo
último; es medicina insigne en toda hipocondría, pero especial en la manía,
melancolía y locura que resulten de los hipocondrios y ayan hecho impressión en
la cabeça.
He elegido
esta preparación entre muchas y assí tengo su extracto porque el veneno de este
mixto es de dos modos: el uno fixo, que se apoya en el mucílago y opila
notablemente, por lo qual se extrae lentamente la tintura con un agente tan
suave como la agua y, sin hervir, para que no obre en el centro de las raízes,
y se filtra prolixamente, para que nada passe feculento, si algo huviere
contraido la tintura.
El otro y
especial veneno len tiene en el azufre más volátil que puede herir la cabeça,
aumentando el daño que se solicita sanar; por esso, buelve a dissolverse el
espisamento en espíritu de vino muy puro, porque (demás de no admitir éste
feculencias que no queden en el filtro) evaporando con alguna eficacia esta
segunda dissolución se lleva el espíritu de vino lo nocivo, por muy volátil de
el 41/ eleboro, quedando en el extracto sólo la virtud media de la planta,
corregida de ambos extremos perniciosos, volátil y fixo.
Electuario Panchimagogo.
Toma de
raizillas de eleboro negro, (z). j. B.; de polipodio, (z). iij.; de ruibarbo,
affaro y turbit, â. (z). j. B.; de hojas de sena, (z). ij. B.; de cremor de
tártaro, (z). j.; de cortezas de naranja recientes, (z). B., cortadas y
trituradas o contusas; cueze estas cosas en suficiente cantidad de agua simple,
repetidas vezes afundida y colada hasta extraer toda su virtud. Júntense astas
decocciones y clarifíquense con claras de huevos a satisfacción, y después se
evaporen hasta quedar como una libra.
A este licor o
extracto líquido se añadirá otra libra de zumo de camuesas reciente y tres de
azúcar limpio. Cuezca de nuevo hasta consistencia de gelatina o electuario, al
qual, estando más templado el calor, se añadirá de las resinas de xalapa y
escamonea â. (z). j., moliéndolas primero con (z). j. B. de almendras
42/ dulces
mondadas, y de eleosacaro de anís o canela, (z). j. B., y hágase electuario.
Dosis de (z). ij. hasta tres o quatro.
En esta medicina se hallará toda la
virtud de los holagogos, panchimagogos, chilagogos, &c., aunque en ellos
entren los más preciosos y primorosos ingredientes y aromas.
Sección II.
De purgantes galénicos.
Tintura exquisita de Sena.
Haz de hervir
cinco libras de agua y, a los primeros hervores, apártala de el fuego; en
cessando de hervir, infunde en ella de hojas de sena sin palillos, (z). j.; de
corteza de limón, o verde o seca, cortada menuda, y de canela molida, â. j.;
cúbrase el puchero con una servilleta quatro doblada y un medio ladrillo, y
álzese en un armario. En enfriándose, se le pondrá media libra de azúcar en
polvo, y, en aviéndose comunicado a la tintura, se colará por un lienzo claro
sin expresión.
43/ Tómase de
esta tintura ocho onzas por la mañana y ocho por la tarde, continuando tres
días, si antes no se huviere llegado a la purgación que pretende el médico. De
este purgante uso en los muy llenos de excrementos, en los estípticos y secos,
y quienes caen mal los purgantes de nervio, y los purga con seguridad y
eficacia, en medio de ser una bebida tan grata que se puede dar por chasco y no
necessitarse por ella de cama, sino de buen gobierno.
Píldoras especiales para en los vaguidos.
Toma de polvos
de Hiera simple de Galeno, (z). B.; ruibarbo electo en polvos, (e). iiij.;
espica de nardo, gr. iiij.; cristal tártaro, (z). ij.; misce y, con agua de
hinojo, se formen píldoras para quatro veces, pero ha de esperarse el efecto de
las unas para dar las otras y governarlas con advertencia de que alguna vez he
visto obrar tarde y largo, y, si por no obrar el mismo día la una dosis, se
prosiguiere con la segunda y las demás, puede resultar un estrago.
44/ Purga uterina suave y que no parece
purgante.
Toma de
berdolagas y lechugas, de cada cosa, un manogito; de rosas secas, un puñado;
sabina, poca; una raíz de gramen, si ay calentura o no tiene su costumbre la
enferma; hágase cocimiento y se cuele, y a seis onzas de él se añadan quatro
gotas de azeyte esencial de salvia, incorporándola primero en el azúcar que ha
de llevar la bebida. Daráse fría cinco o seis mañanas. No la he experimentado,
pero por de sugeto muy seguro la pongo.
Tipsana real, universal purgante.
Toma de
polipodio corcino y regaliz, â. (z). B.; de anís, (z). j.; de agua común, lib.
j. B.; infunde por quatro horas en cenizas calientes; después añade, de hojas
de sena, (z). B.; de cristal mineral, (z). j.; de azúcar candí, (z). j. o algo
más; de hojas de rosas finas, un puñado; de corteza de limón, (z). j., y
repítase 45/ la infusión caliente por otras quatro horas. Cuela al fin y
exprime. Dosis, (z). vij..
Tintura de sena, familiar para los hipocondríacos.
Toma de hojas
de sena, (z). j.; infunde en (z). v. de cocimiento de raízes de borrajas.
Cuela, &c. Tómase por algún tiempo de ocho a ocho días y prueba también
como si fuera cosa mayor.
Purga en pastillas.
Toma de
azúcar, lib. j.; clarifícalo con una tintura de sena extraída con un poco de
antimonio diaforético, como quatro granos de él, y (z). B. de sena, en lib. j.
B. de agua. En estando a punto de alcorzas el azúcar, añadirás de resina de
escamonea (z). j.; de la de xalapa, (z). ij.; mezcla bien y escudilla, &c.
Dosis de dos a tres dragmas. Es eficaz y famoso purgante.
46/ Sección III.
Purgantes químicos antigálicos.
Mercurio precipitado por sí.
Esta obra
consiste en la forma de los vasos y en la fortaleza de el fuego. Los vasos han
de ser como unos enfriadores de media libra de cabida, llanos perfectamente de
suelo, angosta la raíz, y origen de el cuello y metida un dedo dentro de el
cóncavo, para que respire, y no se sublime la materia, y todo el cóncavo ha de
ser muy baxo respecto de los enfriadores, aunque más alto que la raíz de su
cuello, como he dicho.
Póngase en
ellos el mercurio purificado en poca cantidad, que a lo sumo ocupe el suelo
como si fuera una plancha muy delgada, y podrán acomodarse algunos embueltos en
arena blanca molida, y enjuta, en vasija proporcionada al hornillo de viento, y
capaz de resistir fuego grande.
47/ Empiézese
la obra blandamente y se irán abriendo los registros de el hornillo poco a poco
hasta fuego de gran violencia, en el qual ha de conservarse como una semana, de
día y de noche. Los vasos no han de cerrarse, pero se cubrirán bien de la
arena, y se han de aver puesto llanos para que no se incline o ladee el
mercurio.
Assí se
hallará precipitado en los ocho días, si no huviere avido incuria, y reducido a
un polvo rubicundíssimo y muy brillante. Romperánse los vasos para sacarle,
aviéndose enfriado en las arenas, y no se haga sino buélvase a la obra, si no
se viere dicho rubor.
Después, en
los cuellos, se acomodarán muy esparcidos para darles sobre brasas la última
perfección, teniéndolos sobre ellas un poco, para que si algo huviere menos
precipitado de el mercurio, se vaya, y lo que permaneciere en el fuego se
guarde para el uso.
Los autores
que hablan de este precipitado per se no dicen la forma de los vasos, piden
lento fuego y atarean para seis semanas 48/ de obra, pero, sin los vasos que he
dicho, y violentíssimo fuego de arena, no se precipitará, y esto es seguro.
Tal vez aún de
este modo no se hallará mucha precipitación, por descuido o sueño de el
artífice, y, en tal caso, paciencia y repetir la operación o dexar el oficio,
que aunque pide liberalidad y entendimiento, es mecánico.
El vaso se
haze mejor con el cuello postizo, ingiriendo las dos piezas que se ayan hecho
separadas, estándose en que todo el cuello sea de una, y que no ha de baxar de
el orificio de la otra pieza, sino cevar en él, y, al unirlos, apretar un poco
para que baxe más que el resto de el círculo el asiento de el cuello.
Su eficacia es
desquajante, con efectos ya purgantes por abaxo, ya diaforéticos. Cura de raíz
la lúe venérea, mata las lombrizes y cura las fiebres que piden tales medios.
Helo hecho y administrado. El efecto es mucho, por esso prevengo que comiençe a
darse por dos granos de él, sin adición alguna, que a 49/ vista de su operación
puede en cada sugeto aumentarse la dosis, y, no por esto, se entienda que es
peligroso, sino muy eficaz. En esta medicina confiero quanto de mercurio puedo
dar exquisito. Y de antimonio, ya en la primera Sección tengo dado el régulo,
que es, por sin vómito, noticia secreta, como esta de mercurio, poco sabido el
modo cierto de conseguirla.
Cítanse algunos medios antigálicos para no
detenernos en lo que se halla fácilmente en los autores.
Sus mayores
tesoros antivenéreos sacan los autores químicos de el mercurio y antimonio, y
podrá llenarse de obras quien tuviese libros, entre los cuales aconsejo el
Curso Químico, de Nicolás Lemery, autor francés, que ya se halla en castellano,
por abundante y por verdadero. Yo, en el precipitado per se, he dado lo que no
se hallará en términos claros y seguros, y lo mejor de mercurio que puede
darse, y en el régulo sin 50/ vómito de antimonio, lo mejor de antimonio, y más
secreto. Quien quisiere abundancia busque libros grandes y tendrá el aprecio de
los populares y de los muchachos.
En Lemery se
hallará de mercurio, el dulce, la panacea y otros, y para apósitos en los
abscessos de esta especie, los precipitados blanco y rojo, que son muy
especiales. Y de antimonio, el régulo, el vidrio, el diaforético que obran
también especialmente; pero ha de saberse, para elegir con acierto la curación
antigálica, que el mercurio es muy descuaxante y probará muy mal a los cuerpos
muy resolubles y el antimonio, que conserva la fuerza emética, muy violento y
no conviene a los débiles.
Yo, con esta
contemplación, si me hallara en oficina donde pudieran ocurrir tales casos,
apelaría por lo más a medios galénicos, de los que traeré en la Sección
siguiente y perficionaría la obra, dando el Oro de Adriano de atrás, que es
especialíssimo para las últimas impresiones de este veneno y se logra 51/ aviendo
expelido lo que pertenece a cuerpo de humores.
El Arcano
pasivo de el Capítulo primero, tengo por cierto que curará radicalmente la lúe
con la misma eficacia que las unciones y sin aquel riesgo, por lo que desvenena
y evacua. Y en las úlceras de esta especie lo aplicaría sólo con la misma
satisfacción, por dulce y desecante. Y los polvos cornaquinos hechos, no con la
escamonea sulfurada, sino con su resina, son poderoso medio.
Gonorreas.
Toma de
azafrán de Marte astringente, gr. viij.; de antimonio diaforético y azúcar de
Saturno, â. gr. iij.; de cánfora, gr. j.; misce y, con conserva de rosas, haz
píldoras para una vez y las darás algunas veces.
Apósito antigálico.
Dissuelve el
mercurio en espíritu de nitro, evapora hasta película, cristaliza y, de el
licor que quedará (apartados los cristales) una 52/ parte y de agua de
plantaina o llantén quatro partes, harás mezcla para curar con eficacia y
suavidad las verrugas, higos, callosidades y úlceras de la vía, &c.,
dexando sobre ellas un algodocinto mojado en la mezcla.
El precipitado
blanco de mercurio con el ungüento de cerusa es también específico y muy dulce;
mézclase (z). b. de aquél con (z). B. de éste, aumentando el precipitado, según
la necesidad y tolerancia. También se logra con el rubro, pero no es tan
benigno.
Sección IV. y última.
De antigálicos galénicos.
Polvos antigálicos.
Toma de sena,
zarça y anís, â. (z). j.; pulveriza y passen por tamiz; divídelos en nueve
porciones iguales para otras tantas mañanas continuas, pero antes se prepare el
enfermo, tomando cinco mañanas un poco de cocimiento de fumaria con azúcar para
disponer este humor; después de tomar cada 53/ dosis de los polvos, podrá beber
un poco de caldo o vino blanco o los polvos en él; reposará quatro horas y
después podrá levantarse y passear, si no se lo impidiere el accidente, hasta
la hora de comer. Lleve buen orden y beba sólo agua cocida con un poco de palo
santo, hecho astillas pequeñas, hasta (z). j. de él en cada cántaro, y hervores
sean pocos.
Opiata.
Toma de miel
de romero, lib. j.; cuezca a fuego lento con (z). iiij. hasta la perfecta
espumación; añade de sena y parrilla en polvos â. (z). ij.; de polipodio, (z).
j.; de epictimo, (z). vj.; de miel rosada alexandrina, (z). iiij.; de ojimiel
de azúcar, (z). ij. B.; mezcla para opiata. Dosis de una cucharada o dos y se
dará nueve veces, según el efecto. Es contra la lúe, apoplejía, dolores
articulares, gota, ciática, &c.
Confección.
Tomarás de
palo santo y zarza parrilla en polvos, â. (z). j.; de polipodio, epictimo y 54/
confección amec, â. (z). B.; de sena, (z). ij.; de anís, (z). ij.; de xarave
rosado solutivo, (z). iiij.; de los de borrajas y de fumaria simple, de cada
uno lo que fuere menester para confingir. Dosis, una cucharada por la mañana en
ayunas con un poco de vino blanco y hazer ejercicio si pudiere ser. Supónese
para dar estos específicos alguna preparación, buen gobierno y bebida usual de
palo santo o zarza, que sería lástima malograr un medicamento eficaz por no
darle racionalmente.
Cocimiento.
Toma de zarza,
(z). ij.; leño visco corcino, (z). j. B.; limadura de cuerno de ciervo y
marfil, â. (z). B.; de antimonio crudo y piedra pomes, todo en polvo, â. iij.;
de agua común, lib. vj.; infunde según arte por 24 horas; después hierva hasta
consumirse la tercera parte, añadiendo a lo último de canela molida (z). ij.
Dosis, lib. B. por la mañana y por la tarde con azúcar.
55/ Curación.
Consúltense
las sangrías y después se darán los xaraves purgante y específico, como se
siguen.
Xaraves.
R. Xarave de
culantrillo, violado y de chicorias, â. (z). B.; de cocimiento de morbo gálico,
(z). iiij.; misce. Daráse cinco veces.
Purga.
R. De sena,
(z). ij.; de anís y cristal tártaro, â. (z). j.; de epictimo, (z). ij.;
infunde, cuela y, en tres onzas de él, pondrás de diacatolicón y amec, â. (z).
iij.; de xarave rosado solutivo, (z). iiij.; misce.
Específico.
Toma de zarza,
(z). ij.; de palo santo y raíz de china, â. (z). j.; infunde por 24 horas en
lib. xij. de agua común; cueze después hasta la mitad, pista y vuelve a cozer
un rato; 56/ añade de sena, (z). ij.; de cremor de tártaro, epitimo, polipodio
y semilla de cártamo, â. (z). ij.; hojas de endibia, chicoria y acedera, â. p.
j.; passas, (z). B. y otras tantas ciruelas passas y se concluirá el cocimiento según arte. Tómese de
éste lib. ij. y con azúcar se haga xarave largo, al qual se añadirá de ruibarbo
electo infundido con sándalos citrinos, (z). ij., y de rosado solutivo (z).
ij.; misce. Dosis, (z). v.; es eficacíssimo y no espante por muy lleno, que yo
he visto obrar con gran seguridad.
Infusión fácil, barata y eficacíssima para en casos
casi imposibles.
Infunde en
frío por espacio de 24 horas, de coloquíntidas enteras puestas en una muñeca
clara en (z). de vino blanco; daráslo todo al enfermo por la mañana en ayunas
y, después de horas, una taza de caldo. No se toma más que una vez y purga
eficacíssimamente toda la podredumbre gálica, aunque suele tardar, pero no se
desconfíe.
57/ Capítulo III
De astringentes, corroborantes y resolutivos.
Sección I.
De estos medios sin opio.
Agua arterial estíptica.
Tomarás de
vitriolo blanco (z). iij.; de alún crudo, (z). j. B., todo en polvo; de agua
común, lib. j. B.; agita en frío en vaso vidriado con espátula de madera por
una hora; filtra por dos papeles de estraza juntos y añade al licor filtrado
ocho gotas de espíritu vitriolo. Si la necesidad es interior, pueden darse tres
onzas en bebida a solas. Si exterior, se aplica en hilas y paños con ligadura a
la parte que fluye; si de narices, atáquense de las hilas mojadas; si de meses,
aplíquese una cala delgada a la parte, y si fuere mucha, en este último caso, a
más de la cala, se dará por la boca.
Para fluxo espermático.
Toma de el
hueso de la sepia en polvos, (e). j.; conserva de rosas finas, (z). ij.; misce
y darás esta dosis repitiéndola algunas veces.
Xarave de canela.
Digiere al sol
en aguardiente la canela contundida; disuelve al mismo tiempo el azúcar en agua
de hinojo; junta las dos disoluciones filtradas y evapora suavemente para
xarave. Dosis, alguna cucharada. Y mejor medicina tendrás dissolviendo en
espíritu de vino quanta canela admita, y, filtrada, usarla a gotas en bebida
dulce o bizcocho.
Astringente de vómitos.
Toma de
aguardiente, lib. j.; evapora su tercera parte, añade de agua rosada fina, (z).
iiij., y dé un hervor; después haz xarave con 59/ lib. j. de azúcar. Dosis,
tres cucharadas antes de comer o después de aver comido.
Otro para lo mismo y es lo mejor.
Toma de zumo
de limas (z). ij.; de sal de ajenjos, (e). ij.; mezcla en frío y, en cessando
de hervir, estará hecho. Dosis, una cucharada antes de comer y seguramente
siste el vómito, continuando algunas veces.
Rosoli corroborante.
Dissuelve en
agua común, lib. ij., una libra de azúcar, añadiendo una camuesa contusa y
quarteada; despuma y clarifica con el blanco de un huevo y cuela por
servilleta. Dissuelve también en lib. B. de espíritu de vino, de canela (z).
ij., de nuez moscada (z). j. y de clavillos (z). B., y sea en vaso cerrado;
filtra por papel, junta las dos disoluciones y añade en frío un poco de la
esencia de ámbar gris. Su uso es gastarlo con templanza y necesidad de
corroboración.
60/ Cordial astringente.
Toma de aguas
de berdolagas y de rosas finas, â. lib. B.; de almíbar de membrillos y xarave
violado, â. (z). j. B.; marfil preparado sin fuego, (e). ij.; confección de
alchermes, (z). j., y, según el caso, pueden añadirse de espíritu de cuerno de
ciervo gut. vj., y será maravilloso con unas gotas de nuestras perlas. Es
especialíssimo en las fiebres malignas de gran podredumbre y disolución de
humores. Éste, o sana en estos casos, o trasmuta el morbo de raro a denso, en
el qual caso, con nuestro Arcano pasivo se concluye la curación.
Xarave (digo Elyxir) corroborante y astringente
singularíssimo.
Toma de
bálsamo en tarugo o de el líquido rojo (no de el blanco), (z). j. B.; de menjuí
y estoraque, â. (z). ij.; mirra, almástiga, succino, incienso macho, todo bien
pulverizado, â. (z). B.,; nuez moscada n. j.; clavillos, n. xx.; almizcle y
ámbar gris, â. gr. iiij.; ponlo 61/ en matrazo de reencuentro; después digiere
ocho, no poniendo carbón por las noches, y por las mañanas remueve el matrazo
bien, y ponle carbón todo el día. Al fin dexa enfriar y saca por inclinación el
tiento.
Es grande
auxilio en los fallecimientos y, en cámaras crudas, maravilloso. Dióseme para
en toda especie de morbo, tomando unas gotas de él en agua en los casos de
calor, y en los de frialdad en huevo, caldo o a solas, pero, en agua, ni licor
aqueo, no puede darse, porque la lactea y se concreta; ni yo lo uso, sino como
he dicho, y sólo creo mi experiencia o algún grande fundamento racional.
Pro coronide.
Aconsejo sobre
todas cosas la disolución de las perlas que he manifestado en el primer
Capítulo, especialmente para en los flujos crudo y disentérico. Y, porque no
parezca excesso de amor propio, no la celebro más, ni aquí, ni en su lugar,
bien que allá digo lo que basta.
Sección II.
De opiados.
He usado con
inclinación de el opio y, correspondiendo sus efectos al título de este
Capítulo, me ha parecido juntarle en esta Sección particular alguna variedad de
usos. Primero traeré algo de extracto sólido y líquido, que es el positivo y el
láudano, y, después, algunas composiciones acia su uso particular.
Los autores
tratan variamente al opio; unos lo precipitan, con que obra más tardo; otros lo
castran, con que obra menos libre, y Nicolás Lemery lo purifica, con que obra
con todo el lleno de su virtud. Esta preparación última entre las demás elijo
yo para el uso común de él, pero traeré después una esencia de él en que,
perdido lo narcótico, se logra sólo lo anodino, que es de Zubelfero, y todos
los autores de después de él la admiten y la celebran.
63/ Zubelfero precipita al opio assí, y ésta no
es su esencia.
Dissuelve el
opio en agua de canela y precipita con azeyte de tártaro; quita la agua o licor
y evapora para extracto. Assí le solicita alguna fijación, temiendo sus vuelos.
No he hecho esta obra, pero dudo la precipitación, no contemplando en el agua
de canela accididad, que pare recibir al álcali de de el tártaro, suelte al
opio.
Castración de el opio de Boile.
Muchos, y con
ellos Adriano, lo torrefacen, temiéndole mucho; pero Boile lo trae assí.
R. De opio,
(z). j.; de espíritu de vino, (z). iij.; de espíritu vitriolo, y mejor de él de
sal, (z). j.
No advierte
Emulcro, de donde le tomé, si ha de quedar líquido o sólido, y la accididad
destruye al opio, con que este modo no puede ser útil, porque, quedando
líquido, ha de serle 64/ el áccido de grande impedimento al láudano, y
queriéndole sólido, o ha de dexarle corrosivo el último áccido, que quanto más
evaporado se exalta más o ha de quemarse la medicina para evaporar totalmente
un espíritu que tanto se radica en la materia.
Láudano opiato, hecho por la addición de muchas
especies.
De un Don
Nadal Varonio Veneciano, que fue quien dexó el dissolviente de el oro a Don
Vicencio Lastanosa, tengo la preparación siguiente.
R. De opio
tebaico, (z). iij.; de zumo de veleño cogido en tiempo y espesado al sol, (z).
j. B.; polvos de diambra y confección de amusco, disponjados, â. (z). ij.; de
mumia transmarina, (z). B.; sal de perlas y corales, â. (z). iij.; licor de
succino blanco, huesso de corazón de ciervo, piedra de bezoar, â. (z). j.;
unicornio animal o mineral, (z). j.; almizcle y ámbar, â. (e). j.; oro potable,
azeyte anacardino y de naranjas, cidras, clavillos, canela y nuez moscada, 65/
â. gr. xij., y de tierra sellada, (z). j.
Fuera de el
hueso de el corazón de ciervo, unicornio, bezoar, almizcle, ámbar, oro y tierra
sellada, lo demás todo lo juntarás, digerirás y evaporarás lentamente, y,
estando en buena consistencia o mediocre, añadirás las demás cosas y
proseguirás para extracto.
En casa de
Lastanosa he alcanzado algo de este láudano, hecho por mano de dicho Don Nadal,
y le vi obrar bien. Pero no satisface una obra prolixa, costosa, en que entra
sin purificación el opio y donde se juntan tantos cordiales opuestos, unos
volátiles y aromáticos, otros fixos y lapídeos que han de embarazrse; sólo la
práctica común de las confecciones puede responder como ejemplar de otra
escuela, sin satisfacer a los primores químicos. Yo, si al láudano de Lemery
pusiera los cordiales fixos de esta receta, entendería tener mejor láudano.
Extracto de opio en que nada se le añade y sólo se
le quita lo impuro.
Dissuelve (z).
iiij. en lib. j. de agua de lluvia destilada 66/ o filtrada en matrazo de
reencuentro; hierva dos horas, removiendo alguna vez, cuela y guarda la
disolución. Enjuga en calor suave la
materia residente, saca su tintura con muy buen espíritu de vino, también en
vaso cerrado, que lo conseguirás en un día; cuela la disolución por papel y
tenla aparte.
Evapora las
dos divididas a fuego manso, hasta consistencia de miel líquida; júntalas en
este estado y prosigue hasta extracto sólido o pilular. Es el de Lemery, y pone
por dosis de medio grano hasta tres, pero no puede llegarse a dos.
Assí se logran
la virtud fixa y la volátil de el opio, deteniendo la fixa a la volátil, en que
está lo narcótico, y moviendo la volátil a la fixa, en que está lo anodino, sin
que se necesite de añadir otra corrección que la de darle en poca cantidad. Y
assí se tiene el mejor positivo para varias composiciones o mixtiones, según
los distintos y muchos casos a que se ordena el láudano, de que daré algún
ejemplar después de la siguiente, segura y celebrada esencia anodina.
67/ Esencia anodina de Zubelfero.
R. De opio
tebaico, (z). j.; digiérele menudo en agua láctea de canela destilada con vino;
añade de sal tártaro blanco (z). j., poco a poco, y filtra.. Pon en la essencia
filtrada (z). ij.; de sal ammoníaco sublimada con Marte, de extracto de
azafrán, (z). B.; de essencias líquidas de cortezas de naranja y lima, â. (z).
B.; digiere de nuevo por tres días en vaso cerrado, filtra y guarda. Su autor
le da virtud para en quartanas y tercianas, dada después de el paroxismo y en
la epilepsia de niños y adultos, dolores cólicos y disenterías, y en el fluxo
de vientre inmoderado. Dosis de (z). j. hasta (z). ij. A mí me prueba bien en
varios casos a que se ordena el opio, pero no lo he probado en epilepsias ni
fiebres intermitentes.
Para afectos de cabeza por causa uterina.
R. De fécula
de Brionia gr. viij.; de castóreo en polvo, gr. iiij.; de láudano opiato de
Lemery, de medio grano a uno, o de otro láudano, gr. j. B.; misce y daráslo un
rato largo después de cenar.
Para destilaciones fuertes.
R. De castóreo
y incienso macho en polvo y de succino preparado, â. gr. iiij.; de láudano
opiato, como arriba, misce en píldoras con mucílago de tragacanto o algún
xarave especial, y también las de arriba.
En Adriano se
hallarán muchas mixtiones de opio para varios casos, y el médico puede idearlas
también, que esso es ser racional, bien que el láudano por sí sólo alcanza
mucho y los añadidos, siendo él bien indicado, pueden impedirle en vez de
regularle la virtud, si no fueren muy específicos al accidente, lo qual importa
más que el que sean especiosos y lo prevengo, porque aún en la Medicina suele
gritarse la preciosidad más que la proporción.
69/ Xarave opiado para destilación y licuación
de la cabeza.
En un
comentador de Adriano vi esta receta y, porque la mixtión es propia al efecto,
la comunico. En quanto al modo, diré el suyo y el que yo tendría puesto a
trabajarle, y según su noticia o numen, podrá governarse cada uno.
R. De succino
blanco, lib. j.; licuale al fuego en vaso vidriado a quedar como pez líquida;
añade de opio gruesamente cortado, (z). iij.; consúmanse mezclados hasta polvo;
toma (z). ij. de la materia, hierva en lib. ij. de agua de betónica hasta la
mitad; filtra y con azúcar haz xarave. Dosis (z). j. con agua de ninfea o
cocimiento de china, daráse mucho después de la cena.
Esta medicina
siste las destilaciones tenues, acres saladas, que se derivan de la cabeza
hiriendo la áspera arteria, exulcerando los pulmones, &c., passando a
excitarse fiebre habitual y a tocar en las fibras de los nervios.
70/ Yo no
traería a polvo los ingredientes porque tienen su mayor virtud en el gluten y
han de perderla. Concibo que, quando se discurrió esta obra, era aún más temido
que conocido el opio, de el qual ya se usa con libertad y sin torrefacción.
Capítulo IV
De febrífugos.
Sección I.
De los de quina quinae y modos de usarla.
La quina
quinae ha merecido alzarse con el renombre y tener la antonomasia de febrífugo,
o por más universal, o por más antigua, o por más conocida, o por más
febrífuga. Por esso dedico la primer Sección de este Capítulo a sus preparados,
que son muchos, y los que traeré muy escogidos y de segura experiencia.
71/ R. De
xarave de adormideras blancas, (z).j.; de quina quinae, (e). ij.; de sal de
ajenjos y sal ammoníaco, â. gr. x.; de agua láctea de canela, (z). j.; de agua
de hinojo, (z). iij.; misce para una dosis.
R. De quina
quinae en polvo, (z). j. B.; de antimonio diaforético y diaforético marcial, â.
(e). j.; de sales de ajenjos y de centaura menor, â. (e). j.; de xarave de
ababol, (z). j.; de confección de jacintos, (e). j.; de cocimiento de
pentasilón, (z). vj. Dosis toda la cantidad en la perfecta declinación; los
días intermedios por la mañana y a la otra declinación o a la hora de el primer
síntoma, si no repitiere la cuartana hasta ella, y ha de repetirse hasta ocho
veces, de cualquier modo que se diere la quina, para asegurar la curación,
aunque falten las accesiones.
R. De quina en
polvo, (z). j.; sales de ajenjos y de centaura, â. (e). B.; espíritus de
tártaro y de sal ammoníaco, â. gut. viij.; misce y con mucílago de tragacanto
se formen píldoras para cada dosis.
R. De quina,
gr. xv.; de antimonio diaforético, 72/ gr. vij.; de coral preparado, gr.vij.;
de láudano opiato, gr. j.; fórmense pídoras para cada dosis y tómense diez días
continuos. Este es febrífugo para los últimos residuos de fiebre en las
enfermedades.
Purga para antes de dar la quina quinae.
R. De hojas de
sen, (z). iij.; de centaura menor, (z). ij.; de sal de ajenjos y cristal
tártaro, â. (e). ij.; de anís y canela, â. (z). B.; hágase cocimiento que quede
en (z). iiij. B. y añádese de xarave mercurial (z). iij. B.; misce y después se
tomará la siguiente quina o qualquiera que al médico pareciere, según el caso.
R. De quina,
(z). j.; de sal de ajenjos o tártaro, (z). ij.; de vino blanco, (z). vj.;
infunde por una noche y guarda juntos el licor y el polvo. Toma para cada vez
de este vino y polvos, removiendo la redoma, (z). j.; de xarave de cinco
raízes, (z). j., y de agua de hinojo, (z). ij.; daráse esta cantidad como hemos
dicho para los demás preparados; sólo los días libres 73/ se ha de dar, de más
a más por la tarde, tardando tres horas a cenar.
La siguiente
es muy semejante y segura, pero la huve de un artífice francés y gasta mucho
vino.
R. De quina,
(z). vj.; de sales de ajenjos y de centaura, (z). ij.; de sal ammoníaco, (z).
B.; infunde por 24 horas en cinco libras de vino blanco a fuego suave. Dosis,
(z). de el vino y polvo mezclados.
Tintura antifebril.
R. De espíritu
de tártaro, lib. j.; de triaca magna, (z). ij.; de grana, quina quinae, canela,
nuez moscada, clavillos, centaura menor, jenciana, cardo santo y vayas de
enebro, â. (z). j. B.; extrae la tintura según arte; filtra y guarda para darla
hasta (z). ij., y, en las pídoras y pócimas dichas para exaltarlas según el
caso con algunas gotas, es cosa singular.
Superior preparación de la quina.
R. De ella
escogida lib. vj.; de serpentaria, virginiana y diafóretico marcial 74/
blanquíssimo, â. lib.j.; mezcla y añade de espíritu de vino acuido con sal
ammoníaco hasta que bien humedecida la materia sobrenade tres dedos; digiere
tres días, dexa insolar, decanta y guarda la tintura aparte.
La materia
residente impregnada con dicho espíritu se divida y una parte se traiga a forma
de lectuario con el competente roob de enebro, añadiéndole un poco se su azeyte
esencial, y la otra se enjugue y seque a la sombra, y todo dividido se guarde
en vasos cerrados. Es obra célebre de Mangeto y este autor prolijo en el modo
de decir su uso; quien le quisiere ver a lo largo, váyase a él y, quien no le
tanga, puede condiscreción usar de la tintura eficacíssima por sí (esto es an
algún austo especial) y de el electuario y polvos de el mismo modo, o animar
éstos con la tintura, observando de todos modos menos dosis (fuera de los
polvos), por ser las otras medicinas exaltadas.
75/ Sección II.
De febrífugos sin quina.
Arcano duplicado.
R. El caput
mortuum o materia de vitriolo y nitro de que se aya sacado el agua fuerte,
calcínala hasta suma blancura, sin que le quede corrosivo alguno; lo qual puede
conseguirse de una vez, aunque Adriano (que es su autor) pide tres; después
sacarás su sal, que es el Arcano. Dosis de (e). j. hasta (e). ij. y le trae, y
otros muchos lo tienen por remedio en la melancolía, insania, peste, epidemias,
quartanas, y dicen que obra con variedad, ya por sudor, ya por seceso, y que de
por medio haga también dormir. Es remedio grande, aunque su autor ponderativo.
Sal antifebril.
R. De sal
ammoníaco, algunas veces sublimada, de nitro preparado, de sales de cardo
santo, de ajenjos y de centaura menor, 76/ â.; disuelve en agua de chicorias y
según arte extrae la sal cristalina. Dosis de (z). B. hasta (z). j. en toda
fiebre, especialmente en las intermitentes.
Espíritu de sal ammoníaco.
Éste se tiene
por grande y anticuártico, febrífugo, dando de él hasta (z). B. Aplicado a las
narices socorre la sufocación uterina. Canforado es singularíssimo contra el
dolor de gota por untura. Para sacar tinturas de la quina quinae y para
exaltarla, quando se da en sustancia, es especial en pocas gotas.
Otro.
R. De sal de
ajenjos, (z). B.; de agua de chicorias, (z). v.; de espíritu de vitriolo gut.
Iiij.; daráse al principio de el frío, después de preparado el enfermo.
Espíritu de víboras y su sal volátil.
Daráse de el
espíritu de diez hasta treinta gotas, y de su sal volátil (que es más eficaz), 77/
de seis hasta veinte granos. Es singular curativo de fiebres malignas y de las
intermitentes, administrándoles en licores propios. También son especiales en
las viruelas, apoplejía, perlesía, males istéricos y mordeduras venenosas.
Sal diurético.
Dissuelve el
caput mortuum de la sublimación de el sal ammoníaco en agua caliente, filtra y
coagula. Es especial en las fiebres intermitentes. Dosis de (e). B. hasta (e).
j., y en la ictericia, escorbuto, hidropesía y cualesquiera obstrucciones.
Sal de las ostras.
Házese de las
testas de las ostras limpias y calcinadas hasta suma blancura, dissolviéndolas
después y sacando su sal. Dosis (z). j.. antes de el paroxismo.
78/ El de Estuczel.
R. De nitro
fixo mineral, lib. j.; de jengibre y canela, â. (z). ij.; mezcla y haz polvos.
Dosis de (z). B. hasta (z). j. en vino o agua simple. Es prodigioso en la
cuartana, caquexia e hidropesía.
Arcano pasivo.
Nuestro Arcano
pasivo es bien que cierre la materia de febrífugos químicos. Véase en el
Capítulo primero y échese también a fiebres intermitentes.
Observación en quanto a los febrífugos de quina
quinae.
Sea regla
general que a éstos, quando se ordenan a fiebres lentas, si se les añadiere un
grano de láudano opiato, les darán corrección y eficacia, y si a fiebres
intermitentes, se exaltarán añadiendo un poco de purgante. 79/ Y pasaremos a
otros febrífugos de menos fábrica, aunque exquisitos.
El emplastro o
cataplasma de flor de camamila y malvas, iguales partes, capoladas en frío y
cocidas con azeyte de camamila y agua â., hasta evaporarse la agua, añadiendo
un poco de derretido después y poniendo de ello al estómago y vientre buena
cantidad; es admirable dispositivo en las fiebres ventrales, para que el
purgante haga la última obra; pero ha de beberse una libra de agua caliente con
azúcar, que haya hervido, una hora después. Aplícase en la segura declinación
de las fiebres de aumento, o sean continuas o intermitentes, y se dexa en la
parte muchas horas. Es arto sabido su uso y no me detengo más en él.
El emplastro
de vino tinto, dos partes de éste, una de agraz y un poco de sal de ajenjos,
amasando con esta mezcla la harina de trigo sin cerner y añadiendo al vino un
poco de flor de azufre, es gran curativo de fiebres ustivas y de cualesquiera
otras (fuera de las lentas), aplicado al estómago y riñones. Las 80/ tercianas
especialmente las cura, si han precedido un purgante y el emplastro de la
camamila, y, para estar en el uso menudo de ambos, puede verse el libro de el
licenciado Vidós.
La corteza de
una raíz grande de malva, lavándola mucho entre las manos en agua fría y
cociéndola en escudilla y media de agua, hasta que se esmere la tercer parte,
es medicina de quartanas, dando al enfermo la escudilla de cocimiento que
queda, fresco y con una onza de azúcar candí. Lo he experimentado una vez en
principio de quartanas, después de purgar al enfermo, y curó luego firmemente,
pero yo añadía a cada dosis unas gotas de el oro de Adriano.
R. Pólvora y
sal común fundida, todo en polvos, â. (z). j.; telas de araña, nuez moscada o
líbano electo, â. ij.; ajenjos, bursapastoris, ortiga menor, ruda, â. m. j.;
trementina blanca q. s. para formar cataplasma, que se aplicará a los pulsos de
las muñecas dos horas antes de el paroxismo. Siste cualesquiera fiebres de
muchachos, especialmente la terciana nota o expúrea.
81/ R. Un buen
aguardiente caliente, unge con friega el espinazo, dexándole bien mojado,
pulveriza por toda la espina, desde el pescuezo a la codilla con polvos de
sangre de drago electa y cubre con una tira de estopa que alcance de arriba a
abaxo, mojada en el aguardiente muy caliente; pégase como bizma y quita los
residuos de las tercianas rebeldes en la convalecencia.
R. De semilla
de cedoaria, (z). ij.; ollín limpio y brillante, (e). iiij.; cinabre vulgar,
(e). ij.; cánfora, (z). j.; trementina de abeto, (z). j. B.; misce, aplícase a
los pulsos de las manos en las fiebres intermitentes.
R. De tabaco quod volueris, funde de vino s. q.,
cueze por media hora, cuela; añade de miel, cera y azeyte de taparas lo
suficiente para emplastro; aplícase tibio al bazo en las quartanas.
Antiécticos.
R. De cánfora,
(e). B.; dissuélvela en mortero con (z). ij. de derretido de lechón; después
añade de azeyte violado, (z). iij.; mucílago 82/ de membrillo y de zargatona
extraídos con agua rosada fina, y de leche de muger, â. ij.; de sal prunela,
(z). j.; misce y, agitando, se incorpore todo. Su uso es ungir mañana y tarde
todo el espinazo.
R. Alún de
roca en polvo y precipato en una lexía fuerte de xaboneros, y mejor de cenizas
de ligno visco corcino y de tártaro calcinado, partes iguales. La precipitación
se haze en un instante y queda en el fondo el alún como un maná. Ay quien le da
a los tísicos de (e). B. hasta (e). j., pero yo le tengo para el magisterio
siguiente de sangre de drago de Adriano.
Este autor
toma de alún crudo, (z). j. y de magisterio de sangre de drago, (z). B. y
quiere que se dissuelvan en agua de cardo santo y se coagulen para su lumen
tinctum, pero ni la agua ni otro menstruo diddolverá las dos cosas. Yo lo he
intentado y sólo he conseguido que después de la consumpción de la agua se
incorporen y en seco se haga la tintura de el alún, por lo qual aconsejo que se
mezclen en polvo ambas cosas y después se unan en calor 83/ suave. Este es
febrífugo de quartanas y antiéctico, restringe la sangre de los tísicos y
disentéricos y otros flujos. Dosis de (e). B. hasta (e). j. en vehículo propio.
R. Algunas
mañanas una escudilla de leche de asna negra con azúcar y, de allí a dos horas,
el caldo seco que saliere de quatro dineros de pierna de carnero, y de un
corazón también de carnero, puestos juntos con todas especias y cortado con
tigera el azafrán.
Capítulo V
De anodinos.
Sección I.
De antinefríticos.
R. De limas
cortadas a ruedecillas, hortigas, hojas de rábanos y parietaria, algo menos de
las limas y lo demás iguales partes.; macera y destila. Dosis de la agua destilada,
84/ (z). iiij.; es muy eficaz en el dolor de hijada.
R. De tártaro
blanco calcinado hasta negrura quod
volueris, haz lexía con agua de lluvia destilada, en la qual lexía se
pongan unas cortezas de naranja y cuezcan con el tártaro; filtra muchas veces
hasta que passe el licor claro y teñido. Éste resuelve y expele el cálculo y
insensiblemente mundifica de el mucílago los renes y vejiga. Dosis, una
cucharada, y sirve para precaver y para curar. Es más cómodo el espesar esta
lexía para tener la medicina hecha, que en lexía no puede conservarse
igualmente.
R. De xaraves
de jinjoles y de cinco raízes sin vinagre, â. (z). vj.; de aguas de chicorias y
melones, â. iiij.; de cremor de tártaro, (e). j.; de agua láctea de canela,
(z). j.; misce. Es famoso.
R. De oro
potable gut. Vj.; héchalas en un bizcocho y dalo al paciente o en agua de
chicorias o de epática con azúcar o en cualquier austo especial.
85/ Sección II.
Remedios de muelas.
R. De espíritu
de vino, (z). j.; de opio crudo, (z). ij.; de espíritu de vitriolo y de el
azufre, â. (z). Iij.; de azafrán gut., xv.; misce y saca tintura y, con el
estremo de una pluma mojada en ella, tocarás la muela que te doliere, alguna
vez.
Si es decausa
caliente, el dolor se socorre con eficacia tocando de el mismo modo la muela
con nuestro dissolviente de oro y, si es de causa fría, con el elixir
astringente de el Capítulo tercero.
De cualquier
causa socorre al dolor de muelas un parche hecho de pez negra e incienso macho,
quatro partes de ella y una de éste, aplicado al pulso de la parte de el dolor
que late junto a la oreja. Y, si estas cosas no bastaren, bastará un purgante,
porque señala copia de humor que por mucho ni puede absorverse ni resolverse, o
sacarse la 86/ muela, que estará muy perdida.
R. Rasuras de
palo santo, (z). iiij.; almástiga, (z). j.; leño aloes resinoso, (z). j.; flor
de claveles exsicada, (z). B.; misce y, con espíritu de vino q. s., sacarás
tintura; filtra y guarda. Unas gotas de ella llevadas por la boca curan el
dolor de muelas, el hedor de el aliento, siste el fluxo de cabeza, libra de
catarros, quita la podredumbre de la boca y muelas y purifica el aliento.
Después de la salivación que induce esta tintura, ha de enjuagarse la boca con
cocimiento de anís y, si es tenaz la fluxión, convendrá aplicar al pulso o
pulsos nuestro pegado de pez e incienso.
Sección III.
De antipleuríticos.
El azeyte
azerado de calabaza larga es anodino y resolutivo en este accidente, haziendo
primero friega. Después untura con segunda friega y poniendo al fin un pañito
delgado mojado en el azeyte sobre la 87/ parte muy caliente y sobre él una
servilleta quatro doblada, también muy caliente, y assí socorre con gran
brevedad el dolor y cura el efecto; también cura todo flato. Hallárase en el
Capítulo de los bálsamos.
La siguiente
receta es igualmente eficaz.
R. Ungüento
simple de altea, (z). j.; manteca reciente de baca, (z). B.; hisopo húmedo (que
es el espisamento de lana sucia, cocida en agua, filtrada y traída a espesez),
(z). iij.; kázese untura como con el azeyte de arriba.
R. Raíz de
lampaza, cogida en la primavera, acrescente Luna, y en el otoño, luna
decrescente, (e). j.; de flores de azufre y de ababol en polvos, â. (e). B.; de
antimonio diaforético gr. xv.; de jarabe de ababol, (z). j. B.; de agua de
cardo santo, (z). iiij.; misce; tómese para sudar o transpirar.
R. Rasura de
diente de jabalí, quijada de luz catalán, â. (e). B.; flor de azufre gr. v.;
antimonio diaforético y polvos de raíz de lampaza, â. gr. xv.; xarave de
ababol, (z). B. y de agua de cardo santo o lampaza, (z). iiij.; misce.
R. De la
tintura común de flor de ababol, 88/ lib. B.; de extracto de ababol, hecho de
toda la planta, (z). j.; misce.
R. De sal fija
de ababol de (e). j. hasta (e). ij.; es medicina grande dada en agua común,
caldo o a sólas.
R. De flor de
azufre, (z). B.; quijada de luz catalán, (z). ij.; flor de ababol tostada para
polvos, (z). j.; de aguas de flor de camamila y ababol, â. (z). ij.
R. Extracto de
flor de ababol espesado en baño y concluido con azúcar, (z). ij.; en un poco de
su agua.
Si el dolor de
lado no se atajare al principio con los medios dichos, apélese a nuestro Arcano
pasivo, dándolo como en el Capítulo primero se advierte, y espérese en él la
curación segura si el enfermo no estuviere perdido ya.
Sección IV.
Antidopágricos y ciáticos.
El azeyte de
calabaza larga, que se hallará entre los bálsamos, es untura especial 89/ en
ambos afectos. Y también la siguiente.
R. De ungüento
simple de altea, (z). j.; manteca reciente de baca, (z). B.; hisopo húmedo,
(z). iij.; misce.
R. De pulpa de
casia reciente, (z). ij.; azeyte rosado q. s. para linimento. Es especial en la
gota y dolores artéticos, por untura.
R. De agraz,
lib. B.; de agua rosada fina, (z). iiij.; polvos de bolo armeno, (z). iiij.;
miel, (z). ij.; ponlo todo al fuego y, en comenzando a hervir, lo apartarás, y
con â. de harina de habas y de cevada formarás emplastro y lo aplicarás sobre
el dolor, caliente, en la gota.
Purga.
R. De la massa
de píldoras alefanginas, (e). j.; de láudano opiato gr. j. Es admirable, pero
ha de repetirse porque obra lentamente.
Leche de burra
y viono blanco, â.; baña con ello caliente y aplica paños trepados.
R. De zumos de
raízes y de cogollos de 90/ yelgos, â. (z). iiij.; de azeyte de camamila, (z).
vj.; misce; evapora la humedad, cuela el azeyte y con cera q. s. dale punto de
bálsamo. Es una untura eficaz pero el zumo de la raíz ha de ser de la corteza
de ella.
R. Azeyte de
ladrillos para untura, que es gran remedio, y cualesquiera espíritus sulfúreos
aplicados después de socorrer la primera inflamación y rubor con los usuales y
con temperantes, bien que ha de cuidarse de usar de estos al principio, sin
endurecer la parte.
Sección V.
De colirios.
R. De aguas de
hinojo, rosada y de eufrasia, â. (z). ij.; de verdete, gr. iij.; de tutia, (z).
j. B.; mezcla y dé un hervor. Y. con esta mixtión de aguas y polvos, irás
lavando un poco de manteca de puerco, derribando las aguas y quedando en la
manteca la tintura y polvos. Socorre eficazmente esta untura los ojos
inflamados.
91/ R. Un
clavillo de especia de los mayores, pícalo con (z). B. de tutia y agítalo con
(z). ij. de vino blanco generoso. Dosis, unas gotas dentro de el ojo, y polvos.
R. De vino
blanco y agua rosada fina, â. (z).. j. B.; de azúcar candí en polvo sutil, (e).
B.; de tutia pp. (Z). j. B.; misce; agita los polvos con el licor y usa de él
como de el antecedente.
R. De vino
blanco generoso, lib. j.; hierva a quedar en la mitad; añade entonces de agua
rosada fina (z). vj., continúe hirviendo hasta quedar otra vez en la mitad, que
será lib. B.; añádanse dos claras de huevos frescos (hechas duras asando los
huevos) a pedacitos y dé 30. hervores. Cuela después y agita con el licor (z).
iij. de tutia pp. para colirio. Es suave y eficaz.
Sección VI. y última.
De otros anodinos.
Para el dolor y ardor grande de hígado y riñones.
R. De vinagre
tinto muy fuerte, lib. vj.; de huevos frescos (nu) xij.; estén tres 92/ días
enteros y en frío en el vinagre, en puchero cubierto; después se saquen, se
abran y por un paño delgado se cuelen sobre el mismo vinagre sin romper las
yemas ni exprimir. Hecho esto se añadan al vinagre (z). iiij. de azufre en
polvo, dentro de una muñeca floxa con una piedrecita en ella, para que colgada
de la asa se mantenga en medio de el licor, y estarás otros tres días, también
en frío, y volverá a colarse. Su uso es poner paños mojados en él, tibia, sobre
la parte, por media hora, volviendo a mojarlos antes que acaben de enjugarse, y
después enjugar la parte y hazer untura con ungüento rosado sandalado, también
caliente, y passada otra media hora limpiar la untura todo antes de comer y
cenar, mientras no se socorriere el paciente, bien que obra presto. Sobre la
untura de el sándalo no se ponga cosa fresca, sino papel de estraza caliente.
Otro.
Toma el azeyte
de calabaza azerado de el Capítulo de los bálsamos. Es grande medicina 93/ para el ardor y dolor de hígado y
riñones.
Otro.
Assí mismo lo
son los emplastro de el vino, compuesto con agraz, sal de ajenjos y flor de
azufre, que se hallará entre los febrífugos.
Para el dolor y ardor de almorranas.
R. Un pañito,
poco mayor que la parte, mojado en agua rosada fina; pulverízalo con iguales
partes de cenizas de paño de grana, quemado con una vela hasta negrura, y
cuerno de ciervo molido, y aplica este paño y polvos a la parte.
Otro.
R. De judías
caretas lo que quieras; haz harina de ellas, tostándolas hasta poder molerlas y
hazer harina de ellas, y, después de untar la parte con un poco de enjundia de
lechón, pulverizarás bien con esta harina; 94/ pero no ha de tener sal la
enjundia. Los dos medios son muy específicos y este último muy experimentado.
Para dolor de oídos.
R. De zumo de
perejil, partes iij.; de azeyte de laurel, parte j.; misce y aplica a la oreja
un algodón mojado en la mezcla.
La leche de
muger reciente y, mejor si se recibe en la oreja de el mismo pecho, es muy
anodino.
La orina de
baca socorre el mismo dolor si se mezcla con vino y se instila en la oreja.
Ardor.
R. Manteca de
puerco sin sal, unge la parte en frío y pon sobre ella un paño trepado mojado
en aguardiente. Sirve en el hígado y riñones como los de atrás y en
cualesquiera inflamaciones por ardientas que sean. Para el ardor de orina será
la aplicación en las ingles.
95/ Quemaduras.
R. Zumo de
tocino blanco, asándolo y recibiéndolo en alguna vasija, y sea el asador de
madera; déxese elar, añádase de agua rosada fina y leche de muger que críe
varón q. s. para a levísimo fuego; hazer ungüento, el qual se aplicará en frío
con una pluma.
Otro.
R. De claras
de huevos frescos bien batidas, partes ij.; de azeyte común antiguo parte j.;
vuelve a batir hasta que se mezclen y haz untura con pluma sin cubrir la parte
y repitiéndola. Ambos son singularíssimos.
Otro.
Mete la parte
quemada (si es posible) en cantidad de orina reciente y tenla assí hasta que se
enfríe la orina.
96/ Otro.
Haz lo mismo
en aguardiente o pon estopadas de él, que es buen medio.
Callos.
R. De miel y
cal que aya recibido humedad bastantemente, â.; misce y aplica todo en frío.
Otro.
R. De
emplastro guillencerben, (z). j.; de vidrio en polvo passado por tamiz, gr. x.;
misce calentando un poco el emplastro para la perfecta mixtión y aplícalo al
callo cortado, caliente.
Quemaduras.
R. De agua de
cal, (z). j.; de azeyte rosado, (z). B.; de azúcar de Saturno, (z). j.; misce
para linimento.
97/ Bolbulo.
R. De agua de
las mil flores destilada en el mes de mayo, (z). iiij.; (la materia es boñiga
de bacas) y darásla con azúcar.
Somnífero externo y Capital máximo para sedar todo
dolor de cabeza y dormir.
R. De espíritu
de vino, (z). ij. B.; de canfora, (z). B.; de opio (e). ij.; de azmilcle, gr.
iiij.; misce, disuelve y decanta. Aplícanse a las sienes y narices algunas
gotas.
Emicranea.
R. De acíbar
hepático, (z). j.; de sena, (z). B.; de maste, mirra y canela, â. (z). j.; de
resina de escamonea, (z). B.; misce en polvos y con agua de hinojo haz
píldoras. Dosis, (z). B. por la mañana en ayunas.
Ciática.
Fomenta la
parte con aguardiente caliente y pulveriza con â. de sangre de drago, 98/
encienso macho, pez negra, cal viva sin mezclar los polvos, sino poniendo los
unos y después los otros por el orden dicho y, sobre todos, una estopada de
aguardiente caliente.
Capítulo VI
De sudoríficos, aperitivos y diuréticos.
Sección I.
De los marciales.
Nicolás Lemery
trae algunos muy seguros, sin ser pesadamente artificiosos; azafranes,
extractos, tinturas, vitriolos que podrán buscarse en él, de quien sólo
pondremos aquí dos obras especiales.
Tintura.
R. Y mezcla en
polvos, lib. j. de limadura antigua y roja de Marte, y de tártaro 99/ blanco,
muy limpio, 32 onzas; hiervan por doze horas en doze libras de agua de lluvia,
removiendo la materia de tiempo en tiempo con espátula de hierro, y añadiendo
tanta agua caliente quanta mermare en el cocimiento. Al fin se dexe reposar y
se verá en el fondo un licor negro, que se ha de filtrar y evaporar hasta
consistencia de xarave, Es aperitivo radical. Dosis de (e). B. hasta uno.
Diaforético.
Pulveriza y
mezcla de la misma especie de limadura de hierro y de sal ammoníaco, â.; sublima
sobre un pequeño hornillo de fuego graduable en cucúrbita de tierra; aumenta el
fuego poco a poco hasta inflamar el suelo de el vaso; recibe el destilado que
será espíritu de sal ammoníaco y continúa en este grado hasta que ya no levante
humos la materia. Después de frío el vaso, recogerás las flores sublimadas, las
dissolverás en sóla la agua que bastare precisamente para la disolución; filtra
y precipita con azeyte de tártaro 100/ o espíritu de sal ammoníaco; separa el
precipitado de el licor supernatante, seca y guarda. Es sudorífico, conviene en
todas las enfermedades de corrupción de humores; alguna vez obra por orina,
según la disposición de el sugeto; es singular en la melancolía hipocondríaca y
fiebres quartanas. Dosis de gr. x. hasta xx. En píldoras o licores especiales.
Aperitivo de Adriano.
Su preparación
es arto sabida, por lo qual pudiera dexarla; pero le devo tan buenos
desempeños, que procuro tenerle siempre (aunque enfadoso) y le traeré a mi modo
por la misma razón de su utilidad.
R. De zumo de
azederas reciente, pero purificado por sí mismo en agracera unos días, lib.
iiij., esto es 48. (z).; desata en él, de pulpa de tamarindos, (z). viij y dé
dos hervores para que se dissuelvan; dexa insolar por una noche, cuela a la
mañana por un paño de lana. Pon en lo colado (z). iiij. de limadura de hierro
reciente y limpia, digiere por tres 101/ días en matrazo cerrado, removiéndolo
algunas veces, sin jamás hervir. Al fin se hallará el licor muy dulce, que es
la segura señal de bastante digestión; cuela otra vez por paño de lana y
evapora lo colado hasta quedar en tres o quatro onzas, quando tendrá punto de
extracto líquido, que esta ha de ser su consistencia, sea la que fuere la
cantidad. Dosis de (z). B. hasta (z). j. en vehículo propio aperiente, si no
tienes necesidad de regir el cuerpo, pero, si la tuvieres, ha de acompañarse
con (z). j. de el cocimiento siguiente y, en este caso, no se necesita de hazer
ejercicio.
R. De sena y
sumaria, â. (z). j.; crezcan en tres escudillas de agua, no poniendo la sena
hasta lo último, y dexarla en infusión. La limadura de esta obra no se
desprecie, sino lávese y se enjugue y guarde.
Vino azerado.
R. De vino
salvático generoso, lib. iij.; de el polvo de Marte residuo de la obra
antecedente, (z). j.; de raízes de escorzonera, 102/ cremor de tártaro, galanga
menor, casia lignea, clavillos, (z). j.; macera, digiere por dos días
removiendo algunas veces y cuela por manga de ipocras. Es para efectos de
hígado, bazo, mesenterio, cachexia, humores pravos, ictericia negra, detención
de menstruos, hidropesía, flatos y para la sal nimiamente disuelta. Dosis de
(z). j. hasta dos y tres, mañana y tarde, y se toma algunos días, promediando
algunos lenitivos quando los humores se señalaren movidos en alguna desgana,
como universal.
Pectorales y écticos.
R. Una cebolla
blanca, asala no de el todo, quitándole lo duro de enmedio acia las barbas,
capólala mucho y cuécela en iguales partes de miel y agua q. s. para cocerle
bien y ha de quedar hecha conserva. Dosis una cucharada.
Otro.
Haz sudar un
cavallo; recoge el sudor de los testículos con un naype y lo darás al 103/
asmático en (z). iiij. de agua de buglosa. Obra eficacíssimamente por
salivación.
Otro.
R. De espíritu
de vino iuniperino, lib. ij.; de azúcar limpio molido, lib. B.; mezcla en
cazuela vidriada, enciende el espíritu con unos hilos de azufre o azufrados,
los cuales se incorporen en la materia y, ya encendida, se agite con espátula
de madera hasta dissolverse el azúcar y azufre; cuela al fin y pon a lo colado
en una muñequita (e). ij. de azafrán, de modo que se mantenga en medio de el
licor. Helo experimentado eficacíssimo en un pecho encrudecido de intento desde
algunos años antes y con grande raucedo, que le curó perfectamente. Su autor lo
estima para en el asma, apretura de pecho, tos, imbecilidad de el ventrículo,
extorsiones de el vientre, para remover la orina y el cálculo y para la
quebradura, combustión y estrangulación de el útero. Dosis de una cucharada a
dos por cada vez, repitiendo con discreción.
104/ R. Azúcar
candi, ponlo en polvo en los vacios de los huevos duros, después de quitarles
las yemas, aviéndolos cortado a lo largo, y acomoda las dos mitades de clara de
cada huevo, puesto el azúcar, atravesando unos palitos. Assí estando pendientes
destilan un julepe muy pectoral. Tomando de él muy poco cada vez y dexando que
transcole, se socorre el pecho duro de causa ardiente.
R. Las claras
de seis huevos frescos duras, medio pícalas, añade (z). iij. de agua rosada
fina y (z). ij. B. de azúcar candi en polvo; mezcla y dédalo por dos horas,
después filtra en una beatilla clara con expresión. Dosis de el licor colado,
una cucharada algunas veces al día. Es como el passado y más fácil de hazerse,
para sequedad y calor de el pecho.
Cafee.
La leche
cafeada restituye a los tísicos con grande eficacia. Su bebida vulgar ha curado
muchas tercianas y quartanas; los que le usan ni padecen de cálculo ni de gota;
105/ es contra las cólicas pituitosas, vapores uterinos, obstrucciones. En el
último Capítulo pondré el modo de guisarle y algo de sus efectos.
Antiéctico especial.
R. De regaliz,
lib. B.; contúndelo y lo infundirás en doze escudillas de agua clara por doze
oras, aviendo puesto también docientos caracoles negros, cogidos antes que
salga el sol, treinta huevos, claras y yemas de mechoacán, (z). ij.; de azúcar
de panecillo, lib. j.; de azúcar rosado otra libra y las flores cordiales;
destila después de la infusión por baño. Dosis de el destilado, (z). iiij.,
mañana y tarde, y antes de el quarto día se verá gran provecho.
R. De miel
virgen, tres partes; de polvo de azufre de cañutillo, una; mezcla en frío.
Dosis media cucharada alguna vez, resolviendo la miel y polvos. Es contra el
asma.
Aperientes varios.
R. de zumo de
ortigas picantes reposado, lib. B. y de azeyte la misma cantidad; 106/ evapora
hasta consumpción de la humedad, cuela y con cera nueva q. s. forma ungüento.
Cura in instanti la sufocación de la
matriz por untura al ombligo. Socorre en el cálculo y provoca los meses
eficazmente ungiendo en la parte dicha en los días de la costumbre.
Lo mismo haze
el licor de la mirra untando el ombligo, extrayéndolo como de el azúcar candi
he dicho, con las claras de los huevos duros.
Bólbulo y cólica.
Darás un
servicial común, otro con un cuartillo de vino blanco y una onza de manteca de
azahar, y, después, aplicarás al vientre una cataplasma caliente, hecha de una
libra de excremento de mula que coma cebada, y de azeyte de almendras dulces lo
que fuere menester para freir e incorporar el excremento a fuego suave. Obra en
tres horas.
107/ Pleurítico grande.
R. De xabón
blanco raspado, (z). vj.; azeyte de licosa, (z) ij.; dos cebollas asadas,
harina de licosa, (z) j.; dos yemas duras, miel común, (z) iij.; espíritu de
sal ammoníaco, lib. B.; pístense las cebollas con las yemas, yendo añadiendo
los demás ingredientes y la harina, y, al fin, el espíritu, dexándolo todo
mezclado para cataplasma, que ha de aplicarse a la parte fría. Dissuelve la
inflamación y se va arrojando en esputo sangriento.
Ciático especial.
Píquense
menudíssimas en frío las raízes de el pepino amargo, que es el silvestre;
macérense con un poco de miel y harina de trigo sin cerner, y aplíquese a la
parte, assí fría. Dissuelve eficazmente el humor y lo saca y absorbe,
manteniéndose pegada y firme en la parte mientras haze la obra.
118/
[108]/ Arcano diaforético.
Este es el
bezoar potable de el Capítulo primero; es contra veneno, sudorífico y sirve en
las fiebres violentas y engañosas, pleura, epidemias, morbo ungárico,
erisipelas y todas aquellas en que se necesita de expeler la malignidad y
purificar la sangre. Dosis de (e).j. hasta (z).j. en vehículo propio.
Estos quatros
medicamentos últimos pongo aquí por aperientes, aviéndome olvidado de ellos
donde devieran estar como específicos.
Capítulo VII.
Medicinas de varias especies.
Supurativo.
R. De cebollas
blancas, levadura, manteca de puerco y azeite de manzanilla 109/ y yemas de
huevos, â.; ásense las cebollas, píquense mucho y, en mortero, se incorporen
prolijamente con los demás ingredientes. Aplícase como cataplasma, repitiéndolo
cada día, y supura todo género de apostemas viscidas, buones, &c.
Otro.
R. De tocino
blanco sin quitarle la sal, quod volueris;
corta y muele aparte â. de hojas de ortigas y de celidonia; mezcla con el tocino
capolado y pícalo otra vez todo junto en mortero en frío y aplícalo a la parte
también en frío. Es para buones muy rebeldes, &c.
Lombrizes.
R. De ajenjos
picados en crudo y de levadura, igual peso; mezcla bien y cuéceles en vinagre
fuerte, q. s.; remueve a lo último porque no se queme y quede como ungüento.
Aplícase tibio al estómago hasta todo el ombligo en un paño, pulverizándole con
un poco de sal de ajenjos.
110/ Para que las viruelas no dexen señales.
Úntense los
ojos y cara de los que tienen viruelas, quando ya estén en el estado, con un
poco de derretido caliente, el qual en sartén ha de averso tenido al fuego
hasta bolverse negro.
Febrífugos de muchachos.
R. De ollín,
telas de arañas limpias, parietaria y ortigas, â.; pícalas de por sí, después
mezcla y vuelve a picar; al fin las rociarás con un poco de vinagre y, en frío,
aplicarás unos emplastricos a los pulsos de las muñecas y pies, debajo de los
tobillos.
Gota.
R. Excremento
de palomas limpio y molido y con leche, si puede ser, y, si no, con agua rosada
fina, haz cataplasma y aplícala a la parte sin calentarla.
111/ Sabañones.
Para los no
reventados desatarás en agua común un poco de piedra lipis, entíviala y báñate
los pies o manos, guardando el baño para otras veces.
Para el fluxo espermático.
R. De raíz de
china raspada y marfil limado, â. (z). B.; sándalos blancos, (z). ij.; cuece en
agua común suficiente, que lo será una ollita de las pequeñas y, quando ya
estuviere láctea, o poco menos, añadirás de flor de violas p. ij. Dosis (z).
vj. con (z). j. B. de xarave de adormideras.
Barnizes para pinturas.
El de la China
se haze de goma laca (z). j. B.; de sarcocola, (z) ij.; azeyte de trementina de
abeto, (z). iij.; de espíritu de vino, lib. j.; mezcla y disuelve.
112/ Otro.
R. De espíritu
de vino, (z). iij.; de azeyte esencial de espliego o lavándula, (z). j. B.; de
glasa en polvo, (z). vj.; disuelve y decanta. Es muy delicado y naturalíssimo
para pinturas ricas.
Otro.
R. De espíritu
de vino, (z). iiij.; de glasa, almástiga y trementina fina, â. (z). j.;
disuelve, dexa reposar y decanta. Este es el cristalino.
Piedras de Águila.
Pendientes a
mitad de el vientre, detienen el fluxo de sangre de los meses. Atadas al muslo
de la pierna derecha, cerca de la voz, facilitan el parto. Al braço izquierdo
cerca del hombro, detienen el aborto, y siempre han de tocar en las carnes.
Pero en los partos luego que salgan las secundinas, han de quitarse, porque no
hagan atracción inmoderada de sangre.
113/ Para úlceras de la vida y vejiga.
R. De agua
rosada alexandrina, (z). iiij.; de sal de Saturno, (z). B.; misce para
jeringación. Y, por la boca, tomarás (z). iiij. de caldo con gr. vj. de
vitriolo blanco.
Berrugas e higos.
R. Zumo de
berdolagas y lavarlas con él, y pon después la yerba picada de que sacaste el
zumo y verás que las cura sin dolor.
Sauco.
Coagula el
zumo de su fruto maduro al sol, poniéndolo en platos llanos y en poca cantidad.
Dosis gr. xv es milagroso en la sufocación uterina. Y concibo que será remedio
en la gota, dolores artéticos y fiebres de pituita la misma dosis desatada en
un poco de agua de su flor.
114/ Gran Supurativo.
R. De
escabiosa q. s. saca su zumo y desprécialo; pica bien el residuo y, con
levadura, trementina común y una yema de huevo cruda, picando y mezclando bien
harás emplastro y lo aplicarás caliente; es para los más rebeldes tumores y
buones.
Tiña.
R. De ungüento
rosado, (z). j.; de polvos de Juanes, (z). j., misce y aplícalo a la cabeza.
Herpes.
Ungüento
blanco, (z). j.; precipitado blanco, (z). j.si de el rubro, (z). b.; misce y
unge para matar el herpes.
Otro.
Ungüento
blanco, (z). j.; bermellón, (z). j.; para untura.
115/ Otro.
Quemarás un
poco de lana sucia hasta quedar bien quemada toda, pero negra; hazla polvo y,
con agua rosada fina, haz linimento frío. Es famoso.
Otro.
R. De la
primera agua de la cal, lib. B.; de Mercurio dulce, (z). j. B.; de azúcar de
Saturno, (z). B.; misce y la aplicarás sobre el herpes en paños mojados fría.
Angina.
R. Tierra de
el nido de golondrinas muy molida y con â. de azeytes de almendras dulces y de
azucenas blancas, haz cataplasma para la garganta. Harásla con lento fuego y la
aplicarás algo caliente.
Sarna.
R. De
estoraque líquido, un poco, y, con unas gotas de azeite lo desleirás algo más
para untura.
116/ Otro.
R. De azufre y
sal común en polvo, â. (z). j.; de solimán, (z). B.; misce. Su uso es poner en
la palma de la mano como tres polvos de tabaco de ello, humedecerlos con unas
gotas de azeite y friegar la una palma con la otra un rato, estando ya en la
cama y quedarse con las manos juntas y abrigadas.
Otro.
R. Un real de
azogue y algo más de derretido que una nuez; disuelve en almirez con algunas
salivas hasta averle muerto y añade dos dineros de verdete, volviendo a
macerar. Su uso es, en la palma, poner tanto como una abellana, y friegas,
&c.
Ciática.
R. De raíz de
brionia verde, si puede ser, y rallada, (z). ij.; cuécela en ocho de vino
blanco y otras ocho de agua, hasta quedar en la mitad, o en diez onzas; exprime
y 117/ con una onza de miel rosada de azúcar haz servicial, para darlo por la
mañana algunos días, según el efecto.
Quebrados.
R. Quatro
caracoles picados y, de incienso macho, bulto de ocho garbanzos, y otra tanta
trementina de abeto; mezcla macerando y aplícala a la parte con braguero; quita
la materia después de nueve días y dexa el braguero otros quarenta.
Modo de reducir las barrigas.
R. De licosa,
alolbas, semilla de flores de camamila y meliloto, de ungüento de ambas alteas
y de azeyte de camamila, â. (z). j.; crezcan las semillas en una ollita de
agua, pónganse a su tiempo las flores y, en este cocimiento, se moje una madeja
para aplicarla bien caliente sobre la parte. Pero antes se hará untura con
azeite de azucenas blancas y violado, â.
118/ Lo primero es dar un servicial común
y, después, otro con una libra de el cocimiento de arriba; (z). j. de miel
rosada de azúcar y el azeite de camamila y ungüento de las alteas dichos.
Después, repetir la madexa y assí por sí mismas se reducen las varrigas,
cessando el dolor y laxándose la parte. Y al fin se ponga cintero.
Cáncer.
R. De arsénico
cristalino, una parte; de salitre refinado, tres; mezcla exactamente y, en un
crisol, muy seguro se calcine y fixe por fundición y detonaciones, de cucharada
en cucharada, como el antimonio diaforético. Lávese la materia muchas veces con
agua caliente para dulcificar el polvo y después en deliquio se liquide, que
sucederá con facilidad. Dissuélvase, para aplicarle, en agua de plantaina o
llantén, y se pondrán paños mojados en ello, después de lavar el cáncer
ulcerado con la misma mezcla. Algún autor le quiere dar interiormente en
algunos casos, pero no se tiene por consejo cuerdo.
119/ Los
hombres, quando començamos a abrir los ojos acia las Facultades, estamos ya
casi en la sepultura. Yo, en medio de mi cortedad, me parece que dulcificaría y
fixaría el arsénico enteramente, calcinándole con nuestro Arcano pasivo, en vez
de el salitre de esta obra, y, assí, no quedaría sal en la materia ni se
malograría porción alguna de el arsénico en las lavaciones, que no avían de
hazerse aquí. Y siendo tan fixo el Arcano y tan contra veneno, vencería lo
volátil, aunque álcalis ambos de el arsénico, haziendo la calcinación solo con
iguales partes. No estoy para trabajar para dar la experiencia, pero dexo la
especie para quien quiera buscar todo auxilio a tan horrible enfermedad.
Carbunclos.
R. De solimán,
(z). j.; de oropimente y sandáraca, â. (z). B.; de verdete, alún quemado y cal
en piedra, â. (e). ij.; pulveriza y mezcla bien. Escorifica y aplica los polvos
necesarios; dentro de dos horas limpia y buelve 120/ a poner y a las otras dos
horas ya hallarás muerto el grano y, si no, prosigue. Cura al fin como úlcera.
Si huviere inflamación, unge con manteca de azahar y no sangres por el grano si
no notares plenitud o otra causa. Observa este método en los siguientes
cáusticos.
Otro.
Toma un pañito
delgado, hazle un agujero en medio, igual a la póstula, cárgalo de ungüento de
bolo y aplícalo a la parte, dexando descubierto por el agugero el grano ya escorificado;
aplica a él un cáustico hecho de solimán y pimienta blanca mezclados en polvo e
incorporados en un poco de jabón blando. Cubierta con él la póstula, pondrás
sobre todo otro paño sin agugero, cubierto con ungüento también de bolo y
procede en lo demás como en el antecedente.
Otro.
De polvos de
juanes, de cantáridas, de sal gema, de solimán, de oropimente, 121/ tanto de
cada uno como un polvo de tabaco; mézclalos bien y después los incorporarás en
una yema de huevo y aplicarás un parche como un real de a quatro o según el
grano.
Otro.
La Cataplasma
de Bidos, que trae especial para estos granos, es muy segura y sé muchas
experiencias de ella.
El mejor.
De cal viva,
lib. iij.; de cenizas de sarmientos, de haberes y de hojas de encina, â. lib.
j.; sáquese la virtud de la cal con agua abundante y assí mismo de las cenizas
de cada una aparte; júntense después todas las aguas o lexías y espésense a
blando fuego, añadiendo a lo último un poco de almidón para dar cuerpo. Suele
bastar aplicar éste una sola vez a la póstula en poca cantidad, pero, en todo
caso, siga el cirujano la indicación en quanto a esso y en quanto a escorificar
122/ y sangrar. Obsérvese que la agua para la cal ha de ser abundante y fría y
que las lexías han de filtrarse.
Nicolás Lemery
trae para escrófulas un cáustico, en quien podrá verse, que haze en ellas la
obra en media hora. Es muy semejante al de arriba de agua de cal y cenizas
claveladas; dígolo porque puede substituirse el uno con el otro.
Contusiones.
De sepia y
cerusa en polvo, â. y de jabón negro q. s. para hazer ungüento.
Otro.
De vino,
partes iij.; hierva; añade a proporción unas rosas finas secas y buelva a dar o
prosiga dando dos hervores; añade de aguardiente parte j. y dé otro hervor y,
con salvado tostado, haz cataplasma y la aplicarás caliente. Es famoso
corroborante también para en las úlceras, puesto sobre la cura, y es anodino.
123/ Humectante externo.
Beleño, azeite
rosado y harina de cevada, y haz cataplasma para la entraña ofendida, que
socorre mucho y suele alcanzar a las fiebres accidentales que resultan de
sequedad y adustión de alguna entraña.
Eleboro.
Ya en su lugar
traigo su preparación, pero aquí añado de Bayo, citado de Mangeto, que entre
los modernos se apela a él in mortis
magnis, como furia y locura, en que es especial, y en la epilepsia,
vértigo, manía, hidropesía, ciática, compulsión y semejantes, a los cuales dize
proporción su eficacia.
Elyxir vitae.
De nuez
moscada, macis, canela, â. (z). j.; clavillos, (z). B.; corteza de naranjas y
limas o luquetes muy delgados de ellas, 124/ â. (z). iij.; azafrán, (z). ij.;
pyroeni, lib. iij.; digiere, filtra según arte. A este Elyxir he deseado
conocerle el dissolviente pyroeni, porque parece misterio que su autor le
traiga tan desconocido. Véase en ello el curioso, que a mí me parece será
espíritu de peras, siendo el término
pyroeni latino y no distante de el de
pirus, con circunstancias de ser toda latina la receta. Pudiera hazerse
esta obra con espíritu de vino, pero el de este fruto sería más suave y
conveniente en un elyxir corroborante, por estíptico no caliente en el grado
que el de vino.
Berrugas gálicas.
No sé si
traigo en su lugar el siguiente medicamento y, por esso, lo pongo aquí. R. De
mercurio precipitado blanco, (z). ij.; ungüento de cerusa, (z). B.; misce.
Sirve también para las carnosidades de la vía, untando la candela. Yo nunca
començaría la curación poniendo más que (z). B. de el precipitado, â. (z). B.
de ungüento y, después, aumentarla 125/ con experiencia de el efecto.
Elyxir de azufre.
El azufre en
polvo abstrae de él quatro veces el agua regia de abaxo, con que le atrás
humedecido otras tantas; tendrás a la última de color negro. Afundirás en él
agua común y la abstraerás por destilación hasta que salga dulce de el todo,
sin fetor alguno de el azufre; desécalo y, en reberveratorio cerrado, le
calcina hasta que mude de color, passando a estar blanco, citrino y rojo, como
cinabre. Dosis de quatro hasta seis gotas. Y su autor quiere que sea
restaurativo milagroso, que tenga universalidad que, continuado algún tiempo,
renueve la juventud.
La agua regia
que pide para la obra la haze de iguales partes de vitriolo y nitro y media
parte de cinabre.
Yo en estos
días he probado con el dissolviente de oro esta obra, en vez de la agua regia,
y sin reberverio, sino en fuego de limadura, 126/ la he traído hasta la quarta
vez al color negro, adquiriéndole antes dorado vivo y, después, en el mismo
fuego me ha mudado los colores hasta el rojo, y entiendo que, afundiéndole
algún azeite esencial, se purificará la materia de el último agrio, mejor que
en el reberverio, para después dissolverla en el espíritu de vino y, aunque no
la he traído a este estado, lo confiero a la aplicación. La facultad curativa
de el autor no es de mi genio, pero concibo que un azufre en esta pureza será
especial antiéctico.
Essencia de hipocrás.
R. Canela,
cubebas, galanga, clavillos, nuez moscada, jengibre, â. (z). ij.; esencia o
azeite de salvia (e). B.; macera, disuelve con (z). viij. de espíritu de vino;
destila o decanta, como quisieres, y, con esta esencia, podrás dar gusto y
sustancia de hipocrás al vino que tuviera dulce de azúcar suficiente.
127/ Capítulo
VIII
De bálsamos, emplastro y ungüentos.
Sección I.
De bálsamos.
Azeite azerado de calabaza larga.
R. Calabazas
largas, sazonadas o curadas, raspa ligeramente la cutis y, después, toma de la
corteza lo más exterior, no más recio que un real de a ocho y desprecia todo lo
demás; corta esta parte a pedazitos pequeños y con â. de azeite común lo
cocerás hasta la total consumpción de su humedad. Después, sin quitar la
calabaza, se azerará en una fragua tres veces, con seis barritas de yerro
nuevo, recias como las de azero y largas según la cantidad de el azeite.
Inflamaránse 128/ estas barritas; pondráse una en el azeite y, cubriendo la
vasija, se esperará a que cesse el hervor, y después se pondrá otra, y assí
todas seis. Sacaránse todas y volverán a inflamarse y ponerse en el azeite esta
segunda y la tercera vez; passadas las cuales se dejará enfriar y reposar, y,
al fin, se colará y estará hecho. No repito aquí su uso porque ya en varias
partes lo pido para muchos afectos. Bidos le trae de toda la calabaza, pero
esta es mejor obra de Hofman.
Bálsamo solutivo antimaligno.
R. Flores de
romero, salvia, sagitaria, millefólium, poliúrico, trifolio, tabaco verde,
ajenjos, ruda, sanguinaria, lechuga, siempre vivas mayor y menor, yedra,
yelgos, sauco, lampaza, cardo santo, violas, balsamina, plantaina, blanca
ursina, espica de nardo, madreselva, bledos, culantrillo, cetrach, berbasco,
malvas, bismalvas, lengua de perro, buglosa, angelica, caléndula, ulmaria, raíz
de altea, genciana, brusco, celidonia, 129/ citrangulo, espárragos, â. (z).
ij.; vino blanco, lib. j.; azeite común, lib. xviiij.; misce, macera e infunde
en calor proporcionado por tres días en olla de tierra vidriada; cuece después
hasta consumir la humedad, removiendo siempre, cuela y exprime fuertemente;
añade de litarge de oro, opopónaco, galbano disuelto en vinagre y depurado,
sarcocola, mirra, incienso, â. (z). ij., y de cera q. s. para punto delgado de
Ballamo. Al fin, no aun del todo frío, pondrás de agua de la Reyna de Ungría,
(z). iij.; es anodino, vulnerario, balsámico y antifebril, de suerte que
hallará mucho en él quien tuviere Numen. Especialmente se logra en el mayor
peligro de las fiebres y enfermedades muy violentas, de vicio qual y quanto,
ungiendo con él muy caliente el estómago, vientre y vértebras, dos o tres
veces, promediando dos horas de una a otra y eligiendo para ello el tiempo más
libre de el enfermo, si pudiere ser. Assí mueve y expele lentamente la plenitud
y malignidad. No prevengo que han de aver precedido los remedios universales,
especialmente 130/ sangrías, por aver dicho que ya este remedio se ejecute muy
a lo último.
Bálsamo de heridas.
R. De hojas de
romero, salvia, ajenjos, â.. p. j.; quatro adormideras contundidas, crezcan en
lib. iij. de azeite de balsamina hasta dar toda su sustancia; cuela, vuelve al
fuego el azeyte, observa que aya consumido toda su humedad y añade entonces de
galvano, opopónaco, pez griega y pez negra, â. (z). iij.; de cera virgen y cera
amarilla, â.. (z). j. B.; todas estas cosas dispuestas según arte para la
composición. Tenlo todo en calor congruo hasta quedar exaustas las hezes,
apártalas y en lo claro fuera de el fuego quando quiera trabarse, añade de
resina molida (z). iij. y resuelve hasta quedar trabado y concluido. Es buena
medicina para las heridas y úlceras, aviéndolas lavado con vino blanco tibio.
131/ Bálsamo de herbolarios para heridas, úlceras
y afectos de útero.
R. Medio real
de vino blanco, otra tanta cantidad de tinto, tres libras de azeyte de olivas
verdes, una docena de nuezes de aciprés macho, que es el que sube recogido, de
hojas de lentisco y frutos de yedra, â. lib. B.; de consueldas mayor y menor,
â. (z). iij.; júntese todo macerados los ingredientes de solidez y se digiera
por ocho días en fuego suave; después se expriman estas cosas sobre el licor y
se prensen fuertemente; buelva a colarse todo y se evapore el licor hasta consumirse
toda la humedad, quando quedará la virtud en el azeite. A éste, los herbolarios
dan punto de bálsamo, con cera y alguna especie barata de las que diremos; pero
para la receta entera y eficaz se ha de poner en este estado lo siguiente.
R. De galvano,
lib. B.; de mirra y incienso macho, â. (z). iiij.; de opopónaco, (z). iij.; de
goma de enebro, lib. j.; píquese lo que se puede picar 132/ y depúrese con
vinagre fuerte lo que no; y con lib. iij. de colofonia picada y dos de cera
virgen se le dará punto de bálsamo, que es trabarle a modo de liga. La última
eficacia de esta medicina está en que se le añadan, estando tibia, de los
aceites esenciales de romero, salvia y espliego, â. (z). ij., removiéndoles
bien en la materia para que se mezclen. Aplícase a las heridas recientes, sin
calentarlo, aviéndolas lavado antes con vino blanco tibio. Cura
maravillosamente las úlceras de intemperie fría, pútrida, débil, &c. Es
bálsamo uterino que, aplicado al ombligo, llama los meses y siste los vapores
que llaman mal de madre. Todo esto tengo experimentado y más puede buscarse.
Bálsamo para fuego, también de herbolarios.
R. De manteca
de puerco, lib. iij.; de siempreviva mayor, lib. B.; de siempreviva menor, lib.
j.; rasura de la corteza interior de el sauco lib. ij.; dos hojas de la col de
hoja 133/ larga, de sanos de capón y gallina, â. lib. B.; de azeite y vinagre
rosados, â. lib. B.; píquense las yervas y se frían con las enjundias el azeite
y el vinagre hasta soltar toda su sustancia; cuélese por una espumadera el licor,
buélvase al fuego, añadiendo hasta seis dineros de verdete y, sin hervir, esté
como una hora. Después se ponga en un barreño de talavera, mediado de agua fría
con nieve y déxese hasta el día siguiente. Entonces se hallará quaxada toda la
materia medicinal y, abriendo por un lado, se vaciará por el abugero el licor
para recoger y guardar lo quaxado, que es el bálsamo fresco, en vaso de vidrio
o talavera. Aplícase sin calentarlo en las quemaduras, escaldaduras y casos que
piden refrigeración y coagulación.
Sección II.
De emplastro.
Emplastro Manus Dei. Especial manipulación.
R. De
ammoníaco, (z). x.; de opopónaco, (z). xxvij.; de vinagre blanco, (z). iiij.;
de azeite 134/ común, lib. ij. B.; de litarge de oro, (z). xiij.; de cera
nueva, (z). xx.; de almástiga, (z). j.; de olivano y bedelio, â. (z). ij.; de
mirra, (z). x.; de piedra imán oriental selecta, (z).. ij.; de incienso, (z).
x.; de aristoloquia redonda y verdete, â. (z). j.
Primera operación.
El galvano,
ammoníaco y opopónaco se han de picar bien en mortero de bronce con mano de
hierro, calentando algunas veces la mano; póngase en cazuela barnizada por dos
o más días, resolviendo algunas veces con el vinagre blanco hasta que se
deslíen las gomas; y, después, en un perol capaz se despumarán, colándolas por
una estameña a mitad de la consumpción de el vinagre y, al fin, se les dará
punto según arte.
Segunda operación.
El litarge
bien pulverizado póngase en el azeite, téngase algunos días en frío,
resolviendo muchas veces hasta que se pudra y tome 135/ mucho e igual cuerpo;
póngase entonces el verdete en polvo y crezcan a fuego suave, resolviendo sin
cessar con espátula de madera; auméntese el fuego, con cuidado de apartar el
perol quando hinchare la materia, porque se derramará toda, y quando tuviere
color obscuro, estará a punto de poner la cera raspada y se dejará hasta que se
funda, y mezcle con los demás ingredientes a poco fuego. Estando en este estado
la operación segunda, se pondrá al fuego el perol de la primera, moviéndola
siempre con espátula; y, después de fundidas las gomas, se irán echando e
incorporando prolijamente en la materia de esta segunda operación, que ha de
estar fuera de el fuego y tibia, siempre resolviendo.
Tercera operación.
El imán, bien
pulverizado, échese en el perol de toda la materia; después de tenerlo fuera de
el fuego por lo que hincha y téngase toda esta flema; póngase el imán en una 136/
papeleta que tenga abaxo un pequeñísimo agugero por el qual vaya cayendo el
polvo por estacio de tres Padre nuestros, resolviendo siempre, y luego se
proseguirá echando los demás ingredientes pulverizados, también por papeleta
como el imán, por donde caigan como la arena de un relox, y se hará sin cessar
sobre un poco de fuego, y resolviendo siempre, hasta que adquiera la materia un
color negro que aun se incline a rojo. Y estará cocido y concluido quando,
echando un poco sobre tabla de nogal lavada con vinagre, se endureciere al
instante. Escudíllese entonces sobre tal tabla y, con las manos mojadas en
vinagre, se amassará, mezclará y tirará bien, y después se harán los
magdaleones y se enjugarán al aire en tabla de nogal mojada en vinagre o
azeite, sin que les dé el sol.
Modo de usar de él.
No se use de
este emplastro hasta que ayan passado por lo menos seis meses; durará su virtud
cincuenta años; se aplica 137/ sobre tafetán o vanadilla suave y delgada; no se
ponga hilas, ni clavo, si no fuere en úlcera profunda; para hazer los parches,
se mojarán los dedos en vinagre o saliva; han de limpiarse con cuidado; sirven
dos para ocho días, poniendo el uno a la una curación y el otro a la otra y
refrescándolos y macerándolos alguna vez con los dedos mojados en vinagre.
Sus virtudes.
Son muchas y
es preciso referirlas. Mundifica las llagas, resuelve, encarna sin hazer
corrupción en la llaga; deshaze las señales cárdenas de los golpes en la
cabeza, raido el cabello; madura y sana las apostemas, las glándulas
entumecidas, el cáncer y las fístola. Atrae el veneno de las mordeduras
venenosas; cura las heridas de arcabuz y cualesquiera que aya abierto el fuego;
extrae el plomo, hierro y demás cosas estrañas de las heridas; saca los huesos
rompidos; cura las heridas de flecha; une los nervios cortados; es útil en los
carbunclos pestilenciales; sana cualesquiera 138/ úlceras; cura la tiña,
rayendo primero el cabello, y de aquí pueden inferirse otras virtudes.
Emplastro Álcali de Tequenio.
De azeite
rosado, li. j.; caliéntese en un cazo rasuras de el jabón blanco (z). iiij;
derrítase en el azeite blanquete y minio, â. (z). iiij.; cuezca a fuego lento,
moviendo siempre con espátula de madera hasta consistencia más alta que de
emplastro. Apártese de el fuego y, casi frío, aviendo agítadolo siempre, se le
añada de cánfora desatada en almirez con espíritu de vino, a modo de gachas
(z). j.; ésta lo baxará mucho de punto irremediablemente y, por esso, no
acostumbro hazerle magdaleones, sino escudillarlo en vadanas suaves y crecidas
de a palmo, y por lo resoluble que es la cánfora, observo no tenerle hecho sino
hazerle quando lo he menester.
Su autor le
celebra para en la gota, apostemas, tumores duros, callos, dolor de hijada y 139/
cualesquiera otros de accididad en cualquier parte, exceptuada la barriga; y le
dexa sobre la parte tanto tiempo que baste a absorver el áccido morbífico. Yo
no lo he experimentado sino en la ciática, pero en ella es prodigioso y se pega
en breve tiempo a la parte, de modo que no ha menester ligadura y hasta aver
hecho la obra no se cae; quando no pegare, créase que no es ciático el dolor y
estímese mucho esta medicina para en él.
Emplastro que usava su autor para resolver o
supurar, mundificar, encarnar y cicatrizar.
De azeite
común, lib. B.; de cerusa, litarge de oro, pez griega, mirra, â. (z). ij.; de
cera nueva, lib. B.; hierva el azeyte un poco para desflemarlo; pon después la
cerusa en polvo, resolviendo hasta color de ámbar obscuro, que a fuego lento
durará una hora; añade el litarge, resolviendo siempre como un quarto de hora.
Echa la pez en pedazos pequeños, resolviendo como un credo 140/ a menor fuego,
y después la cera raspada hasta traerle a consistencia de emplastro. Aparta el
cazo de el fuego, resolviendo siempre hasta estar templado un poco el calor,
para concluir la obra con la mirra, observando que baste para dissolverla sin
que passe a resolverla y háganse magdaleones.
Emplastro mitigativo o anodino y emoliente.
De emplastro
de oxicrocio, (z). ij.; de diaquilones simple, compuesto y de meliloto â. (z).
j.; misce, y con azeite de camila q. s. haz emplastro. Resuelve las durezas y
esquirros en hipocondrios, hígado, pecho, ventrículo, bazo y otras partes. Sólo
lo he aplicado a un esquerro grande en el estómago; hízosele algo insufrible al
paciente, pero curó perfectamente ha siete años y oy vive.
Otro para lo mismo y para lupias y callos.
De galvano disuelto
en vinagre y depurado y de cera amarilla, â. lib. B.; 141/ de trementina
blanca, (z). iiij; haz emplastro.
Emplastro a quien su autor llama de milagros.
De azeite,
lib. ij.; hierva en cazo de cobre a fuego manso; ponle entonces lib. B. de
jabón blanco raspado y, quando estuviere disuelto en el azeite, se añada lib.
j. de minio en polvo sutil, y se resolverá siempre hasta consistencia de
emplastro; no toma punto hasta después de ponerse negro y tarda mucho; hágase
al fin la prueba. En este estado se escudillará la mitad y se hará magdaleones.
Y en la otra mitad, se pondrá (z). B. de alún quemado en polvo sutil,
moviéndolo un rato antes de escudillarlo.
El que lleva
alún es especial para en todo género de úlceras, gobernando bien y con limpieza
su curación. El otro sirve en tiempo de peste aplicado a la barriga. Es también
para los niños que tienen dolor de tripas, aplicado de el mismo modo; para en
todo dolor cólico, llevado algunos días; para los pechos 142/ de las mugeres
quando quieren apostemarse y se endurecen; para todo género de llagas
recientes, mordeduras de perro, cáncer y para la gota, puesto sobre ella.
Emplasto anodino.
De azeite de
olivas reciente, li. j.; de minio en polvo, (z). ij.; crezcan hasta la mitad de
la consistencia de emplastro; añade entonces de cera amarilla lib. j.; de
semilla de hyosciamo en polvo sutil, colofonia, trementina blanca, â. (z).
iiij.; misce y cuezca para emplastro, resolviendo siempre. Es anodino y, por
esso, aviéndose atendido a la causa antecedente, es utilíssima en los
artetipodágricos y otros dolores, porque los aplaca y seda con admiración.
Para escrófulas y rijas.
Atendida la
causa antecedente con purgantes de habilidad, se aplicará a la parte un pegado
de goma ammoníaco, disuelta 143/ en vinagre, depurada y consistente; y al fin
se perficionará la obra con unos buenos marciales, promediando algún purgante
suave. Pero se supone que no aya caries en las rijas.
Otro.
Haz untura en
las escrófulas, algunas veces, con una dissolución, hecha en el Marte, con el
espíritu de el nitro.
Sección
III.
De ungüentos.
Ungüento pusilo.
De azeite
rosado, lib. B.; de cera blanca, (z).j.B.; de tutia y cerusa, â. (z).j.; de
cánfora, (z).i.j.B.; misce para ungüento, poniendo muy a lo último la cánfora,
desatada un poco de azeite de almendras dulces en el almirez, ya fuera de el
fuego. Cura las póstulas, ulzúsculas, ulcerillas corrosivas que destilan
veneno, aunque sean gálicas, y en las partes ocultas.
144/ Para las escoriaciones de pechos.
De azeite de
almendras dulces, lib. j.; de azucenas blancas contundidas, (z). iiij.; hierva
hasta consumirse la humedad, cuela y con cera blanca q. s. haz ungüento.
Otro famoso.
Haz ungüento
con azeite de balsamina y cera para los pechos escoriados y toda inflamación
ulcerada y no ulcerada, aunque esté en las partes venéreas y sea de tal
especie. Obra dulcificando.
Otro para los pechos, carbunclos y úlceras; es
medicina secreta.
De litarge de
oro, (z). j.; pónlo en polvo en lib. j. de azeite rosado y, mejor, si es de
balsamina; tenlo en frío muchos días, resolviendo muchas veces con un cucharón
hasta que se pudra; después cuezca a fuego manso hasta color rojo subnigro,
cuidando de 145/ apartarle de el fuego en sus subidas y removiendo siempre; al
fin, se añada (z). j. B. de cera. Cura las grietas de los pechos o pezones,
mata los carbunclos brevissimamente y, para toda herida y úlcera, desde que
hazen materia es singular; todo lo digo de mi experiencia.
Para la tiña.
De jengibre,
(z). iiij.; cuézelo en vinagre fuerte hasta que se consuma todo el vinagre; pon
después de derretido, sin sal, li. B. y macera para ungüento a poquíssimo
fuego. Unge la cabeza raida mañana y tarde y, en pocos días, harás la obra.
Cera, pez y oli.
Con este
nombre (pronunciado sin distinción) pregonava cierto herbolario un ungüento y
le vendía por bálsamo. Hazíale de iguales partes de cera, pez griega y azeite
rosado, según arte. Y, con éste, conocí un cirujano de buen crédito que
socorría eficazmente 146/ toda úlcera y en todas sus indicaciones y tiempos,
poniendo sobre la cura un emplastrillo de harina de trigo sin cerner y vino
tinto caliente para la corroboración.
Capítulo IX
De los aceites esenciales aromáticos.
Essencia,
rigurosamente hablando, es toda la substancia o substancias de el mixto, separadas
de él con toda pureza y reunidas por digestiones. Essencia quinta es esto
mismo, pero añadiéndose nueva y prolixa obra de circulación, de suerte que
aquella que pareció pureza, aún haga separación nueva de hezes y adquiera o se
exalte a espirituosidad y suavidad grande. De éstas tratan los autores antiguos
con gran ponderación y mucha máquina, pero ni es practicable su artificio,
necessitándose de una vida para traer al fin 147/ una medicina, ni extraen
todos los principios para exaltarlos al ser de essencias, no pudiendo
constituirse tales faltando alguno; ni separados de el mixto todos pudieran
reunirse, sin que el áccido y alcali, que en todos ay, se destruyeran,
desembarazados de la tierra y excrementos de su mixto, que los embotara; con
que no devemos intentar un imposible, sino conocerlo para evitarlo con cordura.
También llaman
essencias a las tinturas, pero impropiamente, porque extrae en ellas el
menstruo una gran medicina, pero no disuelve todas las substancias, sin lo qual
no puede hazerse esencia. Ni aunque ésta fuera extracción total de cuantos
principios contiene un mixto la llamaría esencia yo, sin verla perfectamente
separada de el menstruo, que en muchas tinturas no se logra, porque sobra él en
ellas como substancia de otro cuerpo, y es para la perfección de una esencia
improprio lo que no es suyo, assí como es defectuosa por cualquier cosa de su
mixto que le falte.
148/ Los
aceites esenciales que he propuesto son los que significa su nombre, porque su
substancia es el azeite o azufre de la cosa de que abundan los vejetables
aromáticos. Estos aceites son arto conocidos y también los instrumentos de su
manipulación, pero apenas ay quien los aplique, siendo cosa muy útil, ni quien
los trabaje, siendo cosa muy fácil. Yo deseo que en este Convento los aya
siempre, para lo qual tenemos instrumento, y a este fin trataré de su
extracción en la Sección primera de este Capítulo y en otra de las sales y
espíritus oleosos de que son positivo estos aceites.
Sección
I
Extracción de los azeites essenciales.
No se busquen
éstos sino en los vejetables aromáticos, porque muy dificultosamente se
extraerá de otros mixtos. El modo es cortar la materia si es flor o es hojas;
149/ molerla, si es semilla o leño, y contundirla, si es fruto, como el del enebro,
las cortezas de el limón o naranja, &c. Téngase instrumento especial, que
es un destilatorio de cobre, con refrigerante grande que abrace la cabeza de
él, el qual lleno de agua fría, quaxe los vapores de la destilación para que se
reciba en licor y no se desvanezca en humos la virtud esencial de la materia.
Póngase ésta
en el dicho instrumento, no en mucha cantidad y con bastante agua para recebir
toda su virtud aromática, de suerte que por lo menos quede vacía la mitad de la
olla. Esté una noche todo en el destilatorio ya armado y unido, y el día
siguiente se destila, observando que salga, no a gotas, sino en un chorlito
delgado, porque el azeite no sube que la velocidad que un solo espíritu y ha
menester impulso mayor; assí sale mezclado con el agua y en el recipiente se va
separando y subiendo a la superficie, como azeite de olivas.
Si se pone un
cántaro de agua en correspondiente cantidad de materia, saldrá todo el 150/
azeite en la quarta parte de su humedad y, después de separado él para tenerle
sólo, puro y muy cerrado en vasos de vidrio, quedará la agua destilada, llena
de virtud y de olor, para usarla en medicina como agua esencial de la cosa. La
mucha humedad que queda en la olla sirve de que no se empirreume la materia
residente, pudiendo de algunas lograrse el extracto, como de las vayas de el
enebro que llaman triaca de los alemanes.
Házense estos
extractos prensando los residuos y clarificando los zumos con las aguas que
quedaron en ellos y cociéndoles después hasta una congrua consistencia.
Las semillas y
frutos se cogerán maduros para esta obra. El romero y salvia de monte cogidos
en el diciembre dan más azeite; el espliego en el otoño, y da mucho si se dexa
enjugar, se sacude y se derriba la caña que ocupa el espacio, y no tiene
virtud.
De la virtud
de algunos pudiera yo decir alguna cosa con experiencia, pero para mayor
noticia (no sé si tan exacta) traeré en 151/ resumen las que de un impresso
antiguo copié años ha y da a la salvia y romero, y de otros autores más
públicos tocaré más brevemente lo que dicen de otros aceites esenciales, con
ansia de que se tenga en la estimación que merece esta medicina.
Virtudes de los aceites esenciales de el romero y la
salvia.
Estos dos
aceites son muy semejantes en la virtud, como sus mixtos. Su uso conserva la
vida de el hombre como medio opuesto a toda suerte de corrupción y muy de el
genio de nuestro calor natural, librándole de enfermedades contagiosas y
peregrinas impresiones. Cura con virtud manifiesta las enfermedades de especie
fría y fortifica a la naturaleza en las que resultan de calor para que pueda
vencerlas.
Es capital
grande y preserva especialmente de apoplejía, emicranea y perlesía, y, si la
necesidad fuere mucha, se tomarán unas gotas y se ungirán las sienes o
espinazos, según el efecto.
152/ Detenido
en la boca él sólo, quita las vexigas y el dolor de muelas, fortificando los
sientes y quixadas; haze expedita la lengua, habilita a los tartamudos y quita
la enfermedad de el gallillo, transcolando alguna gota.
Aviva la
memoria retentiva y perceptiva, tomado antes de ponerse a decorar. Antes de
predicar tomado, abre el pecho, aclara la voz y da notable esfuerzo. Haze
desflemar y quita el hedor de el aliento; conserva el cabello untando la
cabeza, y lo haze nacer y crecer quando se ha caido por pituita salada u otra
enfermedad.
Es
probadíssimo para la tiña, lubinillos y pupas de la cabeza, para que no crezcan
y se sequen, y las heridas de ella; aunque esté rompido el caso, las suelda
admirablemente de primera intención, limpiando la sangre y aplicándolo sólo en
hilas o pañitos delgados y servidos.
Dos gotas de
él con leche de muger o agua especial, instiladas en la oreja, quitan todo
ruido, cubriendo con un algodón flojo. Mezclado con agua de guindas o hinojos
sana las 153/ cataratas de los ojos, rectifica la vista de los que la perdieron
por enfermedad, quita la neguilla o sombra que turba la vista de algunos quando
leen o escriben, disipa las lagañas y lo encarnizado de los ojos,
mundificándolos enteramente, y fortifica el corazón, quitando todo pasmo de él,
tomado por adentro y ungiendo en la parte.
Desopila el
bazo tomándole en azúcar y bebiendo quatro onzas de agua de apio o perejil en
ayunas, y haziendo luego ejercicio, especialmente las mugeres; y obsérvese que,
como no se mezcla sino que sobrenada en los licores no espirituosos, es la
mejor práctica tomarle en azúcar siempre y beber inmediatamente el licor en que
se ordena tomarlo.
Entiéndase que
quiero decir esto quando diere que se tome en tal o tal licor. También se
mezclará en las aguas si primero se incorporare en azúcar y después éste se
agitare con ellas. Pero prosigamos sus virtudes.
Es antídoto de
el dolor de estómago y de todo afecto de esta entraña, perficionando las 154/
cocciones; expele toda ventosidad discutiendo las más gruesas; alarga la cámara
precipitando los excrementos y asistiendo los vapores e induce sueño quieto
tomando al acostarse.
Remedia en el
dolor de renes, bebido y ungiéndolos con él; alarga el menstruo a las mugeres y
quita el mal de madre, tomándole de el mismo modo y untándose con él el
ombligo; rompe la piedra de los riñones y la convierte en arenas y, si está en
vejiga o en la vía, untando y geringueando con él, echado o agitado con agua
rosada de malvas o perejil, la quiebra y desmorona y abre la vía; sana las
llagas de el cuello de la vejiga y las carnosidades que están en el caño o vía
y expele sus ventosidades, untando y geringueando, como se ha dicho, o
administrándolo con candela mezclada en yema de huevo y sufriendo un poco hasta
que cesse el escozor.
Sana las
almorranas mezclada en alguna agua fresca y aplicando un pañito mojado en ella
a la parte, cuidando de repetirle antes que se seque; assí quita el dolor y
ablanda las 155/ cabezas de las venas para que puedan sangrar, disponiendo y
adelgazando también la sangre para su éxito; quita el dolor de los callos y los
cura, aplicada después de cortarlos.
Universalmente
bebida con aguas o licores apropiados, cura las calenturas cotidianas y
quartanas y, en éstas, untándose en la nuca y celebro, no dará el frío,
continuando, y si en la declinación, en un gran refresco de agua de lengua de
buey, se tomaren quatro gotas, hará grande efecto.
Tomando en dos
onzas de xarave violado, ocho gotas cada mañana, ablanda el pecho crudo y la
ronquera, y cura la asma, aunque sea antigua, continuando un mes; aumenta la
leche a las mugeres, tomado en caldo, y es remedio de mordeduras ponzoñosas.
Cura la
ictericia y crudezas de el hígado, tomando o en su agua o cocimiento,en dos
onzas cinco gotas; quita el dolor frío de las tripas, untando y sobreponiendo
paños calientes; cura la hidropesía, alarga la orina, quita los vómitos y mata
las lombrizes, especialmente con agua de ajenjos.
156/ Seis
gotas en dos onzas de agua de verdolagas, plantaina o membrillo, quitan las
cámaras, aunque sean de sangre, y, en la misma forma administrado, cura las
llagas que se hazen en las tripas e intestinos; corrobora la matriz y cura los
menstruos blancos.
Finalmente,
diez gotas en caldo o vino blanco, curan el dolor de fijadas y, ungiendo la parte,
haze lo mismo, sobreponiendo un paño caliente; untándose por cualquier dolor
frío, haze lo mismo, aunque sea causado de buas; cura la epilepsia, tomando
hasta quatro gotas y deteniéndolas en la boca para que se comuniquen a la
cabeza.
Algo de lo que
refiero de estos azeites, he experimentado, creo que se logrará mucho más en
sus caso, y todo no lo creo; pero puede su noticia servir para passarla a
experiencia qualquiera racional artífice, prevenido de algún tiento.
Azeite esencial de espliego.
Éste, en sus
facultades, se parece a los passados, aunque es más fuerte al gusto y 157/ más
poderoso contra flatos; en las heridas de cabeza es eficacíssimo, y en la
resolución de las edemas y toda destemplanza fría, en la curación de los pechos
endurecidos y doloridos, a riesgo de abrirlos por leche cuajada y entumecida,
lo he experimentado admirable; y, a falta de los de arriba, usaría de éste en
los mismos casos.
Azeite esencial de anís.
Es contra el
dolor cólico frío y ventoso, en la inflamación de el vientre, en la
destemplanza fría de el estómago; tómase en caldo dos o tres gotas; cura la
epilepsia de los niños dando dos gotas en caldo de capón o en azeite de
almendras dulces y continuando discretamente.
Azeite esencial de hinojo.
Sirve en los
casos que el de anís, con menos eficacia y gratitud, y, demás a más socorre la
vista, como específico en colirios o 158/ aguas propias; corrobora la memoria;
aumenta la leche a las mugeres; asume las humedades superfluas y resiste a los
venenos.
Azeite de nuez moscada.
Ayuda a la
cocción de el hígado ungiendo por afuera debajo de las costillas de aquel lado;
quita el dolor cólico tomando dos gotas; socorre al bazo endurecido ungiéndole,
y tiene las virtudes que el de clavillos.
Azeite de clavillos.
Este es como un
bálsamo; corrobora las partes internas y los espíritus; prohíbe la
putrefacción; deshaze las ventosidades; cuece los humores fríos; disipa los
melancólicos; cura las llagas recientes y las antiguas y la destemplanza de el
estómago, especialmente la fría; socorre los afectos de útero untando el
ombligo. Dosis, dos gotas por adentro.
Azeite de vaias de enebro.
Es gran
remedio para mover los meses, para deobstruir el hígado y riñones, para 159/
evacuar los sábulos y arenas de ellos y de la vejiga, para mover la orina; para
en la peste. Aplicado exteriormente, fortifica los nervios y resuelve las
durezas. La dosis puede ser mayor porque es más suave y grato que los otros; ya
queda dicha la obra de el extracto que resulta de su residuo, y se usa de él en
los casos internos, que de su azeite, de una dragma hasta tres.
Azeite de flor de maro.
Este es entre
todos eficacíssimo contra flatos por untura; el cocimiento de la flor es
singular en la hijada, de que infiero que lo sea el azeite en mayor grado, dado
en (austos) especiales.
Las facultades
que refiero de el romero y salvia, traídos a azeite esencial, las hallé
ponderadas de algunos médicos, especialmente romanos, de mucho crédito; pero yo
me detengo en éste, con práctica de Italia y lección de autores de aquella
nación. Las de estotros aceites son de Juan Armano, Renodeo 160/ y otros
autores de la primer classe y menos ponderativos.
Sección
II.
De las sales y espíritus oleosos que se hazen con
estos azeites.
Esta es una
obra de Silvio de Eleboé, que la discurrió y executava, reduciéndola a licor
semejante al espíritu oleoso de abaxo, y yo copiaré ambas operaciones de
Lemery, que las trae menuda e ingeniosamente.
La primera es
una sal volátil ammoníaco, impregnada de essencias aromáticas. Házese pulverizando
y mezclando partes iguales de sal ammoníaco y de sal de tártaro; échase la
mitad en alambique de tierra o vidrio; se pone sobre ello de espíritu de vino
muy puro, hasta que sobrenade un dedo; se mueve todo bien con espátula de
madera, se cierra el alambique con su cabeza y recipiente, uniéndole
exactamente con bexiga mojada y se tiene en arena a fuego lento por tres o 161/
quatro horas, quando subirá a la cabeza una sal volátil, y después destilará el
espíritu de vino al recipiente, el qual se llevará una porción de sal volátil.
En cessando, dexarás enfriar los vosos, separa la sal volátil y pésala, métela
en el alambique de vidrio, vacía sobre cada onza de ella dragma y media de uno
o muchos aceites esenciales aromáticos dichos, según huvieres menester la
medicina; remuévelo todo con espátula de madera, para que la esencia se
incorpore bien con la sal volátil; cierra y une el alambique y recipiente con
vejiga y sobre arena dale fuego suave; assí se elevará toda la sal volátil y se
pegará a la cabeza; recógela y, en vaso de vidrio muy cerrado, la guardarás. Es
gran sudorífico, cordial y cefálico; es propia contra el letargo, perlesía,
escorbuto, fiebres malignas, viruelas, peste; excita los meses y siste los
vapores histéricos. Dosis de gr. iiij. hasta gr. xv. en licores propios a la
enfermedad.
Han de hazerse
polvos las dos sales, cada una de por sí y mezclarlas en el alambique, cerrando
lo mejor que se pudiere el orificio 162/ de él, con un papel y la mano mientras
se haze la mezcla, para assí evitar la exalación de las sales volátiles que se
desprenden, según ambas se van mezclando. El espíritu de vino ayuda mucho para
hazerlas despegar y ha de ser muy sin flema, porque si tuviere alguna, la sal
volátil se dissolverá en él y se tendrá no la sal volátil que se busca, sino
una mezcla de espíritus de vino y de sal ammoníaco.
La sal volátil
es más ligera que el espíritu de vino porque sube antes. El espíritu de vino se
impregna siempre de alguna porción de ella y puede servir para la obra
siguiente y para todas las que piden espíritu de vino acuido con la sal
ammoníaco.
Puede hazerse
esta operación por sóla una destilación, mezclando las essencias con las sales
de ammoníaco y de tártaro y el espíritu de vino, y dar el fuego como se ha
dicho; pero el espíritu de vino se llevará la mayor parte de las essencias,
quedando en la sal volátil casi nada.
Pueden hazerse
tantas diferencias de sales 163/ volátiles oleosas aromáticas como essencias
aromáticas ay, y todas obran mucho mejor quando están ligadas a la sal volátil
que a sólas, porque ella les sirve de vehículo y les da mayor penetración.
Espíritu volátil oleoso aromático.
Esta obra es
una disolución de las partes esenciales de los aromas, hecha por los espíritus
de sal ammoníaco y de vino. Toma canela, macías corteza amarilla de naranja
amarga y de cidra a media onza; mézclalo todo junto y échalo en una redoma de
vidrio; añádele quatro onzas de sal de tártaro, rebuélvelo todo en la redoma y
pon quatro onzas de flor de naranja y otras quatro de el espíritu de vino
acuido con la sal ammoníaco de la obra antecedente, si le tuvieres, y, si no,
de otro; cierra la redoma exactamente y dexa la mixtión en digestión, sin
fuego, por quinze días, removiendo muchas veces la materia. Vacíala después en
alambique de vidrio, poniéndole prontamente la cabeza y 164/ recipiente,
uniéndolos con vejiga, y en arena destile a fuego lento todo el licor hasta que
no ascienda más. Guárdese en redoma capaz y muy cerrada, porque es un espíritu
muy penetrante y resoluble: tiene las virtudes de la sal oleosa dicha. Dosis de
seis hasta veinte gotas, en licor apropiado.
Pónense en
esta obra las primeras cortezas o lo más exterior de las de la naranja y cidra,
como parte más olorosa y espirituosa; no se ha de mezclar luego la sal de
tártaro porque no se resuelvan las sales volátiles antes que la mixtión se eche
en la redoma; la digestión ha de hazerse en frío, porque en calor traspassaría
la sal la cerradura más firme, y se remueve la materia para que las partes
esenciales de los ingredientes se dissuelvan mejor en el licor. Agitados.
La
fermentación insensible que sucede en la desunión de la sal volátil ammoníaco
quando se le pone la sal de tártaro, contribuye mucho a esta disolución. El
espíritu de vino se pone aquí para disolver los aceites, como menstruo
sulfúreo. Este licor se conserva 165/ mejor que la sal volátil, porque las
partes volátiles son detenidas por la flema de la flor de la naranja.
Assí, los
espíritus, como las sales dichas, han de darse en licores fríos y no en caldo,
porque antes de poder tomarle el enfermo se resolvería mucho lo volátil. Y se
pueden poner otros aromáticos en vez de los dichos quando se buscan espíritus
volátiles oleosos de tales o tales virtudes.
Capítulo X y último
De la utilidad y uso de el thee, cafre y chocolate.
Sección
I.
De el thee.
De estas tres
bebidas, he visto algo (aunque de chocolate muy poco que me contente) en Tenque
y en un Comentario de Aminsicht, pero
tengo noticia segura de un Libro en quarto que trata sólo de ellas, donde el
deseoso podrá ver arto más que yo dezirle. Su título es Mappi, De potu calido Thee, Caffee & Chocolata.
El thee y
cafre son más dichosos por estrangeros, logrando que en sus países se grite y
ostente su virtud; pero el chocolate padece en nuestra desidia tener tan ignorada
su utilidad como sabido su regalo. Y no es su mayor desgracia que tantos como
en España pudieran escribir de él con excelencia, callen de ingratos, sino que
mi ignorancia aya de decir algo de gratitud por serme medicina peculiar. Pero
bolvamos al thee de esta Sección.
Tiene, pues,
esta yerva una virtud o sustancia volátil, espirituosa y de suave olor, y otra
fixa y terrestre de sabor áspero y amargo astringente, por lo qual
moderadamente calienta, enjuga, abre, resuelve, atenua y es diurética. Conviene
a muchas enfermedades de cabeza, rectifica la memoria, sirve para precaver y
sanar la apoplejía, letargo, perlesía, 167/ vértigo y epilepsia, las quales
casi siempre se originan de una única efusión de la linfa.
También cura
los males de ojos, susurro de orejas y dolores fuertes de cabeza, de cualquier
causa, usada esta bebida habitualmente. Con ella se vela sin pesadumbre y se
puede beber sin riesgo de embriaguez. Sana la asma de cualquier grado, los
afectos de corazón, vicios de útero, hipocondría y laxaciones.
Aprovecha el
estómago su amargura absolviendo la accididad exaltada de él. Constriñe las
fibras estípticas relajadas, de que resultan graves accidentes, y de este
beneficio se sigue el de curarse las malas cocciones y sus efectos, el dolor de
estómago, la cólica passio, que dimana de humores crudos y flatos estancados,
la diarrea indigesta, la corrupción de el chilo, porque tiene virtud de
corroborar el estómago y entrañas y de absorver los ácidos, por lo qual
conviene en las disenterías y diarreas crónicas no menos, donde deven curarse
los humores, corroborando 168/ las partes en que se haze la nutrición y
absolviendo el suco o suero acre.
Con su bebida
se socorre el esputo sangriento de cualquier causa, astringiendo los estremos
de los vasos anastomosis, vel diagrosi abiertos. Cura las enfermedades de el
bazo, corrigiendo con su amargura el fermento áccido de él. La artrítide y sus
especies, reumatismo nefrítide, no sólo las cura, sino que las preserva. Los
indios de el Japón y de la China deven al uso de esta bebida no padecer tales
enfermedades, que apenas se conocen en aquellos países. El modo de guisarla y
usarla es el siguiente.
Tenque da en
sustancia de media dragma hasta una, reducida a polvo, en lib. B. de agua
caliente que aya hervido. Y en cocimiento pone 3. j. B. para un austo,
añadiendo azúcar a gusto. Pero el Comentador de Adriano pone de una a dos
dragmas de la yerva seca en lib. B. de agua hirviendo; inmediatamente aparta el
vaso de el fuego, bien cubierto, y lo dexa en un rescoldo en infusión de unas
horas, si huviere tiempo; hundiránse 169/ las hojas y se beberá a sordos, tan
caliente que no pueda ser a tragos, porque si se da fría haze poco efecto y las
hojas de el fondo se pueden cocer segunda vez a más hervores, hasta que dé toda
su virtud. Suele ponerse a esta bebida un poco de azúcar o anís o clavillos,
pero yo la he tomado y visto tomar sin azúcar, por el áccido oculto de éste, ya
descubierto, que le castra su virtud alcali.
Algunos
destilan esta yerva en baño, añadiéndole para la destilación aguas apropiadas.
Otros la infunden en aguas cordiales hasta 3. j. B. de ella o en vino generoso,
y toman tres o quatro cucharadas, mezclando azúcar. Otros exprimen de ella
verde el zumo, de la qual y de la seca también hazen extracto; y de ambos modos
forman píldoras y dan hasta gr. x. Otros la usan como tabaco en humo para las
enfermedades frías del pecho, cabeza y obstrucción de las narices. Otros hazen
conserva de su polvo con azúcar, xarave y agua de betónica. Y ay muchos que
opinan nunca apurarse la virtud de el thee, aunque se hagan innumerables
cocimientos, 170/ como cada vez se enjugue y desequen luego.
Sección
II.
De el cafee.
El cafre
socorre al estómago enfermo y débil, mejor después de comer que en ayunas. Es
consejo que no se haga costumbre, bastando dos veces a la semana, aunque fuera
de España es desayuno usual. Consta de poco alcali fixo, el qual con la
torrefacción se comunica y dispone a soltarse en el agua, y de oleaginoso,
azufre y sal volátil. Ayuda a la primera cocción, con cuyo beneficio se
engendra sangre laudable y se socorren y fortifican todos los miembros.
Con su sal
volátil mitiga el áccido de el estómago; su terrestridad le es también
favorable por detersiva y astringente. Es muy de la condición de el thee: socorre
en las cólicas pituitosas, crudezas, obstrucciones de toda entraña y de la
misma sangre. Disipa los 171/ vapores uterinos, expurga los renes, y los que lo
usan, ni padecen de cálculo ni de gota. Sirve en los catarros, asma, raucedo de
la voz, dilata el pecho. La leche cafeada con grande eficacia restituye a los
tísicos a perfecta sanidad.
La bebida
usual y vulgar de el cafre ha curado muchas tercianas y quartanas. Siste los
vapores y humores acres que se subliman a la cabeza y los impide y resuelve los
ya impressionados en ella. Deobstruye la cabeza, con beneficio de la vista y
oído y la cefalgia antigua. Vence la narcosis, vértigo, epilepsia, morbos
soporosos y la embriaguez, tomada a postre.
Quiere el
Autor que no convenga a los secos y cálidos, aviendo dicho que es pingues, ni a
los que digieren mucho, aviendo dicho que mitiga el áccido fermentativo, de que
resulta la hambre. A los valiosos lo prohíbe con más causa, por su mucha sal
volátil, y a los que tienen la sangre muy disuelta y agitada, también, por la
misma razón; y aún en estos casos tiene dado el defensivo de infundirla en 172/
leche. Y la aconseja a los carnosos, pingues, aguados, pituitosos, flacos de
estómago, obstruidos y glutinosos. Muchas veces no obra a satisfacción por
adulterarla con pan seco, habas, lupinos tostados y pulverizados, cuyo engaño
se conoce con dificultad. Pero vamos a su manipulación.
Tenque toma de
cafre tostado una cucharada, la pone en 3. x. de agua hirviendo y la mantiene
en hervor suave, resolviendo siempre hasta tintura, y la da muy caliente con
poco azúcar tres veces a la semana.
El modo que yo
antes de pensar en medicina tuve y huve y he usado es hazer hervir algo más que
una xicara de agua, apartarla a un rescoldo en puchero proporcionado, ponerle
de una a dos dragmas de cafre tostado en polvo con mucho tiento, esparcido en
la superficie de la agua, sin que ya hierva; cubrirlo y, sin entonces, ni nunca
removerlo, tener assí la infusión por ocho horas siempre caliente. Al fin se
halla la tintura hecha, que ha de apartarse de los polvos asolados, sin que
passen ellos, y se tomará toda la cantidad 173/ muy caliente, y sin azúcar, si
se busca mucha medicina, porque la destruye.
El comentador
dicho pone un puchero a hervir con una libra de agua, quedando algo vacío; quando
empieza a hervir, le pone tres dragmas de cafre en polvo, conserva el hervor
suave, cuida de que no se derrame entumeciéndose en la ebullición, apartándole
de el fuego y bolviéndole a él hasta tintura congrua; pero, si se derramare
algo, lo haze inútil. Después pone el puchero en cenizas calientes y le
conserva en este calor hasta que se asuelen los polvos y quede el cocimiento e
infusión limpia y subflava y el polvo exhausto, que ha de cuidarse de que quede
en el puchero; y quiere también que se beba muy caliente y a sordos y, aunque
es cosa amarga, sin azúcar o con poca.
Sección
III.
De el chocolate.
Con variedad
han determinado las Escuelas Químicas los principios químicos, 174/ porque
desentrañando artificiosos, más y más los entes, unas tienen motivos prácticos,
para señalar unos, y otras les tienen para señalar otros.
Entre todos
los principados de tantas Escuelas, está bien admitido el azufre, segunda
sustancia de una de ellas y correctivo de los estremos mercurial y fixo de la
misma, que conoce tres: mercurio, azufre y sal, y reconoce entre ellos al
segundo por más homogéneo, como más templado, sin el qual son nimiamente
activos. Esto supuesto, entraremos en el asunto de nuestra Sección y no
obscuramente, aunque sin otras luces.
En el cacao, que
es el positivo, y aún el todo el chocolate, no solamente campea esta segunda
substancia o principio medio, azufre y bálsamo de los mixtos, sino que parece
no aver otra en él, puesto que no le percibe el sentido ni espíritu, ni sal, y
es materia de mucho aplauso suyo éste, como cuidado de la Naturaleza de hazerle
extracto, quando le produce mixto.
No solamente
es sustancia tal toda la de el 175/ cacao, sino que todo el cacao es sustancia,
de suerte que en lo puro parece también extracto, siendo ésta una sobreexcelencia
de que podrán blasonar pocos mixtos. En la torrefacción apenas muestra humedad
superflua y en la xicara el depósito que haze el chocolate es de el azúcar y de
más ingredientes, como se conoce en lo poco, quando no es adulterado, y tal
sustancia y con tanta pureza que reconoce el sentido, supone una grandíssima
virtud, que siempre dejará con sed al entendimiento.
Si se tuviere
escrúpulo de que haga todo azufre al cacao, no pudiendo ser entre natural, sin
que contenga los tres principios activos, respondo con todos los Autores que
tampoco el azufre de los demás mixtos, después de separado con la mayor
habilidad, dexa de contener un algo de los otros principios, ni de llamarse
todo azufre por esso.
No sólo es
singular en esto el chocolate, sino también en la universal aceptación. Apenas
se hallará quien no lo celebre y tenga entendimiento; aún los niños más tiernos
lo 176/ admiten y, cevados de él, le buscan como el pecho. Contra él no
disputan los gustos, pero esto es por el afecto especialíssimo de admitirlo
todos. Yo, aunque no he visto anotomías de él, ni basto para hazerlas, pienso
dexarle bien ejecutoriada su noble sustancia y balsámica virtud, poniendo a
todos esta aceptación universal que ninguno ignora, siendo como fama pública el
término o el ápice de los aplausos.
Por esto de no
aver visto cosa especial de él, no puedo descender a lo particular de su virtud
en medicina, bien que de lo dicho puede inferirse mucho y, en mi cortedad,
comprehender que un mixto celebre en el aprecio de todos, después de exprimirle
yo quanto he podido, aún se quedará lleno de jugo.
Por
experiencia sé, en mí mismo, que usándole (quando le tengo) de orden de
nuestros Médichos, corrijo una sequedad, siempre natural y ya morbífica, para
que no llegue a lo sumo. Bien que éste puede ser milagro de el chocolate de por
amor de Dios, que es el que tomo.
177/ Sé quien
lo ordena a los tabíficos con restauración suya, diluido o guisado en dos
partes de leche y una de agua. Es notorio que a los estípticos alarga el
vientre y a los laxados detiene el fluxo, lo uno y lo otro templadamente. No se
duda que es auxilio para velar, tomado antes, y que satisface por lo que no se
ha dormido, tomado después. Finalmente, destierra la pereza de los
eclesiásticos. No pierde la estimación que tiene entre los nobles por
comunicarse a los plebeyos. Su suavidad e inclusiones le dan la antonomasia de
agasajo. Siendo tan familiar, no padece desprecio alguno. No ay vianda que
logre tan honrados cocineros. Ninguna medicina se toma con tanto gusto. Ningún
regalo se admite con menos embarazo. Y otros muchos bienes tiene, aunque yo los
ignore, pero en esto poco manifiesto mi gratitud y él sabe mi buena voluntad.
Su
composición, para salir rico, es poner iguales partes de el cacao de Caracas y
de el de Islas, y exaltarlo con un poco de el de Guajaca, y no ser tan escasos
en la canela, que 178/ es muy vivificante, balsámica y de olor y gusto suaves.
La torrefacción y maceración son arto sabidas. Su guisado perfecto consiste en
la disolución, más que en la espuma; hirviendo un poco se disuelve bien y haze
buen asiento. El escudillarlo sin hervir y darle frío, trae dos daños de una
especie, muy de el genio de las mugeres, que hazen habilidad de la espuma y
compran a todo gasto una opilación. Después de hervir y escudillarle, se sazona
en la xicara, dexándole reposar a poco fuego.
Ya, gracias a
Dios nuestro Señor, he llegado al fin de esta pequeña tarea, para mi inutilidad
y accidentes, grande. Quiera su Magestad que se logre, según mi buen deseo.
FIN.
/Tabla de lo
contenido en este Tratado.
Introducción brevísima. Folio I.
Cap. I. De un Tesoro Medicinal. Fol. 2.
Sección I. De el Archivo donde se oculta este
Tesoro. Fol. 2.
Sección II. Con qué llave y cómo se abre este
Archivo. Fol. 5.
Sección III. De la extracción de el Espíritu. Fol.
7.
Sección IV. Calcinación de la materia residente y
conclusión de la Obra en un Medicamento pasivo. Fol. 10.
Sección V. Virtud y uso de esta Medicina. Fol. 12.
Sección VI. Facultades de el /Espíritu. Fol. 16.
Sección VII. Dissoluciones de este Espíritu y
primera de el Oro. Fol. 18.
Sección VIII. De otras disoluciones que se hazen con
este Espíritu, Fol. 25.
Cap. II. De purgantes. Fol. 32.
Sec. I. De Purgantes Químicos. Fol. 32.
Sec. II. De Purgantes Galénicos. Fol. 42.
Sec. III. De Purgantes Químicos Antigálicos. Fol.
46.
Cítanse algunos Autores. Fol. 49.
Sec. IV. De Purgantes Antigálicos Galénicos. Fol.
52.
Cap. III. De Astringentes, corroborantes
y resolutivos. Fol. 57.
Sec. I. De estos medios sin Opio. Fol. 57.
Sec. II. De Opiados. Fol. 62.
/Cap. IV. De Febrífugos. Fol. 70.
Sec. I. De los de Quina Quinae y modos de usarla.
Fol. 70.
Sec. II. De Febrífugos sin Quina. Fol. 75.
Antiécticos. Fol. 81.
Cap. V. De Anodinos. Fol. 83.
Sec. I. De Antinefríticos. Fol. 83.
Sec. II. Remedios de muelas. Fol. 85.
Sec. III. De Antipleuríticos. Fol. 86.
Sec. IV. De Antipodágricos y Ciáticos. Fol. 88.
Sec. V. De Colirios. Fol. 90.
Sec. VI. De otros Anodinos. Fol. 91.
Cap. VI. De Sudoríficos, Aperitivos y
Diuréticos. Fol. 98.
Sec. I. De Marciales. Fol. 98.
Pectorales y Écticos. Fol. 102.
/Aperientes varios. Fol. 105.
Cap. VII. Medicinas de varias especies.
Fol. 118.
Cap. VIII. De Bálsamos, Emplastros y
Ungüentos. Fol. 127.
Sec. I. De Bálsamos. Fol. 127.
Sec. II. De Emplastros. Fol. 133.
Sec. III. De Ungüentos. Fol. 143.
Cap. IX. De Azeites esenciales
aromáticos. Fol. 146.
Sec. I. Extracción de los Azeites esenciales. Fol.
148.
Virtudes de los Azeites de el Romero, Salvia y
otros. Fol. 151.
Sec. II. De las Sales oleosas que se hazen con estos
Azeites. Fol. 160.
/Espíritu volátil oleoso, de la misma especie. Fol.
163.
Cap. X. De la utilidad y uso de el Thee,
Cafee y Chocolate. Fol. 165.
Se. I. De el Thee. Fol. 165.
Sec. II. De el Cafee. Fol. 170.
Sec. III. De el Chocolate. Fol. 173.
FIN.